viernes, 18 de abril de 2025
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Madre María Inés Teresa Arias, primera beata mexicana del siglo XXI

México, Distrito Federal (Viernes, 19-04-2012, Gaudium Press) El próximo sábado 21 de abril se llevará a cabo en la Basílica de Guadalupe la beatificación de la cuarta beata mexicana y primera de este siglo, la Madre María Inés Teresa Arias, fundadora de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento.

Este evento, esperado durante 19 años, será celebrado por más de 5 mil miembros de la familia Inesiana alrededor del mundo. Esta familia, resultado de las 5 fundaciones realizadas por la monja contemplativa, está conformada por las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal, Van-Clar, Misioneras Inesianas Consagradas, Grupo sacerdotal Madre Inés, Familia Eucarística y numerosos laicos.

Sin título.png«Los festejos por la nueva beata mexicana, iniciarán desde la tarde del día viernes con las Vísperas Solemnes en las que habrá una representación de la vida y obra de Madre María Inés y un momento de oración cantada en diversas lenguas con la participación de miembros de todas las regiones del mundo que estarán presentes para esta ocasión», indica el Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México.

La ceremonia de beatificación será presidida por el Delegado Pontificio Card. Angelo Amato, S.D.B, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos; además contará con la presencia del Obispo de la diócesis de Yokohama, Japón, Monseñor Rafael Masahiro Umemura, quien quiso está presente «para agradecer a Dios y a la Madre que haya enviado las primeras misioneras a Japón cuando más se necesitaba».

Todas las casas de la congregación en diferentes partes del mundo se unirán en una misa especial a la celebración, según indicó la superiora general de la orden, la Madre María Guadalupe Salinas Cantú.

La beatificación es «un compromiso mayor a retomar en profundidad la doctrina de la Madre María Inés, a compartir con el mayor número de personas posible esta espiritualidad que ahora pertenece a toda la Iglesia, a continuar el camino, pero con mayor ardor, radicalidad, alegría y actualidad», subrayó la hermana Martha Gabriela Hernández Martín del Campo, Vicaria General de la congregación.

Y agregó que a través de sus hijos espirituales, la Madre María Inés transmite «un mensaje de esperanza, de alegría, el decir a nuestros hermanos que se puede vivir en espíritu de familia y que hay muchas cosas positivas en cada persona. Que toda circunstancia gozosa, o difícil nos puede llevar a Dios y que viviendo en intimidad con la Santísima Virgen se alcanza la gracia de amar más al Señor y al prójimo.»

La hermana Silvia Búrnes Sánchez, postuladora de la causa comentó que la futura beata es un ejemplo a seguir: «la Eucaristía y el amor a María que fueron el centro de su vida, su vocación a la oración, a las almas y a la cruz».

«Su celo misionero, su oración constante, el ejercicio heroico de todas las virtudes que la llevaron por el mundo entero con el lema paulino: ‘Es urgente que Cristo reine´, donando así su carisma misionero a la Iglesia», agregó.

La gran Familia Inesiana se encuentra extendida en México, Japón, Estados Unidos, Costa Rica, Indonesia, Sierra Leona, Italia, España, Nigeria, Irlanda, Corea, Alemania, India, Rusia y Argentina. En México cuenta con 17 casas, incluyendo la Casa Madre.

La orden realiza trabajos en la Pastoral Educativa, atendiendo 8 colegios; en la Pastoral Profética y Social, y en la Pastoral de Sanidad. También realizan trabajos a través de los medios de comunicación con un programa semanal por la cadena María Visión que se titula «Vivir para Cristo», además realizan varios programas de radio.

La superiora de la región México señaló que la congregación se ve favorecida constantemente con «almas juveniles que desean ardientemente consagrarse al Señor».

¿Quién es la Madre María Inés?

Nace en Ixtlán del Río, Nayarit el 7 de julio de 1904. Fue la quinta de ocho hijos de la familia Arias Espinoza. Fue bautizada el 9 de julio de 1904, recibiendo el nombre de Manuelita de Jesús.

Sin título2.pngEn 1911 recibe por primera vez la eucaristía, con gran devoción y comprensión sorprendente para una niña de su edad. «Jesús mío, te amo con todo mi corazón, quiero ser toda tuya».

Manuelita era una niña alegre y vivaz. «¿Papá qué tanto rezas?» Curiosamente preguntaba a su papá que prolongaba su oración mientras paseaba volviendo sus miradas hacia el cielo. «Platico con Dios hijita, nos entendemos muy bien de corazón a corazón». Sus padres fueron de una vivencia espiritual profunda, que dejó huella en su vida: todos los días en familia se leía y comentaba la Sagrada Escritura.

Manuelita fue una joven que vivió plenamente las sanas aspiraciones de su época, siendo alegre, entusiasta y educada: «Que alegre es Manuelita», comentaban sus amigas.

Participaba con alegría en las fiestas familiares, paseos y diversiones propias de su edad; pero no era eso lo que su corazón buscaba. «Nada de eso me llena, todo es vanidad tan superficial y vacía», decía.

En lo íntimo de su corazón, en la soledad de su ser, en donde sólo queda la presencia silenciosa de Dios, se fue preparando el encuentro que sería identificar a Dios por su nombre. En 1924, en la ciudad de Colima, sufre una apendicitis. En la Ciudad de Guadalajara se hospedó para ser atendida por el médico en casa de su prima, quien le proporcionó el libro de la vida de Santa Teresita, cuya lectura despertó en ella vivo deseo de santidad.

En octubre de 1924 durante el Congreso Eucarístico en México, finalmente al tiempo establecido por Dios, la gracia tocó el corazón de Manuelita sintiéndose totalmente atraída por él. «Jesús Eucaristía, al pasar cerca de mí, dejó caer sobre mi alma una de esas inefables miradas que tienen el poder de conmover; me ha dejado toda inflamada en su amor, me atrae con fuerza irresistible».

Durante la terrible persecución religiosa en México, el día de fiesta de Cristo Rey, se consagró al amor misericordioso de Dios como víctima de holocausto ofreciendo su vida por la salvación de México, tomando la decisión de ingresar a la vida religiosa a pesar de las circunstancias.

Su vida, con el pasar de los meses, continuaba en una decidida y profunda donación al Señor. Poco antes de la fecha fijada para su ingreso a la vida religiosa murió su hermano Eustaquio. «Señor, que aprenda mi alma, con tu ayuda, a abandonarse totalmente y sin reservas a tu divina voluntad».

Logró después de una serie de pruebas y sufrimientos, lo que tanto anhelaba su corazón; el 7 de junio de 1929 ingresó al monasterio de las Clarisas que, a causa de la persecución religiosa, se encontraba expatriado en Los Ángeles California. «Vengo a ser por fin y para siempre tuya, Jesús mío, me entrego con todas las fuerzas de mi alma» Manuelita recibe el nombre de Sor María Inés Teresa del Santísimo Sacramento.

El 12 de diciembre de 1930 hizo su primera profesión temporal; este día escuchó en su alma que la Santísima Virgen de Guadalupe le decía: «Si entra en los designios de Dios servirse de ti para las obras de apostolado, me comprometo a acompañarte en todos tus pasos, poniendo en tus labios la palabra persuasiva que ablande los corazones, y en éstos la gracia que necesiten; me comprometo además , por los méritos de mi Hijo, a dar a todos aquellos con los que tuvieres alguna relación, aunque sea tan solo en espíritu, la gracia santificante y la perseverancia final».

En el año de 1933 se consagró al Señor emitiendo los votos perpetuos, siete años después, siendo consejera del monasterio, expuso a la Madre abadesa sus inquietudes y deseos de fundar una congregación misionera. Todos los pasos para la fundación se fueron dando en la obediencia, en la paz y en la oración, aunque con grandes pruebas interiores para la madre Ma. Inés. El Excelentísimo Sr. Obispo de Cuernavaca, Morelos, México, Don Francisco González Arias, se dignó aceptar la fundación en su diócesis de un monasterio con miras a transformarse en una nueva congregación misionera. El mismo Sr. Obispo elevó la solicitud a Roma para su establecimiento canónico. «Estamos convencidas que esta fundación es voluntad de Dios», «hace muchos años que Dios lo puso en mi corazón».

No faltaron las tribulaciones y pruebas durante estos años de vida oculta donde se fraguaba la naciente congregación misionera. El Señor se había llevado ya a su padre; ahora le pedía le entregara la vida de su hermana María, quien agonizaba presa de terribles dolores. Madre Ma. Inés consideró la muerte de su hermana como la primera piedra del edificio espiritual de la obra. «María, mi querida hermanita, ofrece al Señor todos tus dolores, tus sufrimientos, haz la intención de morir mártir por tu fe, ofrece el sacrificio de tu vida por el proyecto misional que traigo entre manos». Poco tiempo después murió su madre.

El 12 de mayo de 1945 fue aprobada en Roma la fundación, con sede en Cuernavaca, Morelos, México; el mismo día es colocada la primera piedra de la Casa Madre. «Gracias, Madre Morenita, por el amor que nos tienes. Estos dos acontecimientos llenan mi alma de ternura y agradecimiento».

El 21 de agosto de 1945 se despidieron del monasterio del Ave María en medio de oraciones y llantos, madre Ma. Inés y las cinco religiosas que con ella pidieron salir a la fundación. «Dejé para siempre a mi amada comunidad del Ave María».

Se inició la fundación en una pequeña casa que bondadosamente les proporcionó su cuñado el Señor Don José María Suárez y su esposa, la señora Doña Guadalupe Arias, quienes fueron los primeros bienhechores de la naciente congregación, y lo serán durante toda su vida. El Señor corona con el dolor a las almas generosas… y el mismo día que se celebró la primera misa en la capilla de la congregación, murió trágicamente Luisito, hijo del matrimonio Suárez-Arias. «Gracias, José María, el Señor te recompense tanta bondad. Gracias Señor por todo lo que nos das, conforta el corazón de José María y de Lupita por la pérdida de Luisito; nuevamente compruebo que el sello de tus obras es el dolor».

La obra siguió creciendo en todos sentidos. La Madre Ma. Inés proyectó y dirigió la construcción de la Casa Madre, estando atenta a todo sin descuidar las necesidades personales y familiares de los albañiles y trabajadores, no perdiendo ocasión para catequizarlos y hablarles del amor de Dios.

«No se olviden de ofrecer al Señor sus trabajos por la salvación de las almas, y en manos de nuestra Madre Morenita pongamos confiados todas nuestras necesidades», decía.

En 1950 Madre Ma. Inés escribió las Constituciones de la congregación, que deja a manera de testamento, expresando así la voluntad del Señor para todas sus hijas. «Hijas, lo que aquí queda establecido es lo que nos identifica como Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento.»

En seis años llegan a ser 92 religiosas, con dos casas, Cuernavaca y Puebla. El 31 de mayo de 1951 Madre Ma. Inés solicitó a la Santa sede la transformación de estos dos monasterios en instituto misionero de vida activa y contemplativa. «El espíritu de la misionera Clarisa es de amor y confianza, arranquemos al Sagrado Corazón de Jesús la gracia de que nos concedan en el mes de junio la aprobación pontificia para la nueva congregación misionera.»

Sin título3.pngToda alma que sigue fiel la voz de su Señor pasa por el crisol del dolor, las dificultades propias de una obra tan grande no se hacen esperar, pero su alimento es HACER LA VOLUNTAD DE SU AMADO, de quien se ha confiado plenamente. «Señor, por tu inmensa misericordia me has concedido, el que confíe en Ti por encima de toda esperanza, y que cuánto más oscuro veo el camino, cuando más dura es la prueba, cuando parece que todo está perdido, entonces, tú lo sabes, mi recurso es habitar en tu Divino Corazón.»

El 22 de Junio de 1951, los dos monasterios, el de Cuernavaca y el de Puebla se transforman con aprobación pontificia en la Congregación de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento. La Madre María Inés Teresa fue nombrada primera superiora general, y lo sería hasta el término de su vida.

El 14 de agosto de 1951, con alegría desbordante, Madre Ma. Inés Teresa salió con las novicias de Puebla para llevarlas a Cuernavaca, y así formarlas a todas en un solo noviciado. «¡Vamos, hijas, las misiones nos esperan ya nada nos detendrá!».

Misión en Japón

En septiembre del mismo año de 1951 debía obtener Madre Ma. Inés el dinero y lo necesario para poder enviar a cuatro de sus hijas a la primera misión…Japón. La pobreza en que se vivía y el no contar con recurso alguno no la desanimaba, personalmente reúne y empaca todo lo que les ha de ser necesario en la misión, entretanto llega ese día las instruye en todo lo que una misionera Clarisa debe ser… «ante todo alma de oración».

Es su deseo llevar a todo el mundo el mensaje del amor de Dios siguió extendiéndose la congregación en México, Japón, Estados Unidos, Costa Rica, Indonesia, África, Italia, Irlanda, España, Corea, Alemania…

«No piensen, hijas, jamás en sí mismas, Dios todo se lo merece, nuestra entrega tiene que ser sin límites, sin reservas. Todo es poco en comparación de lo que El ha hecho por cada una de nosotras; sean almas de oración, almas de vida interior, piensen en los hermanos que las necesitan y las esperan… que ya desde pequeñitos vayan desarrollando en su alma la virtud del celo misionero; hay que enseñarlos a interesarse por el bien de los demás».

El 11 de noviembre de 1958, S.S. Juan XXIII recibió en audiencia a Madre Ma. Inés e impartió una especial bendición a la congregación. Madre Ma. Inés les pide a sus hijas una adhesión total e incondicional a la palabra del Santo Padre y un amor muy grande a cada uno de los sumos pontífices.

En 1967, con apertura y sencillez respondió inmediatamente a la necesidad de simplificar el hábito. En 1969, trasladó la sede general a la ciudad de Roma, dejando la patria que viera nacer la congregación.

«Acuérdate, Jesús mío, que todas las almas están vinculadas a la mía propia por el deseo de tu Gloria, por mis ansias de salvarlas, por mi anhelo de que se enamoren de Ti. Dámelas por herencia; sí Jesús, dame almas y quítame todo lo que quieras.»

El 12 de diciembre de 1978 fue la bendición de la «Casita» nueva sede del gobierno general. En 1980, en el mes de julio, haciendo ya un gran esfuerzo, emprendió su último viaje, recorriendo las 47 casas en los cinco continentes y confirmando por última vez el celo apostólico de sus hijas con su presencia, su ejemplo y su palabra. En 1980, bodas de Oro de su profesión religiosa, hizo la renovación de sus votos en manos de Su Santidad Juan Pablo II. «Os pido, Santísimo Padre, que en nombre de Cristo os dignéis aceptar totalmente la ofrenda de mi vida».

Vida de contemplación y acción

Madre Ma. Inés T. Arias, misionera sin fronteras, llevó una vida de contemplación y acción, consumada en la alegría, la entrega a Dios y sus hermanos. Fue fundadora de la Congregación de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento y de los misioneros seglares Van-Clar; ya en sus últimos años de vida, fundó también el Instituto de Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal.

«Como prenda de filial adhesión a la Santa Madre Iglesia, hago entrega, en manos de vuestra Santidad, de esta congregación y de cada uno de sus miembros, presentes y futuros, Su Santidad se digne ofrecer el corazón de cada uno de ellos en la patena de su santa Misa para que llegue a ser ésta una familia orante y operante, en favor de la Iglesia, especialmente de los pobres».
En una tarde tranquila de verano, el 22 de julio de 1981, Madre Ma. Inés T. Arias entregó su alma al Padre Eterno en un acto de amor diciendo como lo hacía habitualmente: HEMOS TERMINADO, GRACIAS A DIOS.

«Permíteme, Señor, que desde tu gloria siga fecundizando la semilla que deposité en la tierra para tu mayor gloria, para que fructifique más y más en las manos de los que me han seguido en las tareas apostólicas».

«Yo seguiré viviendo en ellos hasta la consumación de los siglos y por lo mismo, mi trabajo no terminará hasta que se clausuren los siglos y empiece la eternidad.»

Con información de SIAME – Arquidiócesis de México y Catholic.net

 

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