viernes, 26 de abril de 2024
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La educación en la virtud y la formación de la conciencia, más importantes que la ley: Arzobispo de Glasgow

Edimburgo (Lunes, 07-05-2012, Gaudium Press) El Arzobispo de Glasgow, Monseñor Mario Joseph Conti, realizó una profunda reflexión sobre el aporte de la Iglesia en la vida civil y la creciente tendencia de desconocer los principios cristianos al elaborar las legislaciones civiles. El prelado explicó que la ley de Dios «se encuentra escrita en el corazón humano» y que la Iglesia ofrece a la sociedad «educación en la virtud y formación de la conciencia». Éstas defienden el derecho de una forma interna que ninguna ley escrita puede obtener.

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El Arzobispo Mario Conti pidió a las autoridades escuchar la sabiduría de la Iglesia.

El prelado también denunció que «la marginación se hace más aguda y somos testigos de la transformación de la tolerancia en una forma de tiranía en la cual las perspectivas religiosas parecen ser las únicas indignas de respeto y aceptación», en una sociedad «que alguna vez dijo ser cristiana».

Estas duras palabras fueron pronunciadas por el prelado en una reciente Eucaristía de conmemoración del aniversario de pontificado de Benedicto XVI, en la Catedral de Edimburgo. En la homilía, Mons. Conti comentó el evangelio en el cual Jesús anuncia que «ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre sea glorificado». El Arzobispo explicó que esa glorificación fue efectuada en la cruz, cuando Cristo selló una alianza nueva, distinta de la pactada en la antigüedad con el pueblo judío. En esta nueva alianza, los cristianos no somos salvados por la ley, sino por la fe en Jesucristo.

«La salvación no llega por la ley, ni siquiera la ley de Moisés», afirmó Mons. Conti, quien preguntó entonces qué es lo que un cristiano espera de la legislación. «¿Cuál es el lugar de la ley en la sociedad humana, en esa sociedad que Dios desea y Cristo vino a establecer?».

Tras mencionar como función de las leyes la protección de los derechos, el gobierno de la economía, la atención a los pobres y enfermos y el acceso a al educación, el Arzobispo señaló lo que la ley no debería buscar. «Ciertamente no es papel de la ley recrear nuestra sociedad de acuerdo a modas e ideologías pasajeras, ni redefinir la naturaleza ya sea en cuanto a las personas y sus derechos o sus instituciones naturales», enfatizó.

Mons. Conti señaló que la abundacia de leyes expresa una situación alarmante: «ya no podemos esperar que la generalidad de los ciudadanos actúen virtuosamente y de acuerdo a la conciencia». Por este motivo, el gobierno siente la necesidad de regir meticulosamente sobre todos los aspectos de la vida humana, temiendo la disloución de la sociedad en el caos moral.

«No debería ser así», afirmó el Arzobispo, recordando las palabras de la Sagrada Escritura: «Plantaré mi ley profundamente dentro de ellos, escribiéndola en su corazón». Una sociedad cristiana apunta a la formación interna, espiritual, de la persona, y en eso radica la sabiduría de la Iglesia, que cada vez es más ignorada por los sectores políticos.

Mons. Conti citó en esta homilía un llamado realizado por él mismo en una Eucaristía en la víspera de su posesión como Arzobispo: «Me gustaría pensar que la voz de la Iglesia no sera desdeñada como una voz del pasado distante, como si el pasado no tuviera relevancia en el presente, sino atendida como una tradición de sabiduría y experiencia de más de 2000 años de trato con la humanidad». Diez años después, manifestó: «Esa es aún mi esperanza».

El prelado explicó que ningún gobierno puede prevenir los actos de crueldad cometidos por ciudadanos sin formación moral, ni puede imponer límites para la libertad de conciencia de quienes, por ejemplo, se resisten a realizar o cooperar en un aborto. Con la misma persistencia con la que insiten en redactar todavía más leyes para suplir la conciencia informada de sus ciudadanos, las autoridades pretenden «redefinir el matrimonio sin referencia alguna a los hijos» y lo «equiparan a las uniones de hecho, contrario a la virtud de la castidad». Los gobernantes «intentan ser sabios» a fuerza de redactar e imponer normas, alejándose de la verdadera sabiduría.

«Nuestra sociedad descenderá más profundamente en la confusión ética y la desintegración moral», advitió Mons. Conti, «cuanto más aquellos en el Gobierno y el poder judicial retiren los amarres de la sociedad de los cabrestantes de la virtud».

El Arzobispo concluyó destacando el papel de Dios mismo en esta función orientadora de la Iglesia: «La Iglesia habla de ley natural (…) cuando reconocemos la ley escrita por el dedo de un Dios amoroso sobre nuestros propios corazones, por la gracia de Aquél que dijo: Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí«.

Gaudium Press / Miguel Farías

 

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