Redacción (Martes, 08-05-2012, Gaudium Press) En reciente investigación promovida por el Instituto Pro-Libro, coordinada por el Observatorio del Libro y de la Lectura y ejecutada por el Ibope, se concluyó que 55% de la población brasileña leyó un libro en los últimos tres meses y 35% de los brasileños afirman que les gusta leer en los tiempos libres. Este sería el honroso conjunto de brasileños que es considerado por los investigadores como «lectores». En esa augusta y noble categoría, la pesquisa constató que:
1) 79% tiene formación superior.
2) 55% son mujeres.
3) 52% afirman estar leyendo revistas.
4) 20% leen textos en internet.
5) 63% leen por placer, gusto o necesidad espontánea y afirman que el tema es el hecho que más influencia la elección de un libro.
6) 84% de los lectores prefieren hacerlo en lugares silenciosos; 86% prefiere leer en casa.
7) 17% afirma leer en otros idiomas (9% en inglés, 5%, español, 1%, francés y 1%, italiano); 40% de los que tienen curso superior afirman leer en otros idiomas (23% inglés, 13% español y 4% en francés).
8) 57% de los compradores de libros completaron la enseñanza media o la enseñanza superior.
9) 47% de los compradores de libros son de la clase C (ganan entre R$1.750 y R$7.500 reales al mes).
10) 45% de los lectores asiduos leen la Biblia, que es según la investigación, el libro más importante para el brasileño.
Metodología de la investigación
La investigación cuantitativa de opinión fue realizada con la aplicación de un cuestionario (con 60 ítems) estructurado por medio de entrevistas presenciales (con duración promedio de 60 minutos), realizadas en los domicilios. La muestra definida representa todo el universo de la población brasileña con cinco años de edad o más. Así, todo el territorio nacional fue cubierto con 5.012 entrevistas domiciliarias en todas las Unidades de la Federación (25% de ellas fueron fiscalizadas).
Fue definido, inicialmente, un número de entrevistas proporcional al tamaño de cada unidad federativa, teniendo como parámetro una unidad municipal/sectorial de 14 entrevistas por punto. El período de campo de la investigación fue entre 29/11 al 14/12/2007. El margen de error máximo estimado es de 1,4%, con un intervalo de confianza de 95% (o sea, si la misma pesquisa es realizada 100 veces, en 95 de ellas tendrá resultados semejantes). Se proyecta que la población estudiada fue de 172.731.959 de brasileños.
A la búsqueda de una solución…
El perfil del lector brasileño exige un comentario. ¿Qué decir que no sea banal o lugar común entre los autores? ¿Que se debe insistir en la importancia del hábito de la lectura desde los primeros años de la vida escolar? Es obvio. ¿Que incentivos fiscales a la industria y al comercio editorial en Brasil reducirían los costos de la impresión y facilitarían el acceso al libro por parte de la población? Es opinión común de los comentaristas. ¿Que los padres deberían educar a sus hijos en el gusto de la lectura? Nada más inequívoco para los progenitores que desean ver a sus hijos desarrollarse humanamente. Entonces, ¿qué decir?
Órganos gubernamentales y no gubernamentales vienen trabajando con mérito y ahínco para sanar el embotellamiento educativo en el país. Religiosos del Brasil entero han actuado en el ámbito social mientras evangelizan las comunidades carentes de los suburbios brasileños.
Entretanto, de modo general, me parece que algunas características esenciales del pueblo brasileño son totalmente olvidadas cuando se busca elevarlo del analfabetismo o del semi-analfabetismo a un nivel educativo que convenga con su privilegiada inteligencia.
¿Qué características son esas? Es innegable que es uno de los pueblos más inteligentes de la tierra. Tanto en el orden intelectual, por el modo de ser intuitivo, en cuanto al orden práctico (que acostumbramos llamar de ‘jeitinho’ – forma de ser), la agilidad brasileña ya es proverbial dentro y fuera de nuestros extensos límites territoriales. Ahora, por causa de esa intuición, un asunto -y también un libro- solo atrae la atención del brasileño, cuando él percibe que el tema tiene correlaciones o reversibilidades con sus curiosidades personales, así como con su vida práctica. El objeto visado tiene que estar relacionado con asuntos lo que a él le «guste» pensar. Así, me parece que es evidente que no sirve aplicar moldes extranjeros en la industria editorial brasileña. Sería más o menos como si intentasen vestir a nuestros compatriotas de esquimales o de beduinos del desierto…
Por otro lado conviene recordar que por causa de una sed común a todos los pueblos, pero por misterios de la Historia y designios de Dios es más acentuada en nuestros patricios, el hombre no busca «conocer por el simple conocimiento»; él busca admirar, y después de haberse embebido de admiración, él busca conocer lo que él admiró.
Así, el embotellamiento educativo del país solo será efectivamente resuelto con la presentación de «modelos de cultura». Para tener una idea de esa necesidad acentuada, sobre todo en la infancia y la juventud, un grupo de deportistas escoceses, durante el intervalo de los juegos fue televisado leyendo libros didácticos para niños, a fin de estimular al público pueril y correlacionar el prestigio del deporte con la asiduidad en la lectura. A través de ese modo, los niños y jóvenes escoceses pasaban a leer con más frecuencia. Todavía no se vio una iniciativa de ese género entre los deportistas brasileños.
Por otro lado, en Brasil, se alaba, y con razón, la habilidad de los pies, la belleza pasajera de los rostros y el desarrollo electrónico, pero el pensamiento, algo eminentemente superior, es relegado para el segundo plano de la admiración. Los dramas de nuestras películas y novelas hablan de crímenes, pasiones desenfrenadas, celos sin fin, pero no proporcionan arquetipos para estimular en la juventud hombres y mujeres de pensamiento y virtud; no se usa el poder de los medios de comunicación para estimular la lectura.
¿El lector ya vio algún enredo de nuestras telenovelas que estimulase las actividades intelectuales? O la historia cautivante de alguien que, a pesar de haber nacido en ambientes paupérrimos, con todas las condiciones adversas para progresar en la vida intelectual, venciese tales dificultades, por causa de la fuerza de voluntad y del amor a la cultura? La vida real está llena de esas biografías, pero el silencio respecto es patente. Hasta hoy no vi una trama así; si alguien vio, pido que me informe, porque estaría encantado que hubiese.
Hay también otro punto para reflexión: algunos de los libros indicados para la lectura en el período de la Enseñanza Media parecen ser tan aburridos, que aún siendo firmados por grandes nombres, no atraen la atención del brasileño. ¿Por qué no indicar historias de aventuras para atraer a los niños y no solamente romances que hacen las delicias de las niñas? ¿Por qué no se estimula a los neo-lectores a que se deleiten con las aventuras escritas por Julio Verne y otros autores del mismo género?
Todavía sobre el despertar del deseo de la lectura: si nuestro pueblo demuestra tanto interés por la literatura religiosa, ¿por qué no se busca a través de esa aptitud genuina, sana e invencible, estimular a los lectores a progresar también en su cultura? ¿Por qué no apelar al interés mayoritario de la población brasileña por los temas religiosos?
Bien sé que alguien puede mencionar la laicidad de nuestra sociedad como argumento contrario al estímulo de la literatura religiosa. Pero, si hay un innegable beneficio y una admirable literatura en ciertos textos como, por ejemplo, de un San Agustín o de un San Bernardo, de los Padres Vieira y Bernardes, o también de otro autor religioso clásico, ¿por qué no utilizar tales textos para estimular a los lectores brasileños? El uso de tales clásicos no atraería la mirada religiosa de nuestros patricios más que romances cuyo enredo a veces más parecen un plagio en el cual se toma el cuidado de cambiar el escenario y el nombre de los personajes?
Y como nuestro pueblo es sumamente religioso, el cristianismo, y especialmente la Iglesia Católica en Brasil, que ocupa todavía hoy en el panorama religioso nacional una preeminente influencia, ¿no podrían estimular a la pastoral de la lectura (religiosa de preferencia) como ya se hizo meritoriamente con tantos otros asuntos? A largo plazo, los frutos de esa «pastoral de la lectura religiosa» no serían más eficientes que ciertas otras formas inmediatistas?
Son preguntas que surgen a un espíritu en busca de soluciones factibles y eficientes. ¿Qué cree el lector?
Por Marcos Eduardo Melo dos Santos
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