Redacción (Viernes, 11-05-2012, Gaudium Press) Como la proa de un barco que surca los mares, así emerge la isla de Noirmoutier en las aguas del Atlántico, no lejos de la desembocadura del Loira.
Separada del continente por un estrecho brazo de mar, en 1770 se descubrió que era posible llegar hasta ella a pie durante la marea baja, recorriendo la distancia de una legua a través del fondo emergido del océano.
La Santa |
Aún así, el largo e incierto camino era sólo transitable durante cortos períodos y únicamente los más audaces se aventuraban a hacer la travesía.
Sin embargo, la valentía no era una cualidad ajena a los habitantes de esa región francesa, los cuales siempre se destacaron por su carácter intrépido y combativo, aliado a una fe sincera, robusta e inquebrantable.
En 1793, cuando el Terror asoló Francia, ese pueblo se mantuvo fiel a sus creencias. La religión se convirtió, en la víspera de la Revolución, su bien más valioso. «Que el mundo cambie a su alrededor, que la sociedad sea transformada, la monarquía derrumbada: los campesinos […] no se conmoverán demasiado. Pero que pongan la mano sobre sus iglesias, sus calvarios, sus sacerdotes, entonces se les verá levantarse, dispuestos a todo: a la muerte, al martirio».1
En enero del año siguiente, los patriotas se apoderaron de Noirmoutier por segunda vez y masacraron a toda la guarnición, así como a gran parte de la población civil. Todos los sacerdotes fueron fusilados y muchas iglesias fueron arrasadas hasta los cimientos.
Se llegó a contar en la isla unas 1.200 víctimas en los meses siguientes, dominados por el Terror.
Un lirio nacido durante la tempestad
Fue en ese ambiente de persecución que vino al mundo la hija de Anne Mourain y Julien Pelletier, en Noirmoutier, el 31 de julio de 1796, como un lirio de inocencia que brota en mitad de la tempestad.
El mismo día de su nacimiento sus padres la bautizaron en secreto, poniéndole el nombre de Rosa Virginia. Sólo al año siguiente, tras la llegada del primer sacerdote a la isla, pudo recibir la bendición de un ministro sagrado, confirmando la validez del sacramento que de forma tan sencilla había recibido.
La infancia de la pequeña Rosa estuvo marcada a fondo por esos acontecimientos. Sus padres, originarios de Soullans, se habían mudado a Noirmoutier en 1793, debido a las sospechas levantadas por su dedicación a los sacerdotes amenazados de aquella ciudad. Por otra parte, todos los religiosos que ejercían su ministerio en la isla, y con los que la niña estaba en asiduo contacto, eran auténticos confesores de la fe y habían enfrentado numerosas tribulaciones por amor a la Iglesia.
Tales personajes adquirieron a los ojos de Rosa Virginia una luz especial, como sólo el sufrimiento puede dar, grabando de forma indeleble en su infantil corazón el valor y la dignidad del sacrificio y del heroísmo. Estas impresiones ejercieron una influencia muy grande en el desarrollo de su personalidad y sobre todo en la completa aceptación con la que más tarde correspondería a la llamada de la Providencia.
«Será necesario doblegarme, pero seré religiosa»
De hecho, la voz de Dios se hizo oír muy pronto en el fondo de su alma pura y generosa. En 1807, poco después de la Primera Comunión, oyó con nitidez, en su interior, la llamada a las vías de la perfección.
Sabía, no obstante, que para lograr ese objetivo tendría que vencer rudas batallas, entre las cuales la más ardua de todas sería librada contra un terrible adversario: su temperamento.
Poseía un carácter muy vivo, que a veces la conducía a ciertos excesos, en la impertinencia de las respuestas y en el deseo de hacer su propia voluntad. Sin embargo, su conciencia le llevaba enseguida al arrepentimiento de la falta cometida y a repararla con penitencias.
La Santa en su juventud |
Un compañero mudo -¡pero cuán elocuente!- influía también en el espíritu de la pequeña, causándole una saludable impresión: el mar… Paseando por la costa, se extasiaba en la contemplación de esa inmensa alfombra acuática, cuyas olas sucesivas arremetían furiosamente contra las rocas. La vida que se abría ante ella le parecía un océano encrespado, lleno de riesgos e incertidumbres, contra los cuales sólo prevalecería el que supiera combatir.
La lucha sin cuartel contra sus propios defectos procedía de esa aguerrida concepción de la existencia y de la deliberación irrevocable de realizar el ideal ya propuesto, como ella misma confesó a una de sus hermanas, a quien le había sido confiada su educación: «Será necesario doblegarme, lo sé, pero seré religiosa».2
Dios prueba a quien ama
Dios prueba desde muy temprano a los que ama. No faltó en la infancia y adolescencia de Rosa Virginia tal signo de predilección. En 1805 perdió a su hermana preferida, Victoria Emilia, y al año siguiente a su padre.
La muerte de Julien Pelletier hizo que recayera sobre su viuda el peso de la formación de sus hijos. A la vista de las dificultades con las que se encontró, determinó regresar a Soullans y confiar los estudios de Rosa Virginia a una amiga de la infancia, la Madre Pulchérie Chobelet, fundadora de la Asociación Cristiana, destinada a la educación de la juventud, en Tours. La niña, que contaba por entonces con 10 años, tuvo que abandonar su querida isla de Noirmoutier y separarse de su familia.
El ambiente del centro educativo estaba muy lejos de proporcionarle las consolaciones de la intimidad de su hogar, pues la Madre Pulchérie trataba a las alumnas con excesiva severidad. Sin embargo, Dios se servía de esta situación para modelar el alma de Rosa, preparándola para su gran misión. Antes de convertirse en fundadora y superiora, era necesario que se ejercitara en la obediencia y aceptase las humillaciones como medio eficaz de doblegar su propia voluntad; obedecer con verdadera sumisión, para después mandar con auténtica autoridad.
El sueño se transforma en una invitación
Sin embargo, el fruto más grande de su estancia en Tours fue la explicitación de su vocación. Cerca del lugar donde vivía, un edificio de muros austeros intrigaba el espíritu de la joven, causándole una inexplicable atracción. Era el Refugio de Nuestra Señora de la Caridad, que pertenecía a la congregación fundada por San Juan Eudes para acoger a jóvenes mujeres de mala vida o en dificultad, deseosas de reparar las caídas del pasado y comenzar una nueva etapa.
El carisma de la institución iba al encuentro de las aspiraciones del corazón de la adolescente, que ardía por conquistar almas para Jesús. Su sueño de vida religiosa se transformaba ahora en una invitación clara para entregarse a Dios dentro de la obra de San Juan Eudes.
El 20 de octubre de 1814, Rosa Virginia Pelletier ingresaba como postulante en el Refugio de Tours. Durante los primeros meses la joven de 18 años ya había sorprendido a la comunidad, demostrando que poseía una madurez muy superior a la que se podía esperar a su edad. Entonces recibió el encargo de enseñar el catecismo a las penitentes , es decir, a las chicas que habían sido acogidas allí para enmendarse. Desempeñó su papel con éxito, dando rienda suelta al entusiasmo de su apostólica alma.
Había llegado el día de su admisión en el noviciado, donde como postulante vestiría el hábito blanco de la congregación y escogería un nuevo nombre. La elección de Rosa Virginia recayó sobre Santa Teresa de Jesús, a quien admiraba mucho.
No obstante, la superiora era de otra opinión y, con la intención de darle una lección de humildad, le objetó: «¿Vos queréis el nombre de tan gran santa? ¿Pretendéis igualarla, pobrecita aspirante a la perfección religiosa?».
Y sentenció: «Id a buscar en la Vida de los Santos el nombre más humilde y escondido que haya».3 Rosa obedeció sin murmurar y eligió como patrona a Santa Eufrasia, una religiosa de vida muy sencilla.
En todo momento, la Hna. María Eufrasia era de una flexibilidad excepcional con respecto a sus superioras. En las horas de recreación, no obstante, revelaba su jovialidad, desdoblándose en delicadezas con sus hermanas ancianas e irradiando a su alrededor la alegría desbordante de su alma.
«No puedo recordarla sin que se renueve en mí la dulce reminiscencia de las virtudes heroicas, que la vi practicar como novicia, dando a las madres veteranas la esperanza de ser la gloria y honra de nuestra congregación»,4 escribía una de sus compañeras.
Superiora del Refugio de Tours
Tras su profesión religiosa, en 1817, la Hna. Eufrasia recibió la delicada tarea de maestra de las penitentes . Dotada de un equilibrado carisma de dirección, no tuvo recelo de juntarse a sus subalternas en las conversaciones y paseos, ingeniándoselas para distraerlas. No obstante, cuando se trataba de la Ley de Dios se mostraba tan severa e inflexible que preferían cualquier penitencia a una sola mirada de reprobación de su maestra. «Tenía un no sé qué de imponente y de atrayente a la vez que se ganaba todos los corazones»,5 comentaba uno de sus confesores. De este modo, amada y respetada, adquirió dentro de su comunidad gran consideración que iba en aumento, hasta el punto de que cuando en 1825 se reunió el Capítulo para la elección de una nueva superiora fue elegida por unanimidad, antes de cumplir los 29 años.
La Santa en su edad madura |
La elevación al cargo contundía su humildad y sus propósitos de obediencia. Sin embargo, la consideración de su propia nada no le impedía ejercer la autoridad con firmeza, como se demostró en su decisión de instituir las Magdalenas .
Durante los años de experiencia entre las penitentes , había constatado con pesar que muchas de esas jóvenes, sinceramente convertidas, deseaban completar su enmienda de vida abrazando el estado religioso.
Pero no encontraban ningún instituto que las aceptasen. Por eso la santa veía la urgencia de erigir una congregación, sufragánea del Refugio, destinada a acoger esas vocaciones.
Fueron muchos los obstáculos que el Consejo de la Comunidad presentó cuando la Madre María Eufrasia les hizo partícipe de su proyecto fundacional. Sin embargo, convencida de estar siguiendo una inspiración del Espíritu Santo, declaró: «Me habéis nombrado superiora: soy indigna de ello, estoy confusa; pero en fin, ya que soy la superiora, fundaremos las Magdalenas «.6
En poco tiempo la nueva obra tomó vida y el número de vocaciones sobrepasó las expectativas de la fundadora.
El Buen Pastor de Angers
La osada empresa estaba, no obstante, muy por debajo de la insaciable sed de almas de la Madre María Eufrasia, cuyas realizaciones nunca parecían estar a la altura de sus propios anhelos apostólicos. Se diría que la Tierra era demasiado pequeña para la medida de su celo, pues su ardoroso espíritu participaba en cierto sentido del infinito amor de Jesús por los pecadores.
Con todo, Dios, que alimentaba tales deseos en su corazón, no dejaría de proporcionarle los medios para que se cumpliesen. En 1829 las hermanas de Tours fueron invitadas a abrir un Refugio en la ciudad de Angers e instalarse en el antiguo edificio del Buen Pastor. Sobrecogida de viva alegría, la Madre Eufrasia aceptó enseguida y se desplazó hasta allí, con el objeto de organizar el incipiente monasterio. Los primeros meses fueron duros, debido a la falta de recursos materiales; pero, superados estos obstáculos, comenzó «la era de los milagros» 7 para el Refugio del Buen Pastor: llovían los donativos, las vocaciones se multiplicaban y se erigió una hermosa capilla.
Una vez establecida la nueva comunidad en Angers, la santa Madre alimentaba el sueño de ampliar la actuación de su Orden más allá de las fronteras de Francia y de Europa.
Mas el hecho de que cada monasterio de la congregación tuviese autonomía administrativa ocasionaba falta de unidad y presentaba muchas dificultades a la expansión de la obra.
Existía la imperiosa necesidad de dar a las novicias una formación uniforme, bajo una única autoridad, de manera a mantener la cohesión entre las diversas fundaciones en el mundo entero. Era preciso reunir todas las casas bajo un único generalato.
La oportunidad se presentó en 1833, con motivo de la apertura de un monasterio en Le Mans. Con la aprobación del obispo de Angers y el acuerdo unánime del Capítulo, se determinó que la nueva fundación permanecería dependiente de la Casa Madre de Angers, a cuya superiora la nueva comunidad le debería obediencia.
La misma Constitución fue aplicada, en los años siguientes, a otras fundaciones y el generalato se convirtió en un hecho consumado en la orden, a la espera de la aprobación de Roma.
Ésta llegó el 3 de abril de 1835, por medio de un Breve Apostólico, en el que el Papa Gregorio XVI declaraba a la superiora de Angers, Madre General de todos los monasterios de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor.
Hija de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana
En los dos años de expectativa de la aprobación pontificia, muchos sufrimientos se abatieron sobre la Madre Eufrasia, debido a la acérrima oposición del Refugio de Tours, por parte de los padres euditas, y de numerosos obispos, en cuyas diócesis estaban instaladas las casas de la congregación.
Sin embargo, los hechos no tardarían en darle la razón a la fundadora: la Obra del Buen Pastor se desarrolló prodigiosamente, difundiéndose por los cinco continentes, de tal manera que cuando falleció había dejado 110 monasterios donde vivían en armonía hermanas profesas, novicias, Magdalenas, penitentes y otras tantas categorías de jóvenes, con un total de casi 20.000 hijas espirituales.
El 24 de abril de 1868, tras una larga enfermedad, soportada con admirable paciencia, la Madre Eufrasia entregaba su alma a Dios. En aquel rostro sufrido e inánime, en el que poco quedaba de juvenil belleza, se reflejaba, no obstante, el espíritu de una verdadera esposa de Jesucristo, hija fiel de la Iglesia, en la que no hubo fraude. Su último holocausto fue el epílogo victorioso y feliz de una noble existencia, vivida tan sólo para la gloria del Altísimo.
Unión entre los pecadores y la divina misericordia
Al Creador le complace en ocasiones avergonzar a los sabios del mundo (cf. 1 Co 1, 27-28) escogiendo a criaturas débiles desde el punto de vista humano para la realización de grandes obras. Con todo, otras veces, se gloría de llamar a su servicio a personas de naturaleza muy bien dotadas, cuyas cualidades ensalza, derramando con abundancia su gracia sobre ellas.
Rosa Virginia Pelletier pertenece a esta segunda categoría de almas. Viva e intrépida, de porte elegante y hermosa fisonomía, en la que se reflejaban un alma clara y un raciocinio lógico y perspicaz, representaba, en sus primeros años, el prototipo de la joven francesa. Al calor de los rayos del amor divino, la niña temperamental se transformó en la «mujer fuerte» (Eclo 26, 2), de espíritu maduro y temple férreo, como tan bien lo expresan las siguientes palabras pronunciadas por Pío XI durante la reunión general de la Sagrada Congregación de los Ritos, del 31 de enero de 1933, en la que fue aprobada su beatificación: «No le falta nada de lo que se llama grandeza humana y que se multiplica indefinidamente, cuando esa grandeza se consagra no a cosas humanas o de iniciativa caducas, sino a cosas sobrenaturales, celestiales, divinas. No le falta nada: ni el esplendor de los grandes y vastos pensamientos, ni los ejemplos de voluntad operosa y creadora; en ella hay un verdadero talento organizador, una fuerza, una perseverancia de voluntad consciente y victoriosa de todos los obstáculos y dificultades».8
Semejante a su isla natal de Noirmoutier, Santa María Eufrasia supo ser el istmo entre la multitud de almas aisladas por el pecado, o azotadas por el mar de las tentaciones, y el continente seguro y acogedor de la misericordia divina. También contra ella se abatieron los grandes oleajes de la adversidad, de la aridez, de la persecución y de la angustia, que no lograron debilitarla; antes bien, conservó siempre un equilibrio admirable, una noble e inmutable serenidad, segura de poder contar con la benevolencia de Dios.
Por la Hna. Clara Isabel Morazzani Arráiz, EP
____
1 BILLAUD, Auguste. La guerre de Vendée . Fontenayle- Comte: Lussaud, 1972, p. 11.
2 GEORGES, CJM, Émile. Sainte Marie-Euphrasie Pelletier . París: P. Lethielleux, 1942, p. 11.
3 Ídem, p. 31.
4 MADRE MARIA DE SANTO ESTANISLAU KOTSKA BEDOUET. Lettre a Soeur Marie des Anges Vallois , apud PEDREIRA DE CASTRO, CM, Jerónimo. Santa Maria Eufrásia Pelletier . Petrópolis: Vozes, 1941, p. 47.
5 PORTAIS, Ch. La venerable Mère Marie de Sainte Euphrasie Pelletier , apud GEORGES, op. cit., p. 41.
6 ACTES DU PROCES DE CANONISATION: Positio, super virt., apud GEORGES, op. cit., p. 50.
7 MADRE MARIA DE SANTA EUFRÁSIA PELLETIER. Entretiens et Instructions de la Réverende Mère Marie de Sainte Euphrasie Pelletier, Fondatrice du Généralat de la Congrégation du Bon Pasteur d’Angers, precédés d’une notice sur sa vie, apud GEORGES, op. cit., p. 71.
8 PÍO XI. Decreto di tutto , de 31/01/1933, apud PEDREIRA, op. cit., p. 355.
Deje su Comentario