sábado, 23 de noviembre de 2024
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El hedonismo sufridor y la caritativa felicidad

Redacción (Lunes, 14-05-2012, Gaudium Press) Sócrates hablaba de la ‘eudaimonia’, refiriéndose al hombre que busca la felicidad como un principio de vida. En verdad, estamos siempre en su búsqueda. Es muy raro, o prácticamente inexistente, aquel que no desea ser feliz, o que no quiere ver el saludable sentimiento de alegría estampada en el rostro de aquellos que lo rodean. Sin embargo, ser verdaderamente feliz, no significa la permanente ausencia de dificultades en esta vida, sino convivir con ellas, superarlas, dejarse purificar y vencer por el constante apelo a la conversión.

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Muerte de Sócrates

Imagine cuál de estos dos personajes podría ser objeto de mayor admiración: Un marinero que pasó por tempestades y tormentas, con el rostro marcado por la aventura y las dificultades que enfrentó… o un barquero de agua dulce que rema en aguas mansas y se duerme tranquilo… La vida pasa por las dificultades de nuestro marinero, y hay que remar contra la marea, contra el viento y las tempestades, que son los sufrimientos de la vida. Entretanto, la mentalidad hedonista del hombre contemporáneo, tiende más a identificarse con el segundo elemento, el barquero… cuya vida mansa no quiere ser interrumpida por nada que quiebre las delicias y los placeres, donde hasta incluso remar un poco, cuesta mucho.

La fuga del infortunio provoca generalmente un fenómeno adverso e inevitable. Pregúntese, ¿quién tiene más experiencia en la vida, si nunca pasó por una enfermedad, infelicidad, problemas…? Una vez que el hombre se depara delante de ellos, no se tornan vanos, y se tiene la posibilidad de tornar a las personas más maduras, y a veces hasta más felices. La patente alegría que existe cuando un dolor pasó, es mayor que cuando permanecemos sin el cuadro doloroso; una enfermedad superada, trae una satisfacción agregada. El desafío sobrepasado, mayor júbilo. Lo que significa que la dificultad pasajera podrá ser un puente para un estado de felicidad mayor que lo que la estabilidad permitiría.

Al final, el dolor y el sufrimiento también parecen ser necesarios para que se manifiesten algunos de los sentimientos más elevados del ser humano, tales como el amor y la alteridad. Por ejemplo, la atención que es dedicada a alguien cuando está enfermo o sufriendo. Físicamente la persona puede no estar bien, pero es sensible al hecho de que el cariño y la atención a ella aumentaron. Por otro lado, nuestro amor por los otros también se dilata, cuando vemos que están necesitados o con sufrimientos. Y la solidaridad se vuelve realidad, o mejor, caridad, delante de la perspectiva de todos aquellos pequeñitos, a los cuales Jesús dedica su pedido de atención (Mt 25, 40): «Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí.»

Por el Padre José Victorino de Andrade, EP.

 

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