Sansepolcro (Martes, 15-05-2012, Gaudium Press) «Pese a que el tiempo está un poco feo, nuestro corazón está lleno de luz, calor y alegría», fueron las palabras del Papa a su llegada a Sansepolcro el domingo pasado. El Pontífice fue recibido bajo la lluvia, pero con gran calor y aplausos en la Plaza Torre di Berta al sonido de las campanas de las iglesias.
Después de cancelar su visita a La Verna, con un horario diferente y no sin algunos problemas, Benedicto XVI pudo realizar el programa de la tercera etapa de la visita pastoral a la Diócesis de Arezzo, profiriendo un discurso a los ciudadanos presentes en la plaza. A la ciudad que celebra mil años de la propia y particular fundación que invita a la «justicia y paz», el Santo Padre reafirmó la necesidad del empeño del laicado en la vida pública con los valores cristianos.
«Hoy en día hay una especial necesidad de que el servicio de la Iglesia al mundo se exprese con laicos aclarados, capaces de actuar dentro de la ciudad del hombre, con la voluntad de servir más allá del interés privado, más allá de las visiones de parte. El bien común cuenta más que el bien del individuo, y compete también a los cristianos contribuir para el nacimiento de una nueva ética pública», dijo el Papa dando ejemplo del nuevo beato italiano laico, Giuseppe Toniolo.
«El ideal de vuestros fundadores llegó hasta nuestros días y constituye no solamente el eje de la identidad de Sansepolcro y de la Iglesia diocesana, sino también un desafío a conservar y promover el pensamiento cristiano, que está en el origen de esta Ciudad». La invitación del Papa para construir una ciudad «justa y verdadera» está ligada a la historia y tradición cristiana de la ciudad que hace mil años fue fundada por los santos peregrinos Arcano y Egidio. Después de una peregrinación a Tierra Santa, instituyeron esta ciudad con el deseo de construir «la civitas hominis» a imagen de Jerusalén que, en su propio nombre invoca la justicia y la paz». Un proyecto que también llama la atención para la gran visión de la historia de San Agustín en la obra «La Ciudad de Dios»», observó el Santo Padre.
Al final del discurso Benedicto XVI invitó a los jóvenes a «contraponer el empeño y el amor por la responsabilidad» y a «no cerrarse en sí mismos, sino encargarse de los otros». «A los jóvenes -dijo el Papa- hago la invitación para saber pensar grande: ¡Tened el coraje de ser osados! Estad listos a dar nuevo sabor a toda la sociedad civil, con la sal de la honestidad y del altruismo desinteresado. Es necesario reencontrar sólidas motivaciones para servir al bien de los ciudadanos».
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