San Pablo (Martes, 15-05-2012, Gaudium Press) El gregoriano nació en la aurora de la Edad Media con la compilación de algunos himnos usados por la cristiandad primitiva y por orden del Papa San Gregorio Magno (590-604). Esa colección de cánticos eclesiásticos pasó para la Historia con el nombre de canto «gregoriano» en homenaje al virtuoso Pontífice.
Concilio y Papas
Pasados tantos siglos de su surgimiento, el Concilio Vaticano II definió el gregoriano «como el canto propio de la liturgia romana», destinado a la acción litúrgica en «primer lugar» (Sacrosanctum Concilium, 116). En razón de eso los padres conciliares buscaron estimular a los fieles a «cultivar con sumo cuidado el tesoro de la música sacra» recomendando de manera ingente la formación de schola cantorum «en los Seminarios, noviciados y casas de estudio de religiosos de ambos sexos, así como en otros institutos y escuelas católicas» (Idem, 114-115).
Años más tarde, el Papa Juan Pablo II reafirmó esa primacía del gregoriano: «en lo referente a las composiciones musicales litúrgicas, hago mía la ‘regla general’ formulada por San Pío X en estos términos: ‘Una composición religiosa es tanto más sagrada y litúrgica cuanto más se aproxima -en el andamiento, la inspiración y el sabor- de la melodía gregoriana; y es tanto menos digna del templo cuanto más se distancia de ese modelo supremo» (Quirógrafo de Juan Pablo II sobre la Música Litúrgica, 12).
San Agustín
Testigo del relevante papel que la música sacra tiene en la vida espiritual de los católicos desde los primeros tiempos del cristianismo, San Agustín en una de sus más célebres obras, «las Confesiones», afirmó que el contacto con las piadosas melodías litúrgicas de las ceremonias presididas por San Ambrosio, lo ayudaron a encontrar el camino de la Verdad: «¡Cuánto lloré oyendo vuestros himnos, vuestros cánticos, los acentos suaves que resonaban en vuestra Iglesia! ¡Qué emoción me causaban! Fluían en mi oído, destilando la verdad en mi corazón. Un gran impulso de piedad me elevaba, las lágrimas me corrían por el rostro, y me sentía plenamente feliz» (Confessionum, 9, 6: PL 769,14.).
Admiración
Movidos por la admiración para con el cántico oficial de la liturgia católica, los Heraldos del Evangelio buscan divulgar en Brasil este inestimable tesoro litúrgico. Por eso publicaron una obra que reúne a los más bellos cánticos gregorianos, deseando favorecer que esas melodías sacras resuenen en los templos de la Tierra de la Santa Cruz para el bien espiritual de los fieles y la glorificación de Jesús Eucarístico, conforme las recientes orientaciones litúrgicas dadas por el Papa Benedicto XVI: «En el arte de la celebración, ocupa lugar de destaque el canto litúrgico. […] Como elemento litúrgico, el canto debe integrarse en la forma propia de la celebración; consecuentemente, todo -en el texto, la melodía, la ejecución- debe corresponder al sentido del misterio celebrado, a las varias partes del rito y los diferentes tiempos litúrgicos. En fin, aún teniendo en cuenta las distintas orientaciones y las diferentes y ampliamente alabables tradiciones, deseo -como fue pedido por los padres sinodales- que se valore adecuadamente el canto gregoriano, como canto propio de la liturgia romana» (Sacramentum Caritatis, 42).
El libro
El libro contiene 282 páginas y fue recientemente publicado en San Pablo, Brasil, por la Editora Lumen Sapientiae. Los interesados en conocer esta obra pueden hacer sus pedidos por carta (Calle Dom Domingos de Sillos, n° 238 – CEP: 02526-030 – San Pablo -SP), por teléfono (11) 4419-2311 o al e-mail: [email protected].
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