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Reconocidas las virtudes heroicas del Siervo de Dios Francisco de Paula Víctor, sacerdote brasileño

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 16-05-2012, Gaudium Press) El jueves pasado entre los compromisos en la agenda del Papa hubo una visita regular del prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato para la firma de los decretos que dicen respecto a las varias etapas de los procesos de los Siervos de Dios, y entre los cuales Benedicto XVI autorizó la promulgación de las virtudes heroicas del Siervo de Dios Francisco de Paula Víctor, sacerdote diocesano brasileño del siglo XIX. Entre las particularidades hubo la extensión del antiguo culto local alemán a aquel universal de Santa Hildegarda de Bingen inscribiéndola en el catálogo de los Santos, informó el boletín de promulgación de los decretos de la Congregación de las Causas de los Santos.

pvbio.jpgEl jueves de mañana el Santo Padre firmó los dos decretos sobre milagros que abren el camino para la beatificación de los dos Siervos de Dios: Tommaso Olera, en el siglo Tommaso Acerbis, laico profeso italiano de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos de los siglos XVI y XVII; María Troncatti, hermana profesa italiana de la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora, nacida en Córteno Golgi, Italia el día 16 de febrero de 1883 y muerta en Sucúa, Ecuador el 25 de agosto de 1969.

También fueron promulgados los cuatro decretos sobre el martirio de los Siervos de Dios: Federico Bachstein y 13 Compañeros, de la Orden de los Frailes Menores, muertos por odio a la fe, en Praga, República Checa el 15 de febrero de 1611; Castaño González y Giuseppe María González Solís, Sacerdotes profesos de la Orden de los Frailes Predicadores muertos por odio a la fe en Bilbao, España el 2 de octubre de 1936; Giacomo Puig Mirosa y 18 Compañeros de la Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, además de Sebastián Llorens Telarroja, laico, muertos por odio a la fe, en varias localidades de España, entre los años 1936 y 1937; Odoardo Focherini, laico, nacido en Carpi, Italia el 6 de junio de 1907 y muerto por odio a la fe en Hersbruck, Alemania el 27 de diciembre de 1944.

Con su firma el Papa autorizó la promulgación de las virtudes heroicas de los Siervos de Dios:

Odoardo Focherini, laico italiano muerto en Alemania; Raffaello Delle Nocche, obispo italiano de Tricarico, Fundador de las Hermanas Discípulas de Jesús Eucarístico; Federico Ireneo Baraga, primer obispo de Marquette, actual Eslovenia y muerto en los Estados Unidos; Pasquale Uva, sacerdote diocesano italiano; fundador de la Congregación de las Hermanas Siervas de la Divina Providencia; Baldassarre Emmanuel Pardal Vidal, sacerdote diocesano español, fundador del Instituto Secular de las Hijas de la Natividad de María; Francisco de Paula Víctor, sacerdote diocesano brasileño; Giacomo Sevin, sacerdote profeso francés de la Compañía de Jesús, fundador de los «Scouts de France Catholiques» y de la Congregación de las Hermanas de la Santa Cruz de Jerusalén; María Giuseppa del Ss.mo Sacramento, al siglo, María Giuseppa Recio Martín, española, fundadora de la Congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús; Miriam Teresa Demjanovich, hermana profesa norteamericana de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Isabel; Emilia Engel, alemana del Instituto Secular de las Hermanas de María de Schönstatt; Rachele Ambrosini; y María Bolognesi, laicas italianas.

El acto de inscripción de Santa Hildegarda de Bingen en el catálogo de los Santos es el resultado del estudio del proceso de canonización, realizado en la Edad Media. Es un caso raro en la causa de los Santos tratados por la Congregación. Santa Hildegarda fue una monja profesa alemana y mística de la Orden de San Benito, nacida en Bermershein en 1089 y muerta en Rupertsberg el día 17 de septiembre de 1179, en Alemania. En la carta al Cardenal Hermann Volk, obispo de Mainz, por ocasión del 800° aniversario de su muerte, el 8 de septiembre de 1979, el Papa Juan Pablo II confirmó la santidad de su vida.

La biografía de Mons. Francisco de Paula Víctor

Fue en el día 12 de abril de 1827, en la pequeña ciudad de Campanha, al sur del Estado de Minas Gerais, en la hacienda de la señora Mariana de Santa Bárbara Ferreira, que la esclava Lourença Justiniana de Jesús dio a luz un niño, que fue bautizado el día 20 del mismo mes con el nombre de Francisco de Paula Víctor. Como el día 12 de abril el Martirologio [catálogo de los mártires que fueron santificados por la Iglesia] indicaba, entre otros, el nombre de San Víctor, se cree que de ahí se haya originado su apellido.

padrevictor.jpgEn la hacienda de D. Mariana, su madrina y educadora, Francisco creció, siempre admirado y amado por todos. Era un niño robusto, lleno de salud y obediente. Su carácter piadoso lo hacía espejo para los demás. Habiendo sido extremamente pobre, nunca abandonó la modestia y la disciplina.

Se cree que él no haya sido criado como cautivo, por el hecho de su madrina y señora D. Mariana, propietaria de la hacienda haber sido abolicionista.

Todavía joven, Francisco de Paula Víctor aprendió el oficio de sastre. Pero a los 21 años de edad, sintió otro deseo: el de ser padre. Así, aprovechando la visita a su ciudad de Mons. Antonio Ferreira Viçoso, obispo de Mariana, el joven sastre fue hasta él, confesándole el deseo y la vocación religiosa. Mons. Viçoso, certificado de sus buenas intenciones, nada más hizo sino animarlo en el digno propósito de tornarse un sacerdote. Después lo aconsejó a estudiar latín y música. Ayudado por su madrina y «señora», Victor se dedicó con mucha perseverancia, al inicio con dificultad, pero en pocos meses de dedicación, ya dominaba ambas materias.

Víctor seminarista

Así, el 5 de junio de 1849, apareció en el Seminario de Mariana un negrito corpulento, de cara aplastada, nariz esparramada y muy perezoso.

Vestido pobremente, suponían los seminaristas que aquel muchacho feo venía para ser ayudante en la cocina o para cualquier otro servicio subalterno.

Al saber los colegas seminaristas que el negro era como ellos, un estudiante y candidato al sacerdocio, se quedaron atónitos, su admisión en el Seminario causó desagrado a los estudiantes orgullosos. Fue necesaria la intervención del obispo de Mariana, Mons. Viçoso, para calmar los ánimos de los exaltados seminaristas, diciendo a ellos que aquel negro poseía alma purísima.

Una vez que el obispo lo admitiera en el seminario, en medio de ellos, los blancos, y no en la cocina o en la cochera, como querían, comenzaron a menospreciarlo, a reducirlo a mero criado. E incrementaron las humillaciones:

-«Perezoso, limpie mi ropa».

-«Mono, arregle esa cama».

-«Sí, señor. Es para eso mismo que yo vine» respondía Francisco y sin ninguna renuencia el humilde estudiante negro, ejecutaba las recomendaciones recibidas.

Esa docilidad le valió, en seguida, el afecto y el cariño de todos los seminaristas, que pasaron a considerarlo, dedicándole respeto y atención. Nadie más se avergonzaba de su compañía, y todos con él se codeaban, fraternalmente.

Francisco de Paula Víctor fue ordenado por Mons. Viçoso, el 14 de junio de 1851, a los 24 años de edad. Permaneció, después de ordenado, casi un año en Mariana, siendo, entonces, nombrado vicario de la ciudad de Tres Puntas, también Minas Gerais, el 18 de junio de 1852.

Asumiendo la dirección espiritual de los trespontanos, sintió luego que más allá de la práctica religiosa, era necesario dar instrucción al pueblo. Y, sin auxilio alguno de los poderes públicos, Padre Víctor, como pasó a ser conocido, fundó el Colegio Sagrada Familia, donde los alumnos encontraron además de la instrucción el vestuario y, sobre todo, el ejemplo práctico de las más edificantes y sólidas virtudes.

Padre Víctor fue director y profesor del Colegio por más de 30 años, contando siempre con la colaboración gratuita de diversos profesores de aquella región.

Fueron numerosos los estudiantes, unos internos y otros en régimen semi-abierto, admitidos en el Colegio, gratuitamente. Afirma un historiador campañense que, en el año 1874, nada menos que 186 alumnos estaban allí recibiendo educación y formación. Padre Víctor hizo de muchos hijos de familias pobres, hombres de cultura que pasaron a sobrevivir de la inteligencia y la educación que allí recibieron.

Durante 53 años de ininterrumpida actividad, Padre Víctor fue el párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Ayuda, de la ciudad de Tres Puntas, nunca dejando a los fieles sin la celebración de la misa dominical.

La fama de «ciudad piadosa y acogedora» de que goza Tres Puntas, hasta hoy, es, en gran parte, debida a ese generoso protector y bienhechor.

La modestia de su trato, la bondad de su mirada, la humildad de su palabra, toda su vida, en fin, tan simple y pura, demostraban la nobleza de su carácter. Para él todas las felicidades del mundo se concentraban en servir a Dios, en vivir el Evangelio de Jesús, amando al semejante sin pretensiones.

Su residencia era un verdadero «hotel», principalmente de los pobres, que allí dormían y se rehacían, restableciendo sus condiciones físicas y espirituales. Muchos leprosos fueron por allí hospedados y tratados con dignidad y amor.

Narra el Sr. Francisco Antonio Rabelo de Mesquita, entonces acólito de Padre Víctor, que cierta mañana el vicario salía para la iglesia, cuando la criada le comunicó que no había ni café ni azúcar. Él no tuvo dinero para dejarle, a fin de que comprase lo que faltaba.
La misa fue celebrada en homenaje a una persona fallecida en otra localidad. Quien la solicitó dio la ofrenda en un sobre cerrado.

«Son suyos»

Volviendo para casa, Padre Víctor fue abordado por una mujer que le imploraba cierta cuantía para adquirir remedio para el hijo enfermo, pues el farmacéutico no le permitía el pago posterior de la medicación. En la misma hora el vicario sacó del bolsillo el sobre cerrado y lo entregó a la mujer. Minutos después, ella lo busca en su residencia para devolverle el sobre, ya que en él la cuantía existente era mucho mayor que el valor del remedio.

«Son suyos, ya los di», replicó el noble sacerdote.

Vivía en extrema pobreza. Todo lo que ganaba la daba a los pobres. Cierta vez, una señora llamada Joana, su vecina, hizo un plato de calabaza de agua y mandó a una persona llevársela a su hermana. Entretanto, el emisario no entendió bien y llevó el alimento al Padre Víctor. Al saber de lo sucedido, D. Joana fue a pedirle disculpas por haber él recibido un plato tan simple, y él agradeció diciendo que fue muy bueno y providencial, porque en aquel día él estaba con hambre y no tenía nada para comer. Y, habiendo comido aquel plato de calabaza quedó muy feliz.

Dijo Jesús: «Curad a los enfermos; expulsad a los demonios; dad gratis lo que gratis recibisteis; amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos; no poseáis ni oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni zapatos, ni personal, porque digno es el obrero de su alimento».

Así buscó hacer Francisco de Paula Víctor, transformándose en el pilar de los desfavorecidos, en el sostén de los hambrientos, en el consuelo de los afligidos y en la esperanza de los atribulados, viviendo para servir, sin ninguna preocupación en ser servido.

Abrazó la bandera de un ideal para vivirlo. Fue un hombre consciente de sus responsabilidades. Se preparó, no para mandar que los otros hicieran, sino para hacer de su vida un espejo, a fin de que pudiese reflejar su ideal.

Tres Pontas 167s.jpgDurante los 78 años en que ocupó su vivienda carnal, intentó ser siempre fiel a Jesús. Nunca a su puerta se cerró para las necesidades ajenas.

El brillo de la virtud en la ancianidad

En 1903, ya muy anciano, Padre Víctor fue a la ciudad de Poços de Caldas, en busca de mejoría para su salud bastante precaria. Cerca de dos años después de su regreso de esta ciudad, se agravaron sus sufrimientos, viniendo a desencarnar a las 22:00 horas del día 23 de septiembre de 1905, quedando insepulto por tres días, expuesto a la visitación pública, de su cuerpo, exhalaba perfume. El funeral contó con la presencia de más de tres mil personas.

En 1929, la población levantó en la Plaza, que tiene su nombre, una «Herma» conteniendo los siguientes dichos: «Su vida fue un evangelio, su memoria la consagración eterna de un ejemplo vivo. Homenaje al valor y a la virtud».

A ese Espíritu de Escol que, en la continuidad de los servicios de Jesucristo, nos ampara y nos bendice con su providencial asistencia, nuestro empobrecido homenaje, nuestra admiración, respeto y mucho cariño.

Del site: http://www.paulavictor.com.br/franciscodepaulavictor.htm

 

 

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