Ciudad del Vaticano (Miércoles, 16-05-2012, Gaudium Press) La clave del pontificado del Papa Juan Pablo II, como afirma el Cardenal Georges Marie Martin Cottier, es la fecha del día 13 de mayo de 1981, el día del atentado a la vida del Pontífice polaco. Este acontecimiento confirma la propia misión de cargar los sufrimientos del mundo a través de los propios sufrimientos físicos. Ayer en la iglesia de San Esteban de los Abisinios, en el Vaticano, fue dedicado un congreso a este tema, «La sapiencia de la cruz en el pensamiento y en el testimonio del beato Juan Pablo II», promovido por la Cátedra Gloria Crucis de la Pontificia Universidad Lateranense.
A partir de aquel 13 de mayo de 1981, el «atleta de Dios», el Papa polaco de enorme fuerza física, experimentó sufrimientos que en los últimos años lo dejaron en una silla de ruedas. Así la cruz y una total entrega a la voluntad de Dios no fueron solo parte del propio blasón y lema «Totus Tuus», sino hizo parte de su misión pontifical.
En la vida de Juan Pablo II y en su vocación se puede leer un esquema bíblico del llamado. Fue éste el tema de la intervención de Mons. Enrico dal Covolo, SDB, magnífico rector de la Pontificia Universidad Lateranense. El Papa Wojtyla, observó, fue como «el «siervo» bíblico, él no podía mínimamente substraerse al misterioso diseño de Dios». Su vida representó las historias bíblicas de vocación que comprenden cinco etapas: el llamado-elección, la respuesta, la misión, la duda, la confirmación tranquilizadora por parte de Dios.
«Queda la impresión -notó Mons. Dal Covolo- que el propio Papa tuviese un poco de trabajo para explicar el «porqué» de su vocación: se limitó a contar algunos hechos y algunas experiencias, releyéndolas con frecuencia a la luz del «después», y revelando así la trama de una historia escondida». Fue de su parte «una respuesta generosa, sin reservas» que sucedió cuando el joven Karol experimentó una dolorosa separación de los proyectos precedentes.
Su ejemplo demuestra que «solamente quien está dispuesto a abrazar todos los días la cruz y seguir a Jesús, descubre en profundidad la misión que le fue confiada». El Papa sabía que «también el interrogante y la duda pertenecen a su historia de vocación». Estaba convencido también que «la duda permanente acaba por cortar las alas de la fe y paraliza las posibilidades de una respuesta generosa del Señor».
Juan Pablo II: una vida pensada «de lo alto»
«Al llamado -continuó el rector- de ayer y hoy, es pedida la obediencia de la fe». Y la vida de Juan Pablo II «testimonia -de inicio a fin- la confirmación de Dios sobre su historia de vocación» porque «cada cosa en su vida fue pensada ‘de lo alto’, desde el inicio era don y misterio».
Juan Pablo II también «fue un defensor de la grandeza de la vocación humana, un valiente opositor de la reducción del hombre a una medida mezquina», observó en su intervención el Padre Ottaviano D’Egidio, superior general de los pasionistas. Presentando los documentos fundamentales del beato Pontífice recordó que la encíclica «Fides et ratio» habla también sobre el «escándalo de la Cruz» que no puede ser ignorada por la «sapiencia de este mundo» aunque ella parezca una locura.
El Pontífice «no deduce de este discurso una inconsecuencia y una separación definitiva entre fe y razón cristiana», sino reafirma a «un mundo apasionado por una crítica que pretende desenmascarar toda falsificación de la verdad» que «la sapiencia de la Cruz supera todos los límites culturales».
Y esta convicción marcó toda la propia vida. «Abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, interviniendo con la fuerza de un gigante -fuerza que le venía de Dios- una tendencia que podía parecer irreversible. Ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio», concluyó Padre D’Egidio.
La dimensión teológica del sufrimiento
Sobre la dimensión teológica del sufrimiento y de la misión del Pontífice polaco habló el cardenal Cottier, OP, en la intervención sobre la «Sapiencia de la cruz en la vida del Beato Juan Pablo II». El purpurado suizo, que por largos años fue Teólogo de la Casa Pontificia, resaltó el aspecto de la consciencia de aceptar y de vivir el sufrimiento.
«Juan Pablo II – observó el cardenal -tuvo consciencia de aquello- y lo testimonia su lectura del atentado, en el día de la fiesta de la Virgen de Fátima, que atribuyó a la intervención de María el desvío de la bala que lo mataría». En esto ve «una señal de la maternidad de María sobre nuestra época, señalada por las persecuciones y por la caída de los totalitarismos». Fue también probablemente «la fuente de su atención a todas las formas de sufrimiento».
Este modo de vivir la voluntad de Dios aceptando también las debilidades paradójicamente fue «la parte más convincente de su mensaje» y «el aspecto mejor comprendido por las multitudes» del Papa polaco que así se tornó «un gran comunicador del mensaje cristiano sea en el período de su vigor físico» sea durante el sufrimiento, observó P. Ciro Benedittini, pasionista y vice-director de la Sala de Prensa vaticana que acompañó algunos viajes del Papa polaco. Él presentó el tema «El coraje humano-cristiano en la debilidad de la enfermedad de Juan Pablo II».
«El hecho extraordinario -resaltó el Padre Ciro- es que haya conseguido transmitir este mensaje de coraje en la prueba, de solidaridad y el compartir la pasión de Cristo y los sufrimientos de la humanidad, en una sociedad que exalta el cuidado del cuerpo y la eficiencia física». Juan Pablo II con la propia debilidad testimonió también que «el hombre no vale por su eficiencia, sino por sí mismo, porque es creado y amado por Dios». Y este «encuentro con Cristo torna apasionante toda fase de la propia vida».
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