Redacción (Martes, 05-06-2012, Gaudium Press) En esa descripción datada de la primera mitad del siglo segundo, se delinea los principales elementos de la Santa Misa tal como la conocemos hoy. Se percibe ya en aquel tiempo la primacía del Domingo sobre el Sábado como el día más solemne para la Santa Misa, debido a la Resurrección de Cristo.
Ofrecemos al lector este texto de San Justino (†165), en el cual se percibe el fervor eucarístico de la Iglesia naciente así como el deseo de explicar los misterios de la Santa Misa para recién convertidos o personas en vías de convertirse.
«Terminadas las oraciones, damos mutuamente el ósculo de la paz. Se presenta, entonces, a quien preside a los hermanos, pan y un vaso de agua y vino, y él tomándolos da alabanzas y gloria al Padre del universo por el nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo, y pronuncia una larga acción de gracias en razón de los dones que de él nos vienen.
Cuando el presidente termina las oraciones y la acción de gracias, el pueblo presente aclama diciendo: Amén…
Una vez dadas las gracias y hecha la aclamación por el pueblo, los que entre nosotros se llaman diáconos ofrecen a cada uno de los asistentes parte del pan, el vino, el agua, sobre los cuales se dijo la acción de gracias, y la llevan a los ausentes. Este alimento se llama entre nosotros Eucaristía, no siendo lícito participar de él sino al que cree ser verdadero lo que fue enseñado por nosotros y ya se haya lavado en el bautismo de la remisión de los pecados y de la regeneración, profesando lo que Cristo nos enseñó.
Porque no tomamos estas cosas como pan y bebida comunes, sino de la misma forma que Jesucristo, nuestro Señor, se hizo carne y sangre por nuestra salvación, así también se nos enseñó que por virtud de la oración del Verbo, el alimento sobre el cual fue dicha la acción de gracias -alimento de que, por transformación, se nutren nuestra sangre y nuestras carnes- es la carne y la sangre de aquel mismo Jesús encarnado.
Y fue así que los Apóstoles, en las Memorias por ellos escritas, llamadas Evangelios, nos transmitieron lo que les había sido ordenado hacer, cuando Jesús, tomando el pan y dando gracias, dijo: ‘Haced esto en memoria mía, esto es mi cuerpo’. E igualmente, tomando el cáliz y dando gracias, dijo: ‘Esta es mi sangre’, la cual solamente a ellos dio a participar…
En el día que se llama del Sol (domingo) se celebra una reunión de los que viven en las ciudades y en los campos y allí se leen, cuanto el tiempo permite, las Memorias de los Apóstoles o los escritos de los profetas.
Apenas el lector termina, el presidente hace una exhortación e invitación para imitarnos tales bellos ejemplos. Levantémonos, entonces, y elevemos en conjunto nuestras preces, después de las cuales se ofrecen pan, vino y agua, como ya dijimos.
El presidente también, en la medida de su capacidad, hace elevar a Dios sus preces y acciones de gracias, respondiendo todo el pueblo ‘Amén’. Se sigue la distribución a cada uno, de los alimentos consagrados por la acción de gracias, y su envío a los enfermos, por medio de los diáconos.
Los que tienen, y quieren, dan lo que les parece, conforme su libre determinación, siendo la colecta entregada al presidente, que así auxilia a los huérfanos y viudas, los enfermos, los pobres, los encarcelados, los forasteros, constituyéndose, en una palabra, el proveedor de cuantos se encuentran en necesidades».
Deje su Comentario