sábado, 23 de noviembre de 2024
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En Milán el Papa abrió su corazón y habló de su infancia en familia

Milán (Martes, 05-06-2012, Gaudium Press) Fue uno de los momentos particulares y conmovedores el del diálogo del Papa con las familias, ocurrido el sábado pasado. Inició con un recuerdo personal de la propia infancia. «Me gustaría mucho saber alguna cosa de su familia y de cuando usted era pequeño como yo», preguntó al Santo Padre Cat Tien, un niño de Vietnam.

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El Papa de niño

«Los recuerdos de mi familia: ¡serían muchos!», aseguró Benedicto XVI al recordar «solamente pocas cosas», de las cuales el «punto esencial:» el domingo. «El domingo comenzaba ya el sábado de tarde. El padre nos decía las lecturas, las lecturas del domingo, de un libro muy difundido en aquel tiempo en Alemania, donde estaban explicados los textos. Así comenzaba el domingo: entrábamos ya en la liturgia, en la atmósfera de alegría. Al día siguiente íbamos a la Misa». Otro recuerdo particular es que «en casa era importante, naturalmente, el gran almuerzo juntos», con frecuencia olvidado por las familias occidentales de hoy.

El Santo Padre recordó también la presencia de la música en su familia. «Mi casa es cerca de Salzburg, entonces tuvimos mucha música – Mozart, Schubert, Haydn – y cuando iniciaba el «Kyrie» era como si se abriese el cielo». La atmósfera de música era presente en casa. «Cantamos mucho: mi hermano es un gran músico, hizo composiciones ya cuando era adolescente para todos nosotros, así toda la familia cantaba. Papá tocaba cítara y cantaba; son momentos inolvidables».

«Éramos un solo corazón y una sola alma, con tantas experiencias comunes, incluso en tiempos muy difíciles, porque era el tiempo de la guerra, antes de la dictadura, después de la pobreza». Continuando sus recuerdos personales de familia, el Papa resaltó la importancia del amor recíproco, la alegría en las cosas pequeñas. «Me parece – observó – que esto fuese muy importante: que también las cosas pequeñas nos dieron alegría, porque así se expresaba el corazón del otro. Y así crecemos en la certeza de que es muy bueno ser un hombre, porque veíamos que la bondad de Dios se reflejaba en los padres y en los hermanos».

Benedicto XVI confesó también una imagen suya del Paraíso, «me parece siempre el tiempo de mi juventud, de mi infancia. Así, en este contexto de confianza, alegría y amor, éramos felices, y creo que en el Paraíso debe ser parecido a como era en mi juventud. En este sentido espero ir ‘para casa’, cuando vaya para ‘la otra parte del mundo’ «.

 

 

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