Dublín (Viernes, 15-06-2012, Gaudium Press) «El título de obispo no es un mero honor, sino una función y por tanto un obispo debe esforzarse más en servir que en mandar»: fue éste uno de los pensamientos de Mons. Dermot Clifford, Arzobispo de Cashel y Emly en Irlanda, quien durante el cuarto día del 50º Encuentro Eucarístico Internacional que se desarrolla en Dublín, realizó la oración matutina.
El prelado recordó las palabras del beato Juan Pablo II cuando describía al sacerdocio como «único, indispensable e irremplazable». De hecho, el tema de análisis ese día en el Congreso fue ‘El Sacerdocio y los Ministerios de Servicio en un Mundo Cambiante’.
Mons. Miller «animó a la gente a usar sus dones y talentos en el servicio de la comunidad» |
A su turno, durante la catequesis vespertina de ese día, el Arzobispo de Vancouver-Canadá, Mons. J. Michael Miller, se refirió a la relación existente entre el sacerdocio de todos los bautizados y el sacerdocio ministerial; el sacerdote como hombre de comunión llamado a fomentar la unidad y la curación; y el rol del sacerdote en el servicio a sus hermanos y su participación en la misión salvadora de la Iglesia.
Como eje central de su intervención Mons. Miller recordó una frase famosa de Santa Teresa la Grande: «Cristo no tiene ahora cuerpo en la tierra sino el tuyo». El Arzobispo de Vancouver afirmó que particular misión del sacerdote es promover la unidad y la salud del Cuerpo Místico de Cristo, que son los bautizados. Esta unidad se constituye en la relación de todos los integrantes de ese Cuerpo con Dios, que para los católicos es Uno y a la vez Trino. Esta unión con el Dios Trinitario tiene su reflejo en la estrecha unión que se establece entre todos los hombres integrantes del Cuerpo Místico, religiosos y laicos. Así, impregnados por la vida que viene de Dios, el trabajo en equipo y el respeto mutuo serán las notas características de las interrelaciones al interior de la Iglesia.
Mons. Miller «animó a la gente a usar sus dones y talentos en el servicio de la comunidad», destacó Mary, una peregrina de Dublín, tras la catequesis del prelado. La palestra fue «excelente, interesante e iluminadora», dijo otra peregrina, esta vez de Cloyne, en el este de Irlanda.
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