Baltimore (Viernes, 22-06-2012, Gaudium Press) La Quincena por la Libertad, promovida por los Obispos de Estados Unidos para orar, reflexionar y manifestar la defensa de la libertad religiosa ante las disposiciones gubernamentales, comenzó oficialmente con una Santa Misa celebrada el pasado 21 de junio en la Basílica del Santuario Nacional de la Asunción de la Santísima Virgen María en Baltimore. El Arzobispo de esa diócesis, Mons. William Lori, hizo un fuerte llamado a «defender la libertad religiosa de los individuos y la libertad religiosa de las instituciones».
La Eucaristía de apertura se llevó a cabo la víspera de la memoria de Santo Tomás Moro y San John Fisher, dos mártires de la libertad religiosa condenados a muerte en 1535 por oponerse a las disposiciones del Rey Enrique VIII contrarias a la fe de la Iglesia y que dieron origen al cisma de Inglaterra. Ambos fueron «mártires que prefirieron dar la vida antes que violentar sus conciencias o sus principios sagrados», afirmó Mons. Lori.
«Estamos hechos a imagen de Dios para ser partícipes la sabiduría y la riqueza de Dios», explicó el Arzobispo. «Porque fuimos creados en el amor y por el amor, hemos recibido del Creador derechos inherentes a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad». La lucha actual de la Iglesia en Estados Unidos, explicó, apela al respeto de esos derechos.
Libertad religiosa para los individuos
El prelado explicó el sentido de comenzar la Quincena por la Libertad en la víspera de la memoria de los dos santos, que ofrecen una enseñanza clara para la actualidad: «Santo Tomás Moro es ejemplo para el creyente individual, el ciudadano que busca, en palabras de los Obispos de los Estados Unidos, conectar el Culto Divino de los domingos con el trabajo de los lunes, llevar los valores de nuestra fe en la vida familiar, en el mercado y la plaza pública».
Este santo laico, abogado y político, en palabras de Monseñor Lori, «podría decirse que representa al empleador o empleado consciente que busca evitar hacer o facilitar el mal en el curso de su trabajo diario. Que trata de vivir y trabajar de acuerdo a las exigencias de la justicia». El ejemplo de Santo Tomás Moro es también inspirador para «aquellos que entienden cuán dañino es para el bien común el separar la fe de la vida, el Evangelio de la cultura».
En este contexto, el Arzobispo expuso el atropello que significa para los empleadores estar obligados a adquirir productos que van en contra de su conciencia, como lo son para los católicos los anticonceptivos, los fármacos abortivos y la esterilización. La norma gubernamental cambia el panorama para los «empleadores conscientes»: para ellos «hasta hora era totalmente posible bajo la ley federal (…) dirigir negocios privados de acuerdo a sus conciencias y las enseñanzas de su fe». Según el prelado, la entrada en vigencia del mandato acaba con esa libertad.
Libertad religiosa para las instituciones
San John Fisher, el santo que también conmemora la Iglesia en esa fecha, fue puesto como ejemplo para la actualidad desde su condición de Obispo. «San John Fisher simboliza para nosotros nuestra lucha por mantener la libertad religiosa para las instituciones religiosas y ministerios, como nuestras escuelas y nuestras caridades», explicó Mons. Lori. .El santo, Obispo de Rochester, dio su vida para no doblegarse ante la injerencia indebida del Estado en la vida de la Iglesia.
Después de aclarar que la Iglesia norteamericana no encuentra hoy la amenaza del uso de la violencia, como la enfrentó San John Fisher, el Arzobispo comparó su lucha con la actualidad. «Nuestra Iglesia y nuestras instituciones se encuentran hoy en una situación análoga», sostuvo, «porque lo que defiende el mandato es una definición muy estrecha de lo que constituye una Iglesia. Y si esto no se remueve, se va a a extender a toda la ley federal».
La Iglesia según la norma, denunció Mons. Lori, «contrata principalmente a sus propios miembros, y sirve a sus propios miembros», lo cual no corresponde a la realidad y traicionaría su vocación. «En la medida en que la Iglesia se confine a sí misma en la Sacristía, entonces está exenta de pagar por los servicios mandados por el gobierno contrarios a sus enseñanzas».
«Si la iglesia sale de los estrechos márgenes de esta definición», continuó el Arzobispo, «si contrata personas de otras creencias, y si sirve al bien común, entonces el gobierno nos dice que esas instituciones no son lo suficientemente religiosas, que no merecen una excepción». La norma obliga entonces a «violar los principios que motivaron a la Iglesia a establecer esas instituciones en primer lugar». Como ejemplos de las organizaciones afectadas, el prelado mencionó los colegios, universidades, hospitales y todo tipo de obras de beneficencia.
Actuar en defensa de la Iglesia
«No debemos permitir al gobierno, a ningún gobierno, en ningún tiempo y de ningún partido, que imponga una definición tan constreñida sobre nuestra amada Iglesia», exhortó Mons. Lori. «Nuestra Iglesia fue enviada por el Señor a enseñar y bautizar a las naciones, fue comisionada por nuestro Salvador para predicar la buena noticia (..) fue enviada al mundo a llevar a cabo los trabajos del amor y la misericordia. Es nuestro deber defender la libertad de la Iglesia de cumplir su misión, de manifestar libremente el amor de Dios a través de los trabajos organizados de educación y caridad».
Las dos dimensiones de la libertad religiosa ejemplificadas por estos dos santos mártires «están «inseparablemente vinculadas», afirmó el prelado. «Si no defendemos los derechos de los individuos, la libertad de las instituciones estará en riesgo, y si no defendemos los derechos de nuestras instituciones, la libertad individual estará en peligro. Moro necesita a Fisher y Fisher necesita a Moro. Y hoy los necesitamos a ambos más que nunca».
Monseñor Lori también señaló la causa de estos ataques a la libertad: «Algunos dirían que la Iglesia Católica es un obstáculo para la creación de una cultura completamente secularizada en los Estados Unidos», explicó. «Permanezcamos unidos en ser ese obstáculo».
El Arzobispo expresó que la lucha de la Iglesia preserva los principios y verdades necesarios para construir una sociedad justa, pacífica y caritativa. Invitó a los presentes a que, «a través de la oración, la educación y el ejercicio de nuestros derechos ciudadanos, nunca cesemos de defender la única noción de libertad que corresponde nuestra dignidad como personas: La libertad no es el poder de hacer lo que nos gusta, sino poder hacer lo que debemos. Esta es la verdadera libertad».
El prelado concluyó su predicación encomendando a los presentes la labor de la defensa fiel de la libertad y la práctica coherente de la fe en las dimensiones pública y privada de la vida cristiana: «Que seamos hombres y mujeres de amor valiente por la gloria de Dios, por el bien de la Iglesia y por el amor al país».
Con información de Archidiocese of Baltimore. Imágenes: Tom McCarthy Jr. – The Catholic Review.
Gaudium Press / Miguel Farías
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