Roma (Miércoles, 27-06-2012, Gaudium Press) Con el pasar de los días crece una cierta aura de inmortalidad de Chiara Corbella la joven madre italiana, 28 años tenía, que ofrendó su vida para no afectar el desarrollo de su hijo en el vientre materno.
Chiara era normalmente feliz en su matrimonio con Enrico Petrillo. Es claro, las cruces no habían faltado en su vida. Unas de las mayores fue haber visto morir a dos de sus hijos -María y Davide- poco después de haberlos dado a luz, debido a serias malformaciones. Entretanto, su fuerte piedad católica la sostenía; ella transitaba junto a su esposo de tiempo atrás, la espiritualidad de San Francisco de Asís.
Por eso, cuando en el 2010 le dieron a conocer que estaba nuevamente encinta, y que esta vez el niño estaba completamente sano,su alegría fue mayúscula. Dios atendía su pedido, y la sana fecundidad era el premio a sus oraciones y a la búsqueda de vivir junto al Señor. Sin embargo, nuevos y grandes sacrificios vendrían en su camino. En el 5º mes de embarazo le fue diagnosticado un agresivo cáncer de lengua, cuyo tratamiento pondría en riesgo la salud del niño en gestación. Sin dudarlo ni un instante, y sabiendo el riesgo que esa decisión comportaría para su vida, Chiara dispuso que postergaría la medicación hasta el nacimiento de su bebé. Y efectivamente esa elección le costó la vida.
Francisco nació rozagante y sano el 30 de mayo de 2011. Y aunque su madre inició los procedimientos de rigor a pocos días del parto, la enfermedad ya tenía su dinamismo y fue avanzando de forma inexorable. Tiempo después del alumbramiento Chiara perdió la vista en un ojo. En abril pasado los médicos la declararon como desahuciada. Finalmente, y en plena paz, Chiara Corbella falleció el 13 de junio pasado. En ese momento, Chiara ya era una leyenda.
El sepelio fue oficiado por el Vicario del Papa para la diócesis de Roma, el Cardenal Agostino Vallini, quien estaba acompañado por un millar de personas. La atmósfera a la par de albergar notas de tristeza, era inundada por una profunda alegría. El purpurado Vallini hablaba de Chiara como de una «segunda Gianna Beretta», la santa también italiana que ofrendó igualmente su vida para salvar a su bebé. El joven fraile franciscano Vito, quien había sido el asistente espiritual de Chiara en su último periodo, hizo el elogio de su vida, y la colocó como ejemplo para todas las mujeres en gestación. La aureola dorada de Chiara crecía. El momento tal vez más conmovedor de las exequias fue la lectura que Enrico hizo de una carta que como legado póstumo había dejado Chiara para su hijo Francisco. «Voy al cielo a cuidar a María y a Davide; tú, quédate con papá. Yo rezaré por vosotros desde allá», decía conmovedoramente allí.
Su espiritualidad
En la homilía de las exequias Fray Vito contó detalles entusiasmantes de todo el ‘proceso’ de Chiara.
«Esta mañana estamos viendo, lo que hace dos mil años vivió el centurión, cuando viendo morir a Jesús dijo: Este era verdaderamente el hijo de Dios», dijo el franciscano.
La alta caridad que habitaba en el alma de Chiara fue revelada por la siguiente infidencia del fraile: «Tras la diagnosis médica del 4 de abril que la declaraba ‘enferma terminal’, pidió un milagro: no la curación, sino de hacer vivir estos momentos de enfermedad y sufrimiento en la paz a ella y a las personas más cercanas».
«Y nosotros -continuó- hemos visto morir a una mujer no sólo serena sino feliz». «Quizá la curación en el fondo no la quiero -había dicho Chiara a su esposo Enrico-; un marido feliz y un niño sereno sin la mamá son un testimonio más grande que una mujer que ha superado la enfermedad. Un testimonio que podría salvar a tantas personas…».
Fray Vito también entró en el detalle del proceso espiritual de Chiara. Ella siguió «la regla asumida en Asís por los franciscanos que tanto amaba: pequeños pasos posibles». Es ese un camino «para afrontar el miedo del pasado y del futuro frente a los grandes eventos, y que enseña a empezar por las cosas pequeñas. Nosotros no podemos transformar el agua en vino, pero sí empezar a llenar las tinajas. Chiara creía en esto y esto la ayudó a vivir una buena vida y por tanto una buena muerte, paso a paso».
El esposo habla en Radio Vaticano
Pocos días después del sepelio, Enrico concedió una entrevista a Radio Vaticano. En un video publicado en internet Chiara había dicho que «El Señor pone la verdad dentro de cada uno de nosotros; no hay posibilidad de malinterpretarla». El entrevistado preguntó a Enrico sobre esa verdad a la que aludía su fallecida esposa.
Rechazar las opiniones del mundo sobre el aborto
«Esa frase -respondió el también joven Enrico- se refiere al hecho de que el mundo de hoy, en nuestra opinión, te propone decisiones erróneas frente al aborto, frente a un niño enfermo, frente a un anciano terminal, tal vez con la eutanasia… El Señor responde con nuestra historia, que se fue escribiendo sola: fuimos un poco espectadores de nosotros mismos durante estos años. ¡Responde tantas preguntas que son de una profundidad increíble! Sin embargo, el Señor responde siempre de forma muy clara: somos nosotros los que filosofamos sobre la vida, sobre quién la creó y, al final, nos confundimos solos queriendo convertirnos un poco en dueños de la vida y tratando de huir de la Cruz que el Señor nos dona. En realidad, esta Cruz (si la vives con Cristo) no es fea como parece. Si confías en Él, descubres que en este fuego, en esta Cruz no te quemas, y que en el dolor existe la paz y que en la muerte existe la alegría. Cuando veía a Chiara que estaba a punto de morir, estaba, obviamente, muy afectado. Después pude cobrar un poco de valor, y pocas horas antes (eran como las ocho de la mañana, y Chiara murió a mediodía) se lo pregunté. Le dije: ‘Chiara, mi vida, ¿de verdad es dulce esta Cruz, como dice el Señor?’. Ella me miró, me sonrió y, con un hilo de voz, me dijo: ‘Sí, Enrico, es muy dulce’. Por eso, toda la familia, todos nosotros no vimos morir a Chiara serena: la vimos morir feliz, que es muy diferente».
Amar y ser amado, principalmente por Dios, esa es la esencia de la vida según Enrico, de acuerdo a la lección de vida de Chiara: «Seguramente le contaré [a mi niño] lo hermoso que es dejar que te ame Dios, porque si te sientes amado, puedes hacer todo. Esta, en mi opinión, es la esencia, la cosa más importante de la vida: dejarse amar para después amar y morir felices. Esto es lo que le contaré. Y le contaré que su mamá Chiara hizo lo mismo. Ella se dejó amar y, en cierto sentido, me parece que está amando un poco a todo el mundo. La siento más viva que antes. Y luego, el hecho de haberla visto morir feliz para mí fue como una derrota de la muerte. Ahora sé que hay algo hermoso que nos espera allá».
El «perfume de la santidad»
«¿Te fastidia el ‘perfume de santidad’ que se está creando alrededor de Chiara?», preguntan a Enrico. «Sinceramente me tiene sin cuidado. En el sentido de que Chiara y yo habíamos tomado otras decisiones para la vida: nos hubiera gustado envejecer juntos […] Yo sabía que mi esposa era especial: creo en la santidad, que una persona sea proclamada santa porque ‘santo’ significa ser felices. Chiara, y en parte yo mismo, vivimos toda esta historia con una gran alegría en el corazón, y esto me dejaba intuir cosas más grandes. Sin embargo, ahora estoy más maravillado, porque me parecen mucho más grandes de lo que yo hubiera podido imaginar».
La historia de Chiara está haciendo suceso en todo lugar. Aún en nuestros conturbados días, la sublimidad de una madre que vence el propio instinto de conservación por su hijo conmueve hasta las fibras más íntimas. Es el entusiasmo que aún sigue despertando la acción de Dios.
Gaudium Press / S. C.
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