Redacción (Viernes, 29-06-2012, Gaudium Press) Al analizar los Manuscritos de Santa Teresita fueron encontrados diversos trechos donde aparece el término Santidad y su correlato: la Perfección. A través de tales extractos, pudimos deducir cuál concepto la autora posee al respecto, así como las diversas ideas que se entrelazan con esta temática.
En el primer trecho, vemos como Santa Teresita, se pregunta a sí misma porqué todas las almas no recibían igual medida de gracias. Se admira ella de ver a Dios liberalizar favores extraordinarios a santos que lo habían ofendido, como San Pablo, San Agustín, y a los cuales forzaba, por decir así, a recibir sus gracias. Por otro lado, nuestra santa contempla otros que eran acariciados por Nuestro Señor desde la cuna hasta la tumba, sin dejarles en el camino el menor tropiezo que los dificulte de levantarse hasta Él, predisponiendo estas almas con tantos favores, al punto de no empañar el brillo inmaculado de su vestidura bautismal. Delante de esto, se cuestiona respecto al hecho de los pobres salvajes, por ejemplo, morir en gran número, antes incluso de escuchar pronunciar el nombre de Dios.
Santa Teresita encontró que el Amor engloba todas las otras vocaciones |
Llevando en consideración esta cuestión, tal Doctora de la Iglesia asevera que fue el propio Jesús quien le reveló este misterio, poniéndole delante de los ojos el libro de la naturaleza, a través del cual ella comprendió que todas las flores por Él creadas son hermosas, que el esplendor de la rosa y la blancura del lirio no eliminan la fragancia de la violeta, ni la encantadora simplicidad de la bonina, entendiendo, de esta manera, que si todas las pequeñas flores quisiesen ser rosas, perdería la naturaleza su gala primaveral (NIÑO JESÚS, 2003). De tal figura extrae la siguiente enseñanza para la vida espiritual:
Algo similar sucede en el mundo de las almas, que es el jardín de Jesús. Quiso Él crear los grandes Santos que pueden compararse a los lirios, y a las rosas; pero creó también los más pequeños (sic), y estos deben contentarse en ser boninas o violetas, cuyo destino es deleitar los ojos del Buen Dios, cuando las humilla debajo de sus pies. Consiste la perfección en hacer su voluntad, en ser lo que Él quiere que seamos… (NIÑO JESÚS, 2003: 26-27).
Como observamos en el trecho arriba, lo que hay de relevante para aquel que busca la perfección, es la total conformidad con la voluntad de Dios y, consecuentemente la total fidelidad a los designios a su respecto. Es esa realidad que alude Santa Teresita en el trecho arriba citado, en el cual percibimos en la autora una consciencia muy clara de la diversidad de vías para las cuales los hombres son llamados.
En el segundo fragmento seleccionado, Santa Teresita cuenta un hecho de su infancia, en el cual sus hermanas las buscaron con una cesta llena de vestidos y lindas solapas, ofreciéndoles para escoger. Celia tomó un paquetito de cordones. Nuestra Santa, después de una corta reflexión, declaró: – ¡Escojo todo! Apoderándose de la cesta sin ninguna formalidad (NIÑO JESÚS, 2003).
Respecto a este hecho, teje la siguiente consideración:
«Y comprendí que para tornarse santa era preciso sufrir mucho, ir siempre atrás de lo más perfecto y olvidarse de sí mismo. Comprendí que en la perfección había muchos grados y que cada alma era libre de responder a las solicitudes de Nuestro Señor, en el hacer mucho o poco por Él, en una palabra, en el escoger entre los sacrificios que exige. Entonces, como en los días de mi primera infancia, exclamé: ‘Mi Dios, escojo todo’. No quiero ser santa a la mitad. No me da miedo sufrir por Vos, la única cosa que me da recelo es la de hacer mi voluntad. ¡Tómala tú, pues ‘escojo todo’ lo que tú quieras!…» (NIÑO JESÚS, 2003: 42)
En el tercer trecho a ser considerado, Santa Teresita comenta cómo era la formación que, en los tiempos de infancia, recibía de su hermana María, la cual le explicaba la importancia de no dejar pasar ninguna oportunidad sin buscar juntar las riquezas celestiales, dando a entender la gran infelicidad de aquellos que no quieren darse el trabajo de extender la mano para agarrarlas, dejándolas pasar de largo. De ese modo, consonante deja explícito, su hermana le enseñaba la fidelidad en las mínimas cosas (NIÑO JESÚS, 2003).
Nuestra Santa elogia la elocuencia de María, imaginando en su pueril inocencia que, si los pecadores más empedernidos la oyesen, se convertirían (NIÑO JESÚS, 2003).
Cuenta, también, en ese trecho, un hecho que se dio en su minoridad, en el cual una de sus maestras de la Abadía le preguntó qué hacía en los días libres cuando estaba solita. Teresita le respondió que se ponía atrás de su cama, en un vacío que allí había, fácil de cerrar con el cortinado, quedándose a «pensar». Su profesora, entonces, le preguntó en qué pensaba, a lo que ella respondió que reflexionaba sobre Dios, la vida, la eternidad… Después de todo, pensó… Mucho se divirtió tal religiosa a sus costas (NIÑO JESÚS, 2003). Sobre este episodio, agrega nuestra Santa: «Comprendo ahora que, sin saber hacía oración, y que el buen Dios ya me instruía en secreto». (NIÑO JESÚS, 2003: 89)
En el cuarto extracto, Santa Teresita manifiesta que fue siempre su gran deseo ser santa, entristeciéndose por el hecho de la distancia que había entre los Santos y ella pudiéndose comparar a la que existe entre una montaña y un grano de arena, pisoteado por los transeúntes (NIÑO JESÚS, 2003).
Envés de desanimar, argumenta que el Buen Dios no sería capaz de inspirarle deseos irrealizables, no siendo su pequeñez un obstáculo (NIÑO JESÚS, 2003).
De este modo, Santa Teresita busca un medio de ir al cielo por un camino bien recto, bien corto y enteramente nuevo. Así, introduce la figura del ascensor, que, en aquel tiempo acababa de ser inventado, afirmando que le gustaría encontrar un ascensor para elevarse hasta Jesús, buscando en los Sagrados Libros una indicación del objeto de sus deseos. Con efecto, encuentra en ellos las siguientes palabras: «Si alguien es pequeñito, venga a mí» contenidas en el capítulo 94 del libro de los Proverbios, teniendo el presentimiento de haber encontrado lo que buscaba, con la voluntad de saber lo que Dios haría a un pequeñito que respondiese a su llamado (NIÑO JESÚS, 2003). Continuando sus reflexiones, encuentra el siguiente fragmento en el mismo capítulo aludido arriba: «Como una madre acaricia al hijito, así os consolaré, y os acariciaré en mi regazo» (NIÑO JESÚS, 2003), respecto a lo que hace la siguiente exclamación: «¡Oh! ¡Nunca vinieron a alegrar mi alma palabras más tiernas y más melodiosas! ¡El ascensor que me conducirá hasta el cielo, son vuestros brazos, oh Jesús! Por eso, no preciso ser grande. Debo, al contrario, conservarme pequeñita, que venga a ser siempre más». (NIÑO JESÚS, 2003: 226-227)
El quinto y último trecho es el más sublime de todos, pues es en él que Teresita explicita su vocación a la Santidad.
Ella inicia tal pensamiento de la siguiente manera: «Ser tu esposa, oh Jesús, ser carmelita, ser madre de las almas por la unión contigo, debería ser bastante para mí… Pero así no acontece… Sin duda, las tres prerrogativas constituyen exactamente mi vocación: Carmelita, Esposa y Madre» (NIÑO JESÚS, 2003: 211).
Después de lo que afirma sentir en sí otras vocaciones:
«Siento en mí la vocación de GUERRERO, de SACERDOTE, de APÓSTOL, de DOCTOR, y de MÁRTIR. Siento, al final, la necesidad, el deseo de realizar por ti, Jesús, todas las obras, las más heroicas… Siento en el alma el coraje de un Cruzado, de un Zuavo Pontificio. Desearía morir en el campo de batalla por la defensa de la Iglesia… […]» (NIÑO JESÚS, 2003: 211).
Como sus deseos la martirizaban, abrió las epístolas de San Pablo, dando con los ojos en los capítulos 12 y 13 de la primera a los Corintios. Comenta que leyó en el primero de ellos que no todos pueden ser apóstoles, profetas, doctores, etc. y que la Iglesia se compone de miembros diversos, de modo que el ojo no puede ser mano al mismo tiempo.
El Amor, la clave de la excelencia
Dando continuación a esta lectura, se deparó con un pasaje en el cual el Apóstol invita a sus destinatarios a buscar los dones mayores, mostrando que los más perfectos no son nada sin el Amor, el cual es el camino por excelencia, que lleva a Dios con seguridad. (NIÑO JESÚS, 2003). A lo que agrega que:
«la respuesta era clara, pero no satisfacía mis anhelos, no me daba paz… Como Magdalena insistía en mirar la tumba vacía y acabó encontrando lo que buscaba, así también, buscando hasta en las profundidades de mi nada, me erguí a tal altura, que pude alcanzar mi objetivo… La respuesta era clara, pero no satisfacía mis anhelos, no me daba paz… Encontrara, finalmente, tranquilidad… Tomando en consideración el cuerpo místico de la Iglesia, no me identificaba en ninguno de los miembros descritos por San Pablo, por otra, quería identificarme en todos ellos. La caridad dio la clave de mi vocación. […] Comprendí que el AMOR ABARCA TODAS LAS VOCACIONES, ALCANZANDO TODOS LOS TIEMPOS Y TODOS LOS LUGARES… EN UNA PALABRA, ES ETERNO…» (NIÑO JESÚS, 2003: 213).
Y, para concluir tal raciocinio, hace de una manera vibrante y entusiasmada, la siguiente asertiva: «Entonces, en el transporte de mi delirante alegría, me puse a exclamar: Oh Jesús, mi amor, mi vocación, la encontré al final: ¡MI VOCACIÓN ES EL AMOR!….» (NIÑO JESÚS, 2003: 214)
Considerando lo que arriba fue explicitado nosotros podemos concluir, de acuerdo con el pensamiento de la Doctora de la Iglesia aquí focalizado:
1) Que la santidad consiste antes que nada en estar dispuesto por completo a hacer la voluntad de Dios.
2) Que para tanto se hace necesario el sufrimiento.
3) Que los medios para obtener la santidad son la oración y la fidelidad en las pequeñas cosas.
4) Que se hace necesario dejarse llevar, sin imponer obstáculos, por ese Divino Elevador, que es Jesucristo, a través de la compenetración de la propia fragilidad, la confianza y la completa fidelidad a sus luces y gracias.
5) Que la vocación específica de Santa Teresita es el Amor.
Por el P. Alex Barbosa Brito, EP
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