Toledo (Lunes, 02-07-2012, Gaudium Press) Mons. Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Toledo y Primado de España presidió una solemne Eucaristía con motivo de la finalización de las obras de restauración del templo parroquial de Arcicollar. Concelebraron con el Arzobispo el Vicario General D. Angel Fernández Collado, el párroco D. José Angel Arroyo Pajuelo y varios sacerdotes del arciprestazgo, así como antiguos párrocos de Arcicollar-Camarenilla. Participaron de la Misa las autoridades municipales, representantes de la Junta de Castilla La Mancha, el Ecónomo Diocesano y muchos parroquianos.
En su homilía D. Braulio asi se expresó:
«Queridos hermanos:
Mons. Braulio Rodríguez |
Reitero la alegría y la enhorabuena a la Parroquia, por haber alcanzado esta restauración, que quiera Dios que os ayude a vivir la relación con nuestro Dios y con la Fe cristiana con más fuerza y con una posibilidad ante la belleza del Señor, ante la belleza que nos lleva a Dios, a sentir entusiasmo por la Fe, que nos han entregado nuestros mayores y también que lógicamente tiene como fuente Dios mismo.
Evidentemente una parroquia es la unión de muchas voluntades, un lugar donde la presencia de Jesucristo por la representación que hace el Pastor -me refiero no solo al Obispo sino también al sacerdote- pero también por lo que significa de vida y de posibilidades del resto de la comunidad, pues al fin y al cabo todos hemos nacido en esa realidad hermosa del Bautismo, donde se nos ha dado la vida resucitada de Jesucristo que llega a su plenitud con la Confirmación y que se alimenta constantemente con la Eucaristía. Los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana y aquellos que nos hacen recordar el amor entrañable del Señor por nosotros.
Indudablemente que en sí misma la comunidad cristiana no necesitaría tal vez de iglesias, de templos. Ha habido épocas de la historia de la Iglesia en las que no habido, no era posible. Y en otros momentos de persecución y dificultades pues tampoco, y sin embargo la Iglesia sí está, la Iglesia, me refiero a la comunidad reunida en torno al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Templo, casa común de la comunidad, casa de maternidad, de acogida
Y nosotros como decía San Pablo, estamos acostumbrados a la anchura y a la estrechez. ¿Por qué la Iglesia ha creado templos?. Porque estos edificios no son de nadie, sino de todos. La casa común de la comunidad. El lugar en donde el Señor nos reune y nos hace más significativamente Iglesia -sobre todo estamos hablando cuando celebramos la Eucaristía- es como la forma visible de hacernos ver esa maternidad y esa acogida, esa protección que siempre un edificio de estas características tiene para nosotros.
Además por las características de la Fe católica sabemos que después de la celebración de la Eucaristía, el Señor sigue presente y por eso en cada iglesia católica, en las iglesias cristianas, se guarda en ella la presencia viva de Jesucristo. En este caso en el Tabernáculo o Sagrario. Y todo está dispuesto para la Celebración: los bancos, los lugares, por supuesto el lugar central que es siempre el altar, el lugar en donde en alto se proclama la palabra de Dios que es el ambón, y la sede en donde el representante de Jesucristo preside.
Algunos quizás pudieran decirnos: «en esta situación en la que vivimos tan compleja hemos empleado aquí unos cuantos euros…, y hay otras muchas tareas y cosas que hacer». Pero la vida de las personas es muy compleja y muchas veces no sabemos qué es lo que contribuye más a que una comunidad o grupo, o pueblo en este caso, una provincia o un país tenga más posibilidades para esforzase, para ser mejores en definitiva, para ser mas virtuosos y por eso también es importante que nosotros sintamos que -huyendo de lujos desmesurados que no son para nadie, que son para el Señor y para la comunidad-, podamos tener este lugar tan digno como es vuestra Iglesia. (…)
Me gustaría también hermanos, que junto con la alegría de poder volver a celebrar la Eucaristía en vuestro templo remozado, sintiéramos lo que la palabra de Dios nos ha dicho en este domingo. Y es una cosa muy sencilla, pero que verdaderamente tiene mucha importancia.
Normalmente los domingos la primera lectura y el evangelio pueden coincidir en temas, es decir en contenido.
La primera nos habla misteriosamente de un cedro, de unas ramas, de un cedro grande que se planta, que crece, que se hace muy grande y que da nido a los pájaros y las aves…
En el caso del Evangelio se nos habla de una semilla que se siembra y que crece sola, y que una vez que empieza a desarrollarse su fuerza, llega normalmente hasta el final. Incluso esa parábola con la que compara Jesús al Reino de Dios. Es con esa semilla de la mostaza. Ese grano pequeñísimo que incluso al nacer se convierte en un arbusto, casi en un árbol, en donde también pueden habitar las aves.
¿Qué significa esto? Significa muchas cosas, pero en el caso de Jesús y de sus parábolas, son de esas parábolas de contraste, entre la pequeñez de la semilla y a lo que llega. Y también podemos decir eso mismo de la imagen que ha puesto Ezequiel. Es decir, Dios se empeña en que algunas cosas que parecen como si no fueran posibles, resulta que sí lo son, porque a pesar de que aparentemente pensamos que no puede, resulta que realiza grandes maravillas.
Y hay otra cosa en este campo de la imaginación que Jesucristo nos da.
Cristo es el Reino de Dios
Y es que él dice que el Reino de Dios se le puede comparar a un grano de mostaza, a una semilla muy pequeña. Pero ¿quién es el Reino de Dios?. Es Cristo, es EL, y lo que sabemos por lo que nos ha transmitido nuestra Fe, es que siendo el Hijo de Dios eterno, todopoderoso, inmenso, que no ha tenido principio ni tendrá fin, que está a la derecha del Padre y que es realmente la impronta de su ser, se hace pequeño. Se ha hecho pequeño. Y sin embargo esa pequeñez, hace posible algo que visto desde el punto de vista humano parecería que no sería posible.
Esto nos ayuda a entender a nosotros los cristianos que nuestra fuerza como Iglesia, como comunidad cristiana, no está ni muchísimo menos, en toda una especie de posibilidades que se nos dan… y que vamos a vencer como si estuviéramos en batallas humanas. No. Sino que indudablemente sentimos que la presencia de Dios en nuestro corazón -en el fondo viene a ser esa tierra en donde se introduce la semilla de la Fe- es capaz a pesar de nuestras debilidades, a pesar de nuestros pecados, de nuestras limitaciones, -esas miserias humanas de las que todos participamos-, ahí hay una posibilidad de vencer y además de servir a la sociedad en que estamos.
En estos momentos la Iglesia puede estar cuestionada por mucha gente, por alguna gente. Pues bien, no pasa nada, eso le pasó al Señor y eso no nos asusta. Lo que a mí me asustaría es que nosotros por un lado tuviéramos miedo y por otro lado dejáramos de realizar lo que es nuestra misión: el anuncio de la palabra, del saber que el Señor nos engrandece; que Cristo nos ha hecho hermanos de todos los hombres, incluso de aquellos que no nos comprenden, y entonces dejar de predicar, de anunciar, de que en las comunidades cristianas no existiera la catequesis, o no existiera la liturgia, o no existiera el acompañamiento a los más pobres, la visita a los enfermos, el seguimiento de las personas mayores, la necesidad de preparar el Matrimonio, de preparar la Eucaristía, de preparar la Confirmación, es decir el conjunto de las cosas que hace de nosotros hombres y mujeres que están en medio de una sociedad con una Fe recibida del Señor que nos da capacidad para dar sentido a nuestra existencia.
Muchas veces las críticas que podemos recibir como Iglesia, pueden ser que tengan razón. Pero nosotros nos damos cuenta de que en el fondo son como disparos errados, es decir como cuando vamos a la Feria y con esas escopetillas de aire comprimido tiramos una bola de anís y fallamos.
Porque nos damos cuenta que sí, de que esta no es una obra nuestra, no es una tarea solo nuestra. Esto es que está aquí el Señor y por tanto siendo como tenemos que ser perspicaces -el Señor dijo que teníamos que ser astutos como las serpientes y prudentes como las palomas o sencillos como las palomas- y por tanto nosotros sentimos que el Amor de Jesucristo ha hecho morada en nosotros y que queremos contribuir a que en nuestra sociedad necesitada de tantos alicerces, de tanto acompañamiento, de tanto impulso de nuevas capacidades y de nuevas ilusiones, pues podamos nosotros también contribuir.
Reitero mi Acción de Gracias por esta comunidad parroquial concreta y en esta tarde hacemos esta ofrenda al Señor en la Eucaristía, para que verdaderamente nuestro Templo con la culminación un poco de esta obra de restauración, sea como el inicio de una etapa de la vida de la parroquia, que siga lo que durante tantos siglos aquí en este templo han vivido vuestros antepasados.
Que el Señor os bendiga y os guarde».
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