sábado, 23 de noviembre de 2024
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"La fidelidad de los santos engrandece la Iglesia de Cristo", dice arzobispo de Londrina, Brasil

Londrina (Martes, 03-07-2012, Gaudium Press) Mons. Orlando Brandes, arzobispo de Londrina, estado de Paraná, Brasil, habla en su más reciente artículo sobre la solemnidad de San Pedro y San Pablo, festejada el pasado domingo y destaca que el cristianismo no es una doctrina o una moral, sino, una persona, un rostro, una experiencia personal, irradiante y encantadora. San Pedro y San Pablo, por ejemplo, fueron cautivados por la persona de Jesús. Según el prelado, conocieron la mirada fulminante del Señor que como un rayo de luz, los encantó, arrebató y fascinó.

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Estatua de San Pedro, en la Plaza Vaticana

Para el arzobispo, hoy, con la propuesta de la iniciación cristiana, la Iglesia quiere facilitar la experiencia del ‘reencantamiento’ por Jesucristo y su reino, en el camino de estos grandes apóstoles. Mons. Brandes explica que San Pedro representa el «perfil petrino» de la Iglesia, o sea, el tesoro de la tradición de la fe, el lado institucional de la Iglesia, su organización y dimensión jerárquica, interna, canónica.

«Pedro es la cabeza, el responsable, el guía, el pastor del rebaño»

«Pedro es la cabeza, el responsable, el guía, el pastor del rebaño. Los papas son sus sucesores. Fue Pedro quien confesó: Tú eres el Hijo de Dios y dijo a Jesús: Señor tú sabes que yo Te amo. La fe y el amor son la roca y las llaves de la Iglesia. La fe y el amor no permiten que la Iglesia se autodestruya ni sea destruida», completa.

Hoy, resalta también el prelado, el sucesor de Pedro es el Papa Benedicto XVI que cautiva al mundo con su profundidad espiritual, teológica, eclesial. De acuerdo con Mons. Brandes, tenemos un papa bíblico, misionero, catequético, corajudo, simple. «El Pontífice nos invita a profundizar nuestra amistad con Jesús, a nada anteponer a Cristo Jesús, a transformar los desiertos en jardines, a vencer la dictadura del relativismo, a practicar el perdón, a creer en el amor de Dios».

Ya en relación a San Pablo, el arzobispo cree que es posible configurarlo como el «perfil paulino» de la Iglesia, pues él es el misionero incomparable, el apóstol de las gentes, las naciones, las ciudades y las casas. «Él se identifica como el menor y el último de los apóstoles, pero, es instrumento de elección, doctor de la gracia, en verdad judío radical que se tornó discípulo apasionado de Jesucristo, hasta la tortura, la prisión y la muerte. Pablo teólogo, místico, misionero, fundador de comunidades que no deja de ser fabricador de tiendas, es el gigante de la misión», afirmó Mons. Brandes.

San Pablo, el atleta de Dios

Él también enfatiza que para Pablo, el cristiano debe ser como un atleta, un sembrador, un soldado, porque fue conquistado por Cristo Jesús, y porque es prisionero del Evangelio, doctor, pastor, escritor, profeta y mártir de fe. Y es importante recordar que Pablo era perseguidor y enemigo de los cristianos, sin embargo, convertido, lucha contra el paganismo y el judaísmo.

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Estatua de San Pablo en la Basílica de San Pablo Extramuros, Roma

«Nunca más olvidó la fuerte luz del cielo, ni la voz que lo llamó por el nombre. De perseguidor pasa a perseguido. Un hombre de Dios, fuerte en la exigencia y lleno de ternura, sabe corregir y consolar, repleto de energía y de calor humano».

Por último, el prelado resalta que Pedro y Pablo nos impulsan a amar la Iglesia, pues no puede tener Dios por Padre, quien no tiene a la Iglesia por madre. El propio Papa Benedicto XIV afirmó que lo que más lo fascinó en la Iglesia es que ella con tantas debilidades y fallas se mantiene, camina y crece. Y Mons. Brandes destaca que amar la Iglesia es buscar antes que nada la santidad y la conversión, ser discípulo de la Palabra, participar de los sacramentos, evangelizar por amor pastoral.

«Amar la Iglesia es sufrir por ella, preservar su unidad y comunión y dedicarse a la misión, teniendo por prioridad el amor a los pobres. No podemos amar a Cristo y odiar la Iglesia, no existe Cristo sin el reino, sin la Iglesia. La sangre de los mártires, el coraje de los profetas, la osadía de los misioneros, la fidelidad de los santos engrandecen la Iglesia de Cristo y comprueban que ella es misterio, comunión y misión», concluye.

 

 

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