Washington (Jueves, 05-07-2012, Gaudium Press) Con una solemne Eucaristía celebrada en la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington finalizó el pasado 04 de julio la Quincena por la Libertad en Estados Unidos. La significativa fecha, día de la independencia en el país norteamericano, fue la oportunidad para reflexionar sobre el sentido y la necesidad de la libertad religiosa: «Cuando escogemos vivir de acuerdo a la intención que Dios tiene para nosotros, entonces – y sólo entonces – somos verdaderamente libres», afirmó en su predicación Mons. Charles Chaput, Arzobispo de Filadelfia .
La solemne Eucaristía marcó el final de dos semanas especialmente dedicadas a la oración, reflexión y acción por la libertad religiosa. |
Mons. Chaput meditó sobre las palabras de Jesús en el Evangelio, quien ordenó dar «a Dios lo que es de Dios». El prelado explicó que en el relato es muy importante el concepto de la imagen del César en las monedas mostradas a Cristo. Mientras el dinero lleva la imagen del mandatario, la imagen de Dios está en cada ser humano. «Cada uno de nosotros participa – de una forma limitada pero real – de la naturaleza de Dios mismo», explicó el Arzobispo. «Jesús no ofrece un comentario político. Está haciendo un reclamo sobre cada ser humano». Jesús pide «dar a Dios lo que lleva la imagen de Dios – en otras palabras, tú y yo. Todos nosotros».
La obligación del cristiano va más allá de las realidades terrenas. «Obviamente estamos en el mundo. Eso significa que tenemos obligaciones de caridad y justicia con la gente con quienes lo compartimos. El patriotismo es una virtud. El amor por el país es algo honorable. Pero Dios nos hizo para más que el mundo», comentó el Arzobispo. «Pertenecemos a Dios y solo a Dios».
Mons. Chaput explicó que éste es el origen de la verdadera libertad, «que no conoce otra atadura que a Jesucristo. No tiene amor por las riquezas o los apetitos que éstas tratan de satisfacer. La verdadera libertad puede apartarse de todo – riqueza, honor, fama, placer. Incluso del poder. No teme ni al Estado, ni a la muerte misma». El hombre que sigue a Dios perfecciona cada día el arte de vivir según su voluntad. «Esta es la libertad que puede transformar el mundo». El prelado citó como ejemplos de esa libertad al beato Miguel Pro, la beata Madre Teresa de Calcuta, San Maximilaino Kolbe, entre otros.
El Estado no puede dar esa libertad, y tampoco puede quitarla. Solo puede intereferir en ella, perdiendo su propia legitimidad, afirmó el Arzobispo. El prelado advirtió que, aunque en la fecha se celebra el nacimiento de la nación y se recuerdan sus beneficios, «esos son dones. Pueden ser usados para el mal. Pueden perderse. En los próximos años enfrentaremos más y más serios desafíos a la libertad religiosa en nuestro país. Por eso es que la Quincena por la Libertad ha sido tan importante»
Mons Chaput hizo un llamado a defender la libertad religiosa, pero también a darle el uso real por el cual se defiende. La libertad religiosa solo es el contexto que permite buscar más fácilmente esa libertad verdadera. «¿De qué sirve la libertad religiosa, consagrada en la ley», cuestionó el Arzobispo, «si no hacemos uso de esa libertad para buscar a Dios con toda nuestra mente, alma y fuerza?» Más allá de la defensa del derecho está la verdadera pregunta que el católico debe responder: «¿Viviremos completamente, de corazón, para Jesucristo?. Si es así, entonces podemos ser fuente de libertad para el mundo. Si no, nada más lo será».
El Arzobispo exhortó a los católicos a dar un verdadero testimonio de la fe a imagen de Ezequiel, a quien Dios hizo responsable de la suerte de los hombres a quienes, por omisión, no les predicara la verdad. «Vivimos un tiempo que necesita centinelas y testigos públicos. Cada cristiano en cada era encara la misma tarea. Pero usted y yo somos responsables por este momento». El prelado invitó a luchar por la libertad religiosa, la sacralidad de la vida y la dignidad de la persona humana, «en otras palabras, por la verdad de lo que significa haber sido hechos a imagen y semejanza de Dios».
«Al final, somos misioneros de Jesucristo, o no somos nada», concluyó Monseñor Chaput. «En la medida que le permitamos a Dios transformarnos en su propia imagen, podremos , con el ejemplo de nuestras vidas, cumplir nuestro deber como ciudadanos de los Estados Unidos y, mucho más importante, como discípulos de Jesucristo».
Con información de la Arquidiócesis de Filadelfia.
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