Madrid (Viernes, 13-07-2012, Gaudium Press) El miércoles, en la fiesta de San Benito de Nursia, la Basílica de la Abadía Benedictina del Valle de los Caídos en España, recibió al Cardenal Arzobispo de Madrid, Don Antonio Rouco Varela, quien celebró una misa que fue concelebrada por el Abad, P. Anselmo Álvarez y varios otros reconocidos sacerdotes.
Durante la celebración el purpurado español hizo una síntesis de lo que fue la aparición y apostolado de San Benito en la Historia de la Iglesia.
La vida de San Benito debe «servir de modelo a la Europa actual», expresó el Cardenal Rouco |
«San Benito -dijo, vive en un mundo y en una sociedad que se encontraba en una profunda crisis. La Iglesia se había afianzado, y se había extendido el conocimiento de Cristo. La integración de lo que llamamos los pueblos bárbaros estaba por lo menos cuajando, aunque con problemas y muchísimas dificultades. De algún modo, aquel mundo clásico del paganismo se hundía, y la visión del hombre y de la historia clásica, contemplada a la luz de la grandeza de Roma -con un trasfondo ideológico e intelectual de la cultura helénica- sufría quebrantos muy grandes», explicó el Cardenal.
En ese contexto de un ‘fracaso’ de los ideales del mundo antiguo, y en un mundo desea «encontrar a Dios en la vida. Él [San Benito] hace la opción por Dios. Lo deja todo: la vida en la familia, en la sociedad… y se dedica al servicio de Dios, a la oración, a la liturgia… Sin dejar de cuidar el mundo e incluso a los hombres, quiso apartarse de la vida mundana, de su sociedad, de su cultura. A través del servicio a Dios iba a conseguir para los hombres, para sus hermanos y para la historia de su tiempo, mucho más».
«Él no antepuso nada a Cristo»
Ese servicio de Dios se radicaba, según el Card. Rouco, en su radical opción por Jesucristo: «San Benito elige un camino de monacato donde el apartarse del mundo es muy radical en el servicio a Dios. La liturgia es absolutamente central en su vida y en la de los suyos». «Él no antepuso nada a Cristo, aseguró, y por eso pudo llevar a los hombres de su tiempo a Dios, y pudo llevar a Dios a los hombres de su tiempo. Así quedó abierta la vía de la experiencia cristiana benedictina, que sigue viva aquí, en este monasterio, y en esta Europa y en esta España del 2012. Sigue viva y orante, porque el servicio de Dios también es el servicio de los hombres, afirmando con el símbolo de la Cruz, del Crucificado, que no debemos anteponer nada a Cristo».
San Benito renovó con su particular ‘lenguaje’ cristiano el mundo de su tiempo. Esa experiencia debe servir de modelo a la Europa actual: «Si eso fue la regla, la clave para salir de las crisis de aquella Europa, también puede y debe ocurrir ahora», expresó. «No se puede anteponer nada a Cristo es la gran lección que se da aquí, que se vive y que se quiere transmitir a los demás».
El purpurado español recordó cómo de ese enraizarse en Cristo da ejemplo hoy el Papa, quien en su encíclica ‘Deus Caritas est’ «invita a mirar al corazón traspasado de Cristo si queremos saber quién es, si queremos conocerle y vivir de acuerdo con Él de tal manera que todo lo veamos a su luz, lo comprendamos y lo realicemos con su gracia, y lo llevemos a buen término con la fuerza y la dulzura de su amor. Así hay y habrá futuro. Un futuro realista, de los que saben que amar es amarle a Él, y amarle a Él es amar su cruz. Pero que amar su cruz es vivir con la esperanza de que la gloria llega».
El Cardenal finalizó recordando que la espiritualidad cristólógica de San Benito debía tener una profunda raíz mariana.
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