Lac Ste. Anne (Lunes, 16-07-2012, Gaudium Press) ¿Cómo es que un traficante de drogas se convierte en monje católico ucraniano? La historia, muy real, comienza de niño. El hoy padre Taras Kraychuk había nacido en una familia ucraniana católica muy devota, donde se rezaba diariamente en conjunto, y no se faltaba nunca a la misa dominical.
«Yo crecí en la fe, pero me alejé de esas raíces», dijo el Padre Taras a una harto interesada audiencia, compuesta por los 2000 participantes de la Conferencia Catholic Family Life, que se realizaba en Lac Ste. Anne, Alberta, Canadá, a inicios de julio. «Cuando tenía unos 15 o 16 años, yo estaba en el escenario de las drogas», dijo.
Expulsado de la escuela secundaria, Taras, dejó su familia y entró en el mundo de los «Bikers», la subcultura de motociclistas no deportivos, existente en Norteamérica.
«Quería experimentar todas las emociones, todas las drogas, todas las fiestas, todo lo que pertenece a esa clase de vida», dijo.
Es claro, su vida solo le trajo profundas frustraciones, muy presentes bajo la capa de su vida de placer desenfrenado. Fue un día lluvioso, mientras miraba por una ventana, que su frustración se hizo patente y aguda: «Realmente pensé que no había nada por qué vivir», decía, pensando en el suicidio. «Todo esto es absurdo. Todo esto no tiene sentido.».
Entretanto, Taras no había cortado por completo el hilo que lo unía a la fe de sus orígenes. Tenía la idea supersticiosa de que si leía su Biblia a menudo, Dios lo protegería de la Policía. Tal vez fue ayudado por esa costumbre, pero ciertamente movido por una gracia de Dios, que cuando miraba con angustia por esa ventana de lluvia, oyó una voz que le ordena tomar la Biblia y leerla. Sus ojos cayeron en la carta de San Pablo a los Gálatas en la que el Apóstol describe lo que ocurre a quienes se alejan de Dios: se vuelven fornicarios, borrachos, adúlteros… Taras se identificaba con todos los pecadores de la lista. Dios le abría los ojos y le señalaba un nuevo camino al que había transitado, el de la unión con Él.
Pero aunque la gracia iba trabajando, el hombre viejo también luchaba. Varias veces se encontró pensando que «No quiero ser un fanático de Jesús». Aun rechazaba la práctica integral de la religión. No obstante, la conciencia moral fue resurgiendo en su alma. «Era como si el Señor me enviase un ángel, un espíritu que me hablaba», y cada vez que estaba listo para hacer un negocio ilícito, el «espíritu» venía y le decía que eso estaba en contra de la ley de Dios.
Hasta que un día, viajando en un bus -y teniendo en la mente los decires de algunos de sus amigos, que le repetían que su estilo de vida pronto lo llevaría a la muerte- el Padre Kraychuck miró por la ventana a la Creación de Dios con otros ojos, vio a Dios presente en la Creación. Había estado conversando con otro «Biker» sobre sus sórdidas experiencias, pero durante la conversación se dio cuenta que ambos estaban recorriendo un camino parecido rumbo a la fe. «Ese fue el momento en que mi vida se enrumbó», dijo el sacerdote.
No mucho tiempo después, el padre Kraychuk comenzó a trabajar en las misiones indígenas en el norte del Canadá, discerniendo un llamado al sacerdocio y la vida monástica en la Iglesia católica Ucraniana. Estudió después en el seminario benedictino de Cristo Rey en Mission, Columbia Británica, en el Monasterio de la Santa Transfiguración en Redwood Valley, California, y en el Seminario católico ucraniano del Espíritu Santo en Ottawa, antes de ser ordenado sacerdote en 2000.
Desde entonces se dedica a servir a los demás, por amor de Dios…
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