Redacción (Lunes, 16-07-2012, Gaudium Press) De entre todos los «negocios» de los cuales nos ocupamos en esta vida, hay uno de tan gran importancia que debe ser tratado con absoluta prioridad, bajo pena de fracasar en todos los otros: ¡nuestra salvación eterna!
Cierto día, un reportero amigo resolvió hacer en varias ciudades una pesquisa sobre este asunto. Recorriendo las calles, preguntaba a los transeúntes: «¿Usted quiere ir al Cielo o al Infierno?» Impactadas, las personas respondían, casi sin reflexionar: «¡Claro que quiero ir al Cielo!» Y seguían adelante… A algunos, nuestro reportero conseguía retener por un instante más y hacer la segunda pregunta: «¿Cuáles son los medios que usted emplea para alcanzar tan gran felicidad?»
Resultado de la pesquisa: 100% quieren ir al Cielo. Sin embargo, ¡menos de 1% se preocupa sobre cómo hacer para llegar allá!
Son abundantes esos medios. Vamos aquí indicar uno de los más eficaces, que la Madre de Misericordia pone a disposición de todos, sin ninguna excepción. Quien se juzgue indigno, por ser gran pecador, recuerde lo que dijo Jesús: «Yo no vine a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Lc 5, 32).
Se trata del uso del Escapulario del Carmen, recomendado por varios Papas y Santos. Uno de estos, San Claudio de La Colombière, afirma: «No basta decir que el Escapulario es una señal de salvación. Yo sustento que no hay otro que haga tan cierta nuestra predestinación».
Los grandes privilegios del Escapulario
El día 16 de julio de 1251, San Simón Stock suplicaba a Nuestra Señora ayuda para resolver un problema de la Orden Carmelita, de la cual era el Prior General. Mientras él rezaba, la Virgen se le apareció, trayendo el Escapulario en las manos, y dijo estas confortadoras palabras: «Hijo dilectísimo, recibe el Escapulario de tu Orden, señal especial de mi amistad fraterna, privilegio para ti y todos los carmelitas. Aquellos que mueran con este Escapulario no padecerán el fuego del Infierno. Es señal de salvación, amparo y protección en los peligros y alianza de paz para siempre». La Iglesia asumió el Escapulario e hizo de él una de las devociones más difundidas entre el pueblo de Dios.
En nuestra época de supersticiones, no es superfluo aclarar que el Escapulario está lejos de ser una señal «mágica» de salvación. No es una especie de amuleto cuyo uso nos dispensa de las exigencias de la vida cristiana. No basta, por tanto, cargarlo al cuello y decir: «¡Estoy salvado!»
Es verdad que Nuestra Señora no puso ninguna condición al hacer su promesa. Simplemente afirma: «Quien muera con el Escapulario no padecerá el fuego del infierno». No obstante, para beneficiarse de este privilegio, es preciso usar el Escapulario con recta intención. En este caso, si en la hora de la muerte la persona está en estado de pecado, Nuestra Señora providenciará, de alguna forma, que ella se arrepienta y reciba los sacramentos. ¡Y en esto la misericordia de la Madre de Dios se muestra verdaderamente insondable!
Algunos ejemplos certifican de modo elocuente esta verdad.
Una mujer muere aplastada, pero es asistida por un obispo
Viajando en automóvil en compañía de un obispo, el autor de este artículo vio a una mujer entrar distraída en la carretera y ser aplastada por una enorme carreta cuyo chofer no tuvo tiempo de frenar. El obispo mandó parar el automóvil, descendió rápidamente, dio la absolución sacramental y administró la unción de los enfermos a la mujer agonizante. Después comentó conmovido: «Ella estaba con el Escapulario del Carmen. Ciertamente fue Nuestra Señora quien providenció que un obispo estuviese pasando por aquí, ¡justo en este momento!»
Privilegio sabatino
Un caso diferente -narrado por Mons. Marcos Barbosa en la obra «El Escapulario de Nuestra Señora del Carmen»- pasó en Inglaterra. En la hora de la muerte, un caballero conocido por su gran impiedad, en vez de pedir a Dios perdón de sus pecados, blasfemaba diciendo: «¡Quiero el infierno y el diablo!» Los presentes, horrorizados, llamaron a San Simón Stock, el cual tomó el Escapulario y lo extendió sobre el blasfemador. Inmediatamente éste se arrepintió y pidió los sacramentos. Según antigua y piadosa tradición, la Santísima Virgen, apareciendo al Papa Juan XXII, prometió librar del Purgatorio, en el primer sábado después de la muerte, a todos los que porten devotamente el Escapulario. Este es el llamado «privilegio sabatino». Para beneficiarse de él es preciso mantener la castidad según el propio estado, recitar el Pequeño Oficio de la Inmaculada o rezar un rosario todos los días.
Y más: cada vez que el devoto bese el Escapulario con piedad, haciendo un pedido a la Santísima Virgen, recibe una indulgencia parcial, esto es, la remisión de una parte de las penas que debía cumplir en el Purgatorio.
Quien usa el Escapulario puede beneficiarse también de indulgencia plenaria (remisión de todas las penas del Purgatorio) en el día en que lo recibe, en la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, 16 de julio; de Santo Elías, 20 de julio; Santa Teresita, 1º de octubre; de los santos carmelitas, 14 de noviembre; San Juan de la Cruz, 14 de diciembre; San Simón Stock, 16 de mayo.
Protección en los peligros de la vida cotidiana
Nuestra Señora, la mejor de todas las madres, quiere para sus devotos hijos no solamente los beneficios espirituales, sino también los temporales. Así, quien porta su Escapulario recibe de Ella una protección especial en los peligros de la vida cotidiana.
Son innumerables los ejemplos de ese desvelo de la Virgen Madre por sus hijos. Mons. Marcos Barbosa, en la obra mencionada arriba, narra dos bien interesantes.
En Santo André, Brasil, una niña de 5 años cayó dentro de un pozo de 20 metros de profundidad. Una hora después, fue encontrada flotando sobre el agua, con el Escapulario en el cuello. La familia, naturalmente, atribuyó el hecho a la protección de la Madre del Carmelo.
En San Pablo, un joven de 15 años, al atravesar en bicicleta una vía férrea, fue golpeado por el tren. Pasado todo el tren, él se levantó ileso y, besando conmovido su Escapulario, exclamaba: «Solo tuve tiempo de gritar: ‘¡Nuestra Señora del Carmen!’ ¡Fue el escapulario de Ella que me salvó!»
Señal de alianza con Nuestra Señora
El Escapulario es una señal de alianza con Nuestra Señora, y expresa nuestra consagración a Ella. Su uso es un poderoso medio de afervorar a los que viven en estado de gracia y de convertir los pecadores.
Dios no deja sin recompensa ningún beneficio hecho a una persona necesitada, incluso un simple pedazo de pan dado a un indigente. Imagine, pues, ¡cómo Él recompensará a quien ayude en la salvación de un alma!
Sea, por tanto, usted también, ¡un ardoroso propagador del santo Escapulario! Nuestra Señora le retribuirá con toda especie de gracias y favores ya en esta tierra; y más todavía en el Cielo.
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Cómo recibir y usar el Escapulario
1 – Cualquier padre tiene poder para bendecir e imponer en la persona el Escapulario.
2 – Esa bendición e imposición valen para toda la vida, por tanto, basta recibirlo una vez.
3 – Cuando el Escapulario se desgaste, basta substituirlo por uno nuevo.
4 – Incluso cuando alguien tiene la infelicidad de dejar de usarlo durante algún tiempo, puede simplemente retomar su uso, no es necesaria otra bendición.
5 – Una vez recibido, él debe ser usado siempre, de preferencia en el cuello, en todas las ocasiones, incluso cuando la persona duerme.
6 – En casos de necesidad extrema, como enfermos en hospitales, si el Escapulario le es retirado, el fiel no pierde los beneficios de la promesa de Nuestra Señora.
7 – En casos de peligro de muerte, hasta un laico puede imponer el Escapulario. Basta recitar una oración a Nuestra Señora y colocar en la persona un escapulario ya bendecido por algún sacerdote.
8 – El Papa San Pío X autorizó substituir el Escapulario por una medalla que tenga de un lado el Sagrado Corazón de Jesús y del otro una imagen de Nuestra Señora. Pero la recepción debe ser hecha con el escapulario de tejido.
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Oración a Nuestra Señora del Carmen
Oh Virgen del Carmen y madre amorosa de todos los fieles, pero especialmente de los que visten vuestro sagrado Escapulario, en cuyo número tengo la dicha de ser incluido, interceded por mí ante el trono del Altísimo.
Obtén que, después de una vida verdaderamente cristiana, expire revestido de este santo hábito, líbrame del fuego del infierno, y conforme prometiste, merezca salir cuanto antes, por vuestra intercesión poderosa, de las llamas del Purgatorio.
Oh Virgen dulcísima, dijisteis que el Escapulario es la defensa en los peligros, señal de vuestro entrañado amor y lazo de alianza sempiterna entre Vos y vuestros hijos. Haced, pues, Madre amorosísima, que él me una perpetuamente a Vos y libre para siempre mi alma del pecado.
En prueba de mi reconocimiento y fidelidad, me ofrezco todo a Vos consagrándote en este día mis ojos, mis oídos, mi boca, mi corazón y todo mi ser. Y porque os pertenezco enteramente, guardadme y defendedme como hijo y servidor vuestro. Amén.
Por Antonio Queiroz
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