Redacción (Jueves, 19-07-2012, Gaudium Press) Cada vez más la Iglesia se interesa por la cuarta vía de Santo Tomás para llegar a Dios, como un método eficaz de Nueva Evangelización.
La cuarta vía es muy apropiada para las nuevas generaciones, porque es un camino que privilegia la contemplación, en la que el sujeto es fundamentalmente pasivo, y donde prevalecen las capacidades intuitivas sobre las racionales.
Realmente, a los jóvenes no les es fácil la construcción de raciocinios o la mera abstracción, y por el contrario, todavía conservan casi intacta su capacidad para maravillarse con la belleza de la creación.
«El hombre puede alcanzar la existencia de Dios recorriendo los diversos grados de seres que se encuentran en el mundo; a partir del conocimiento de los seres inferiores, ascendiendo gradualmente podemos remontarnos al conocimiento de Dios. Obsérvese que en último término el ascenso por capas horizontales encuentra su fundamento en el paso directo y claro del ascenso vertical en el que de la consideración del ente se llega al Ser como causa del ente, de lo participado al Imparticipado», dice Ángel Luis González en «Ser y Participación» (EUNSA, 2001), donde así define y comenta la cuarta vía.
Recorrer los diversos grados de los seres. El ser es bien y es belleza. Es bien en cuanto participando de la Bondad divina y apetecido por la voluntad del hombre. Y es belleza en cuanto participando de la Belleza de Dios y conocido por la inteligencia y los sentidos.
¡Qué maravilla: todos los seres pueden ser el camino para querer a Dios y para conocer a Dios! En ellos se participa el Ser divino, ellos nos sirven para encontrar a Dios. ¿Y para qué buscar a Dios? Casi que por simple egoísmo, pues ya sabemos que solo en Él descansaremos.
Desde una piedra. Mejor un diamante. Desde un ratoncillo, aunque mejor un cisne o un pavo real.
Todo ser creado es perfecto y es imperfecto. En lo perfecto refleja a Dios y en lo imperfecto muestra su distancia infinita hasta Dios.
Entretanto, mejor que con un ser individualmente considerado, es contemplar un conjunto ordenado y armónico de seres, o -aún mejor- en el conjunto de todos los seres de la creación.
Para Santo Tomás el universo es «un todo ontológicamente jerarquizado». «En esa jerarquía ordenada de seres Aquinas inserta un principio fundamental (…): la gradación de perfección se dice siempre por relación a lo perfectísimo, el más y el menos por relación a lo máximo, lo relativo por relación a lo absoluto. (…) El mayor o menor grado de participación del Ser divino es lo que constituye a todas las cosas, ordenadas en grados, en más o menos perfectas». (Gonzalez – Ser y Participación)
De hecho, no hay nada más perfecto que el conjunto de la Creación, salvo la Bondad Divina: «Después de la Bondad divina, que es el fin separado de las cosas, el bien principal que existe en las mismas cosas es la perfección del universo, el cual no se daría si no se encontrasen en las cosas todos los grados de ser», dice San Tomás en la Suma Teológica (I, q. 22, a. 4). Es decir, la perfección del universo deriva de su variedad, diversidad de seres que al mismo tiempo que forman un conjunto por el orden en que se integran, reflejan al único Dios.
Es lindo el colibrí. Es un reflejo de la ‘agilidad’ o de la ‘leveza’ de Dios. Pero más ‘sentimos’ al Ser divino cuando al colibrí le juntamos el cisne y el gorrión, y el pavo real.
Por eso es más «bello» un diamante engastado en la corona de una reina, que si estuviese solo, aunque fuese el más bello diamante del mundo. Este diamante allí puesto con arte en la corona junto a otras piedras haría una bella pieza porque, entre otras cosas, el conjunto llamado corona imitaría la variedad armónica y ordenada que hay en el conjunto que es el universo: «Cualquiera que considere atentamente el espectáculo que nos ofrece el universo puede percatarse de esa gradación ordenada de seres. Hay un ‘ordo’ y un ‘gradus’ en las cosas precisamente porque la diversidad de las cosas exige que no sean todas iguales; por encima de los cuerpos inanimados están las plantas, y sobre éstas los animales irracionales, sobre los cuales se encuentran las sustancias intelectuales. Y en cada uno de esos órdenes hay diversidad en la medida en que unos seres son más perfectos que otros, por cuanto los más altos seres de un género inferior están más cercanos al género superior, como se echa de ver por ejemplo en los animales inmóviles que son semejantes a las plantas» dice González, glosando la exposición que Santo Tomás hace al respecto en la Suma contra los Gentiles (III, 97).
Ahí está el universo uno y vario: para ser admirado y para ya tener en esta vida un anticipo del ‘gaudium’, de la alegría que sentiremos al contemplar a Dios en toda la eternidad.
Ese universo variado nos invita a la contemplación: una contemplación generosa, no egoísta, que no quiere lo contemplado para sí; sino que ve algo y se maravilla, pero que como no se apropió de ese algo, vuela con facilidad a contemplar otra cosa. Y esa otra cosa tampoco lo ‘amarra’ sino que le sirve de escala para contemplar un conjunto más perfecto, y otro más perfecto, y así … hasta Dios.
Cómo, así, la vida es entretenida. Y Dios no dejará de enviar sus gracias, a quien humilde contempla su obra para encontrarlo a Él.
Por Saúl Castiblanco
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