Washington (Lunes, 23-07-2012, Gaudium Press) Francis J. Beckwith es una persona muy conocida en los medios intelectuales cristianos de los EE. UU.
Convertido al catolicismo en el 2007, fue el 57º presidente de la Sociedad Teológica Evangélica, y actualmente es profesor de Filosofía y Estudios Iglesia-Estado en la Baylor University, una de las más reconocidas en Texas. El 20 de julio pasado Beckwith escribió una nota publicada en ‘The Catholic Thing’ en la que analiza la postura de los 5 catequistas que rehusaron suscribir la profesión de fe, en la diócesis de Arlington, Virginia.
Francis J. Beckwith |
El caso habría sido un tanto marginal si no hubiese sido por la publicidad dada por el Washington Post y otros medios. En días pasados Mons. Paul Stephen Loverde, obispo de Arlington, determinó que todos los catequistas de su jurisdicción tenían que adherirse a la Profesión de Fe y realizar el Juramento de fidelidad a la Iglesia, según fueron establecidos en conformidad con la Carta Apostólica en forma de ‘motu propio’ «Ad Tuendan Fidem», emitida el 18 de mayo de 1998 por Juan Pablo II.
A pesar de lo que podría inferirse por la polvareda levantada por algunos medios -comúnmente contrarios a la Iglesia-, la medida fue aceptada de forma pacífica por la grandísima mayoría de catequistas: sólo 5 de los 5.000 que existen en la diócesis rehusaron la profesión de fe y abandonaron sus labores catequéticas, alegando principalmente que las acciones solicitadas por la diócesis violan su derecho a disentir, su autonomía, o su libertad de conciencia.
Una de estos catequistas es Kathleen Riley, experta en computación.
A ella, el profesor Beckwith le pregunta cómo en el mundo de la ciencia informática se trataría a una persona que dijese que el sistema operativo Mac y el de Windows son lo mismo:
«Si, por ejemplo, una persona no experta como yo le dijera a una autoridad en informática, tal como la Sra. Riley, que siento en mi corazón que el sistema operativo de la iMac en el que estoy escribiendo este ensayo ‘no es diferente’ que la versión más reciente de Microsoft Windows, ya que me parece que ‘hacen las mismas cosas’, yo no sufriría ninguna injusticia si ella me corrigiera».
«Si yo fuera a quejarme de que su corrección viola mi autonomía o mi ‘derecho a disentir’, ella, espero que gentilmente, me diría que, de hecho, ella había contribuido a mi florecimiento intelectual, impartiéndome la verdad».
«Ella insistiría en que si yo continúo albergando dudas sobre los hallazgos de la ciencia de la computación, pues existen medios establecidos por los cuales puedo expresar mi desacuerdo y tal vez hasta cambiar la trayectoria de la disciplina».
«Puedo, por ejemplo, enviar artículos a publicaciones autorizadas, y presentar ponencias en conferencias profesionales. Si las luminarias de la profesión, sus autoridades por así decirlo, no encuentran mis argumentos convincentes o les parecen demasiado inconsistentes con el cuerpo de conocimientos que la profesión considera casi indiscutible, entonces tal vez debería reconsiderar mi disidencia y comenzar a reflexionar sobre la posibilidad de que la falla se encuentra conmigo y no con la profesión».
«Todo lo que la Iglesia les está pidiendo a los Cinco de Arlington es que ellos traten la teología de la Iglesia y su desarrollo con el respeto y la deferencia que la Sra. Riley espera que otros traten la tradición de conocimiento de lo que ella es experta», afirma Beckwith.
«Esto [la postura de los cinco de Arlington] no es libertad intelectual. Es un solitario confinamiento en una prisión ‘egopapista’ «, concluye.
Gaudium Press / S. C.
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