sábado, 23 de noviembre de 2024
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Una mirada con mil facetas

Redacción (Martes, 07-08-2012, Gaudium Press) Mucho ya se escribió y discurrió acerca de la Virgen Madre de Dios. Entretanto, nos faltan palabras para expresar cuánto debemos a su inigualable Persona. El culto a Ella remonta al inicio de la Cristiandad, y fue creciendo a lo largo del tiempo, haciéndola figurar en la pluma de los más insignes pensadores y los labios de los más elocuentes predicadores, y también en las obras de los más talentosos artistas que la Historia conoció.

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Nuestra Señora de París

Empeñada en manifestar la honra que es debida a la Madre de Dios, la Revista de los Heraldos del Evangelio viene reproduciendo, desde su primer número, expresivas imágenes de esa Venerable Señora, sobre todo en las cuartas tapas. A veces aparece Ella con afable sonrisa, a veces con fisionomía compasiva o con mirada suavemente entristecida, sin embargo siempre invitándonos a, por medio de Ella, más fácilmente acercarnos al trono de Su Divino Hijo.

A lo largo de la historia

En dos milenios de Cristianismo, la figura impar de María Santísima fue representada de las más variadas formas. En su fase inicial, la Iglesia la concibió como Virgen Orante, con los brazos abiertos en señal de oración, y sin el Niño Jesús. O también como Virgen Madre, dejando trasparecer una divina pureza en sus rasgos.

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Madre de Dios, Emperatriz de China

En el período románico, María es principalmente representada como Madre de Dios, majestuosa, erecta, con mirada hierática. Sentada en trono como Reina, tiene sobre las rodillas a Jesús, la Sabiduría Eterna, y lo presenta al mundo con gesto respetuoso, sosteniéndolo con las dos manos. Son las imágenes de Sedes Sapientiæ (Sede de la Sabiduría). Desde el final del siglo XII, la solemnidad cede lugar al movimiento. El Niño Dios «cambia» de posición: tal imagen lo presenta en uno de los brazos de la Madre, la otra sobre las rodillas. La figura de la Virgen gana en destaque y simbolismo: se difunden las Vírgenes Negras, coloración explicada por ciertos exegetas en un sentido místico de dolor y sufrimiento; o todavía las Vírgenes con Manzana, recordando que la nueva Eva reparó el pecado de la antigua.

En el siglo XIII, en pleno auge del gótico, todo canta la alabanza a la Santísima Virgen: innúmeras iglesias son levantadas en su honra, se multiplican en los púlpitos las referencias a Ella, y la Liturgia la celebra abundantemente. En la pintura y la escultura, la Reina y Madre toma aires de una noble dama que juega con su Hijito y lo abraza con todo afecto. «Siempre fue verdad – afirma el padre Dinarte Passos – que el estilo gótico alcanzó el ideal en todas las artes, también, por tanto, aquí en el arte mariano».1

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Salus Populi Romani

Después de la Edad Media, se rompen los estrechos vínculos entre el arte y la Fe. La escultura y la pintura se materializan. En el Renacimiento y el período Moderno, mientras progresaba la técnica de cómo hacer, se perdía en buena medida el espíritu de cómo crear. Pero las manifestaciones de devoción a Nuestra Señora no dejaron de crecer también en esa época.

Mil formas de representarla

Siendo Madre, María quiere entrar en contacto con sus hijos, busca adaptarse a los buenos aspectos de ellos, les transmite mensajes. De ahí nació el culto a la Virgen María designándola por el nombre del lugar donde Ella apareció: Nuestra Señora de Fátima o Nuestra Señora de Lourdes, por ejemplo. Hay invocaciones que expresan veneración por algún aspecto de su vida, como Nuestra Señora Niña; o algún episodio del Evangelio, Nuestra Señora del Destierro, que evoca la fuga para Egipto. Hay también formas de representarla de acuerdo con las particulares circunstancias en que Ella nos ayuda: Nuestra Señora de la Peña, inspiradora de las artes y las letras; Nuestra Señora de los Mares o Nuestra Señora de la Estrada, protectora de los viajeros.

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Inmaculada Concepción

Decenas son las fiestas celebradas en honor a la Santísima Virgen a lo largo del año, pero una de ellas llama de modo especial nuestra atención: la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, que la Iglesia conmemora el día 1º de enero. Así, el año se inicia bajo Su mirada y Su protección.

La Maternidad Divina de Nuestra Señora es tan sublime que la coloca por encima de todas las otras criaturas. Pues, según la expresión del Cardenal Cayetano: «Solamente la Bienaventurada Virgen María llegó a los confines de la divinidad por su propia operación natural, ya que concibió, dio a luz, engendró y alimentó con su leche al propio Dios».2

En vista de tanta sublimidad, nadie será capaz de expresar de modo perfecto y acabado – por cualquier tipo de obra artística o literaria – las mil facetas de Aquella que, según Santo Tomás, tiene una «cierta dignidad infinita».3 ¿Podrá alguien, al menos, escoger entre varias representaciones de Nuestra Señora alguna cuya mirada exprese más adecuadamente Aquella que «llegó a los confines de la divinidad»? Lo invitamos querido lector a hacer su elección…

Por Thiago de Oliveira Geraldo

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Notas:
1 Cf. PASSOS, CM, Dinarte Duarte. A Imagem da SS. Virgem através da História. Revista Eclesiástica Brasileira,
dezembro 1947, v.VII, f.IV, p.868.

2 CAYETANO, apud ROYO MARÍN, OP, Antonio. Teología de la Perfección Cristiana. 9.ed. Madrid: BAC, 2001, p.89.

3 SÃO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica, I, q.25, a.6, ad.4.

 

 

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