sábado, 23 de noviembre de 2024
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Canónigo de la Catedral Primada de España: "María impulsa la evangelización de los cristianos en la vida pública"

Madrid (Lunes, 13-08-2012, Gaudium Press) El día 15 de Agosto, Solemnidad de la Asunción de la Virgen se celebra en Toledo, España, la fiesta de Nuestra Señora del Sagrario, Patrona de la imperial ciudad. La Virgen del Sagrario fue coronada canónicamente en 1927, y se trata de una bellísima imagen sedente del s. XIII, tallada en madera de peral y recubierta de láminas de plata y filigrana que para la fiesta se suele revestir con ricos ornamentos.

La fiesta viene precedida de un Octavario de preparación; el primer día del mismo la Sagrada Imagen es trasladada procesionalmente desde su Capilla hasta el Altar Mayor de la Catedral, que en razón de la masiva afluencia de fieles, suele prepararse para esta ocasión en el interior de la Puerta de los Leones, bajo el Órgano del Emperador.

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Virgen del Sagrario toledana

Este traslado es objeto de una piadosa tradición: el ‘desvelamiento’ ritual de la imagen de la Virgen que, preparada en su Capilla, ha permanecido oculta a los ojos de los asistentes por una cortina. En el momento de este desvelamiento, el coro entona la estrofa «Monstra te esse Matrem» («muestra que eres nuestra Madre») del himno mariano «Ave maris Stella». Para esta estrofa, de gran tradición toledana, los Maestros de Capilla de la Santa Iglesia Catedral Primada de Toledo – SICP han compuesto bellísimas melodías.

El día de la Virgen, solemnidad de la Asunción, la SICP está abierta desde horas tempranas, sucediéndose la celebración de la Santa Misa ante la Sagrada Imagen. Al mediodía, el Sr. Arzobispo Primado, celebra la solemne Misa Pontifical e imparte la Bendición Papal, al término de la cual, la Patrona de Toledo recorre en procesión las naves del Templo Primado en medio del fervor de los fieles que llenan por completo sus amplias naves.

Este día es tradición acudir a beber el «agua de la Virgen», del aljibe del Claustro donde la tradición dice que la imagen estuvo oculta durante los años del dominio árabe.

Según el Arzobispo de Toledo, D. Braulio Rodríguez Plaza «en el centro del mes de agosto aparece la fiesta de la Virgen, la que celebra su Asunción a los cielos, esto es, su plenitud. En muchos lugares es la fiesta patronal. También en la ciudad de Toledo, pues la Virgen del Sagrario abandona esa bellísima capilla del Santísimo y es colocada en un lugar especial de la Catedral para recibir el amor de sus hijos en la Novena que prepara la gran fiesta del 15 de agosto. La Catedral se abre a la ciudad y cuantos quieren honrar a la Virgen del Sagrario. A ella la pedimos que nos atraiga la bondad del Padre de los cielos que es su Hijo Jesucristo, que nos consiga nuevas ilusiones en nuestras comunidades cristianas, que nos enseñe la belleza de la vida en familia y la caridad mutua, para que seamos capaces de ayudarnos y alegrarnos juntos en esta ciudad de Toledo o en tantas parroquias que también celebran sus fiestas. Nuestra Señora, ya glorificada en cuerpo y alma, sigue preocupándose de nosotros, precisamente porque tiene libre acceso a su Hijo, al Padre de los cielos y al Espíritu Santo. Es tiempo, pues, de oración sencilla, de avemarías y jaculatorias que nos enseñaron, de momentos de plegarias junto a otros cristianos».

Palabras de Mons. Jesús Martín Gómez

El párroco de San Julián de Toledo y canónigo de la Catedral Primada, Mons. Jesús Martín Gómez presidió una de las Misas del Octavario de la Virgen del Sagrario, que se está realizando en la Catedral con vistas a la Fiesta del próximo 15 de agosto. Concelebraron Mons. Santiago Calvo Valencia, arcipreste, D. Cleofé Sánchez Montealegre, secretario del Cabildo, D. Enrique Carrilo Morales, capellán mayor mozárabe y D. Juan Pedro Sánchez Gamero, canónigo responsable del patrimonio. El Deán, Mons. Juan Sánchez y el resto del Cabildo asistieron a la celebración que fue participada por numerosos feligreses. La ofrenda floral estuvo ese día a cargo de los Heraldos del Evangelio de la archidiócesis.

Mons. Martín Goméz centró su homilía en la presencia de los laicos en la vida pública. Todos los ocho días de las celebraciones cada canónigo que preside aborda un tema específico vinculado a quienes ese día participan de la Eucaristía.

Estas fueron las palabras de la Homilía del canónigo Mons. Martín Gómez en la Catedral Primada:

«Saludo con afecto cordial a los hermanos sacerdotes concelebrantes, al Ilmo. Sr Deán y miembros del cabildo primado, a la directiva y socios de la Esclavitud de la Virgen del Sagrario, a las hermanas religiosas de la catedral y de otros lugares, a los Heraldos del Evangelio, a este grupo de acólitos, que día tras días sirven al altar con todo esmero.

A todos vosotros, hermanos y hermanas que participáis en este cuarto del día del Octavario, así como a cuantos lo contemplan por el canal diocesano o lo escuchan por Radio Santa María de Toledo. A todos, paz y bien.

Es verdad que la expresión «vida pública», de cuyo tema hoy corresponde hablar, es muy amplia dado que abarca múltiples aspectos. Al referirnos a ella queremos decir ahora la presencia del cristiano en aquellas estructuras sociales que conforman la vida ciudadana, pero realizadas desde la perspectiva de la fe.

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Aspecto de la celebración en la Catedral Primada

La Virgen María estuvo muy presente en la Vida pública de su tiempo y, sobre todo, de su Hijo, impulsándole y alentándole, desde la cercanía, en unas ocasiones y desde la distancia, en otras. También el mártir san Lorenzo, cuya memoria recordamos, dio valiente testimonio público de la fe en Jesucristo hasta aceptar con gozo el martirio -muriendo en la parrilla- por confesar a Jesucristo sin amedrentarse ante nadie ni ante nada.

En tiempos no lejanos, no se concebía hablar del compromiso del cristiano en la vida pública. No se entendía, por parte de muchos, que tomar parte en estas actividades pudiese llevar consigo dar una respuesta al evangelio y que las responsabilidades de esta índole tuvieran mucho que ver con la vida cristiana.Hoy se ha operado un cambio sustancial. Implicarse en la cosa pública en el momento presente, es desarrollar una de las actividades más importantes que configuran la vida de los ciudadanos.

Perder el miedo a participar de la vida pública

El concilio Vaticano II, Los Papas de los últimos tiempos y nuestros propios Pastores, así como el XXV Sínodo diocesano y los Lineamenta para la preparación del Sínodo de Obispos que Benedicto XVI ha convocado para el próximo mes de octubre sobre la Nueva Evangelización en el Año de la Fe, han hablado y escrito con claridad y animado a los creyentes a perder el miedo a esta participación, siempre que esté motivada por la fe en Jesús, que a un cristiano maduro le corresponde.

El seglar no puede ni debe acudir a estos campos para medrar, ni por arribismo, ni para enriquecerse, ni por la fama, el prestigio o el poder. Estas motivaciones son contrarias al evangelio. El único móvil que debe primar es el servicio desinteresado, la preocupación por los más desfavorecidos, el velar por los que se encuentran en inferioridad de condiciones, la búsqueda de un equilibrio económico más proporcionado en el entorno: pueblo, ciudad, comunidad autónoma o en el propio país. En definitiva, se trata de crear unas condiciones de vida más fraternas y una sociedad más justa y equilibrada.

El cristiano que desee dar una respuesta adecuada, desde la fe, a los hombres de hoy y ejercer un servicio generoso, como lo hizo María, debe tener clara conciencia, de que si le es posible, ha de implicarse de una u otra forma, de manera directa o indirecta, en el mundo de las actividades ciudadanas. El dar una respuesta y manifestar públicamente las propias convicciones personales y eclesiales son imperativos ineludibles de las propias creencias.

La presencia de los laicos en estos campos debe dar sentido a su actividad como creyentes, tratando de evangelizarlas, so pena de que existan razones que le eximan del ejercicio de estas responsabilidades ciudadanas. Cada uno debe saber en cuántas y en cuáles ha de implicarse.

La libertad de los católicos en la vida pública, no justifica la separación entre sus convicciones religiosas y morales y sus decisiones. La diversidad de opiniones en los asuntos temporales es legítima; pero esto no debe impedir nunca la necesaria coincidencia de los cristianos en la defensa y promoción de los valores y proyectos de vida derivados de la moral evangélica.

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Mons. Jesús Martín Gómez

Los creyentes, en el ejercicio de sus derechos ciudadanos, deben participar en aquellas instituciones civiles -ayuntamientos, docencia, centros cívicos, asociaciones de vecinos, de padres de alumnos, de amas de casa, de cultura, de recreo, de deporte… encaminadas a favorecer el ejercicio de estos derechos y el cumplimiento de sus responsabilidades. Las ha de promover como un servicio al bien común y como lugares propicios para anunciar, desde ellas, el evangelio de Jesucristo.

La Iglesia ofrece los principios que deben dar forma y sentido al amplio campo de la actividad pública de los cristianos. Hay que partir de lo que afirma la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual: «La Iglesia se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia». Si se quiere concretar esta afirmación debemos recordar que es
responsabilidad nuestra difundir cada vez más el reino de la justicia y de la caridad entre los pueblos, que se ha de predicar la verdad evangélica e iluminar todos los sectores con su doctrina y con el testimonio de vida.

También invita la Iglesia a esforzarse por crear un clima en el que los privilegiados en las diferentes áreas de la vida pública sean los más desfavorecidos, los débiles, los que carecen de casi todo… Es necesario, así mismo, favorecer iniciativas que beneficien la vida en
cualquiera de sus estadios.

Por eso los cristianos que se dedican a la vida pública, tienen necesidad y derecho a ser ayudados y acompañados por la misma Iglesia. Así para una verdadera y eficaz actividad, por parte de los seglares, es preciso impulsar recursos y apoyar instituciones dedicados a la formación de los católicos para que actúen en los diferentes ámbitos de la vida con verdadera inspiración evangélica y adecuada preparación profesional.

Esto lleva a preguntarnos: ¿Cómo es posible hacerlo? ¿Pueden unos cristianos coherentes con su fe realizar este camino que traza la Iglesia de forma limpia, sin mancharse las manos? Muchos hombres y mujeres lo han hecho y lo hacen. Pero sólo es posible realizarlo con la acción de Dios, con la imprescindible ayuda de la Virgen María. Ella, que supo estar presente en aquellas situaciones que reclamaban su presencia, está impulsando a cuantos tienen responsabilidades en estos ámbitos. Ella fue la primera creyente que seducida por Dios se entregó sin reservas a los hombres. ¿Se ha olvidado María de nosotros? Evidentemente no.

Cuando el Señor se la encomendó a Juan al pie de la cruz dicéndole: «Ahí tienes a tu Hijo»,
desde aquel instante nos la entregaba a nosotros para que velase en nuestro caminar hacia el Padre. Pero muy especialmente para que impulsara y nos diera los resortes necesarios para no equivocarnos, cuando mirando al bien común y pensando siempre, como ella en los más desfavorecido, como cantamos en el himno del magnificat, nos decidamos todos, sin miedo y con valentía, a construir la ciudad temporal. En ella descubriremos la alegría de vivir y así será anticipo y representación de la ciudad celeste donde contemplaremos a Dios con las manos llenas y los ojos limpios, como ya lo hace san Lorenzo y, de manera singular, María, la Virgen del Sagrario».

 

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