Redacción (Lunes, 27-08-2012, Gaudium Press) El Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Cardenal Antonio Cañizares Llovera, quien fue Obispo de Ávila entre 1992 y 1996, presidió en la capilla del Monasterio de San José la solemne Misa con motivo de los 450 años de la Fundación por Santa Teresa de Avila de dicho monasterio y el inicio de la Reforma.
El Card. Cañizares apunto ese no «querer otra gloria que la Gloria de Dios» de Santa Teresa – Foto: Agencia SIC |
Concelebraron con el Purpurado valenciano el Obispo de Avila, Mons. Jesús García Burillo, los arzobispos de Valladolid, Mons. Ricardo Blázquez Pérez y de la Seu de Urgel, Mons. Joan Eric Vives, así como el arzobispo emérito de Zaragoza, D. Elías Yánez, los Obispos de Córdoba, D. Demetrio Fernández, de Salamanca D. Carlos López, de Plasencia D. Amadeo González Magro, de Bilbao D. Mario Uceta, el Vicario General de la Orden Carmelita y una gran cantidad de sacerdotes Carmelitas, diocesanos de Ávila, Madrid, Toledo y Burgos, y de otros institutos.
Entre el numeroso público que llenó la capilla y la plaza de las Madres se encontraban el Ministro del Interior, D. Jorge Fernández Díaz y su esposa; el alcalde de Ávila, D. Miguel Ángel García Nieto; la rectora de la Universidad Católica de Ávila, Doña. Maía del Rosario Saez Yuguero; el Presidente de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, D. José Luis Mendoza; la Presidenta de la Fundación de la Universidad Católica de Ávila, Doña Lydia Jiménez y autoridades militares.
En su homilía el Cardenal Cañizarez afirmó que «este día tiene un gran significado. Es un día de gozo, alegría, acción de gracias y alabanza por las maravillas que de aquí han salido durante estos 450 años. Santa Teresa gustaba de recordar el salmo que dice «cantaré eternamente las misericordias del Señor». Misericordias que tan patentes quedan en la vida de la Santa. Sin querer otra gloria que la Gloria de Dios y la salvación de las almas».
Señaló el Cardenal que las Carmelitas Descalzas no están llamadas al apostolado fuera de sus conventos. Pero sí tienen la gran misión desde dentro de ayudar a los demás. Han recibido la gracia de haber sido segregadas del mundo para un apostolado oculto que contribuye a la expansión del Reino de Dios. Y lo tienen todo porque solo Dios basta ya que quien le tiene a Él, nada le falta.
El Purpurado recordó trechos de los escritos de la Santa de Ávila y de la reciente carta del Papa al Obispo de Ávila, afirmando después que Cristo fue siempre el centro de sus enseñanzas, de su oración y de su vida entera.
Según el Card. Antonio Cañizares nuestros tiempos son recios como lo fueron los tiempos de Santa Teresa y de ahí su exhortación a las Madres Carmelitas y a los Padres Carmelitas a transitar por los caminos de la perfección como la Santa abulense, como San Bartolomé, San Pedro y Santiago.
Terminada la Misa se realizó una procesión devolviendo a la Iglesia de Santa Teresa la imagen de la santa.
Carta del Sumo Pontífice
El Obispo de Ávila Mons. García Burillo recibió una Carta del Santo Padre en donde Benedicto XVI señala que «enamorada del Señor, esta preclara mujer no ansió sino agradarlo en todo. En efecto, un santo no es aquel que realiza grandes proezas basándose en la excelencia de sus cualidades humanas, sino el que consiente con humildad que Cristo penetre en su alma, actúe a través de su persona, sea Él el verdadero protagonista de todas sus acciones y deseos, quien inspire cada iniciativa y sostenga cada silencio».
Por su parte D. Jesús García Burillo publicó una espléndida Carta Pastoral en donde señaló refiriéndose al Monasterio de San José que «hoy podemos decir que el tiempo ha dado razón de las hermosas y ardientes intuiciones de los primeros cronistas de la orden. San José sigue vivo después de tantos años, vicisitudes, dificultades y desafíos. San José no es una realidad muerta, un austero convento nacido en tiempos antiguos, y convertido hoy en nostalgia del pasado. Por el contrario, su vida y su historia han pervivido pujantes de siglo en siglo en las Hermanas, manteniendo las mismas costumbres, las mismas tradiciones, idéntico ideal de vida, e incluso el propio edificio material que adaptó la Santa Madre. Esta casa, después de haber sufrido pequeñas modificaciones necesarias, sigue conservando el sabor teresiano, tan cálido y sabroso como un vino añejo que con el tiempo sabe mejor y adquiere más solera».
Gaudium Press / José Alberto Rugeles
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