viernes, 22 de noviembre de 2024
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Ventanas del alma… ¿También del cuerpo?

Bogotá (Lunes, 10-09-2012, Gaudium Press) La complejísima estructura anatómica de un ojo, no puede dejar de asombrarnos sin remitirnos admirados a la sabiduría de Dios. Las mismas Sagradas Escrituras son prolíficas en ejemplos que lo comparan con la conciencia y la certeza. En el Antiguo como en el Nuevo Testamento el ojo es el reflejo de la vida interior del alma. Ahora bien, que haya una disciplina médica del diagnóstico basada en la lectura del iris del ojo, un complemento de otros exámenes clínicos y una manera de ayudar a explorar la enfermedad, es algo todavía más fascinante.

ojo humano.jpgEl análisis del iris del ojo -asunto muy controvertido, por cierto- para complementar un diagnóstico médico, es cada vez más frecuente en nuestros días, con la esperanza de que al caracterizar lo más preciso posible la enfermedad, ayude a encontrar las dietas y medicamentos apropiados sea para la curación o para sobrellevar con menos agobiantes molestias lo que Dios permite para nuestra santificación.

Todo comenzó con un niño de diez años de edad perteneciente a la pequeña nobleza húngara, empobrecida pero recatada, infantil súbdito del imperio austro-húngaro: Ignatz von Peczely (1826-1911). Por querer ayudar una lechuza atrapada en un zarzal le rompió una pata y tuvo que llevársela a casa, esconderla y comenzar a tratar de curarla. Lo primero que identificó en la pobre ave amedrentada fue que en uno de los ojos le apareció una gran raya. Y que a medida que el animal se fue recuperando, la raya iba desapareciendo. La experiencia hizo que Ignatz se interesara por asuntos relacionados con la medicina y terminó estudiándola. A sus pacientes les observaba el iris intentado hacer coincidir su diagnóstico clínico de los síntomas con lo que revelaba el ojo. Una combinación virtuosa de paciencia, perseverancia y diligencia en procurarle al enfermo la salud sacrificándose noches enteras tratando de ubicar sobre una especie de topografía del iris que el médico fue elaborando, le dieron como resultado verificar que muchas alteraciones en algunos órganos o partes del cuerpo, se registran en el iris del ojo: inflamaciones, irritaciones, presencia de agentes patógenos, etc. Ignatz combinaba estas investigaciones con sus conocimientos de medicina homeopática.

Quizá no sea la única y mejor forma de diagnosticar. Quizá necesite complementarse con otras maneras de diagnóstico. Quizá haya que hacer un seguimiento más perseverante del pobre paciente. Todo esto puede ser muy cierto. Como cierto también puede ser que apenas estemos en los comienzos del desarrollo de una nueva ciencia reservada por la Divina Providencia para tiempos futuros menos agitados y de más fe y gratitud con Ella. Sin embargo hoy día la gran mayoría de los defensores de la iriología coinciden en afirmar que no hay diagnóstico más pudoroso y natural que lo que revela los ojos. Al fin y al cabo mucho del estado emocional y espiritual de una persona se trasluce en la mirada, y no tiene nada de raro que también se pueda ver en el perfectísimo y admirable órgano que trasmite la mentalidad de un individuo, las condiciones de su propia salud corporal.

Pocas cosas tan impresionantes como ver un globo ocular solo sobre un plato. Sin embargo -comentaba alguna vez el Prof. Plinio Correa de Oliveira- nada más expresivo y revelador del estado de un alma que un ojo puesto en su lugar, es decir en la cara, con sus pestañas, su ceja y adecuadamente ubicado en su cuenca con su respectivo párpado. Sobraría decir que es quizá el órgano humano que más poesía, literatura y arte ha inspirado después del corazón. Y es conocido que ha habido artistas que encuentran una relación entre una mirada y los sentimientos de este noble órgano que Dios nos regaló no simplemente para bombear la sangre de nuestro cuerpo. Ojo y corazón muy probablemente nos fueron dados para ayudar a comunicar aquello que subyace en lo más profundo de nuestra personalidad y que a veces es la causa de muchas de nuestras enfermedades.

Por Antonio Borda

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