Beirut (Sábado, 15-09-2012, Gaudium Press) El Santo Padre Benedicto XVI visitó al Presidente de la República de Líbano, Michel Sleiman, durante la mañana de este segundo día de su viaje apostólico a Oriente Medio. Su alocución, muy esperada por los conflictos y tensiones de la región, dirigió el tema de la búsqueda de la paz a su núcleo más fundamental: «Para construir la paz», afirmó el Papa, «nuestra atención debe dirigirse a la familia para facilitar su cometido, y apoyarla, promoviendo de este modo por doquier una cultura de la vida».
El Santo Padre se reunió con las autoridades civiles y representantes políticos, religiosos y culturales. Foto: CNS. |
«La eficacia del compromiso por la paz depende de la concepción que el mundo tenga de la vida humana», continuó el Pontífice. «Si queremos la paz, defendamos la vida. Esta lógica no solamente descalifica la guerra y los actos terroristas, sino también todo atentado contra la vida del ser humano, criatura querida por Dios».
El Santo Padre insistió que se requiere conocer y respetar la dignidad del hombre y el carácter sagrado de su vida para construir y consolidar la paz. Ante los grandes sufrimientos de la guerra y los males sociales como el desempleo, la pobreza, la corrupción, las adicciones, explotación, tráfico y terrorismo, Benedicto XVI hizo un llamado por una auténtica solidaridad. «Solidaridad para rechazar lo que impide el respeto de todo ser humano, solidaridad para apoyar las políticas y las iniciativas que actúan para unir los pueblos de modo honesto y justo». Esta acción conjunta debe proteger el «valor inalienable de toda persona y el fundamento natural de la familia».
Uno de los aspectos más interesantes de la declaración de Su Santidad es el llamado a toda la sociedad «para desarrollar una sana antropología que integre la unidad de la persona». Este es un deber que incluye a todas las comunidades en la amplia diversidad presente, de forma particular, en Medio Oriente. «Hoy, las diferencias culturales, sociales, religiosas, deben llevar a vivir un tipo nuevo de fraternidad, donde lo que une es justamente el común sentido de la grandeza de toda persona, y el don que representa para ella misma, para los otros y para la humanidad. En esto se encuentra el camino de la paz (…) Ahí está la orientación que debe presidir las opciones políticas y económicas, en cualquier nivel y a escala mundial».
El Santo padre destacó la labor de la educación, en la familia y en las escuelas, para construir una cultura de paz, basada en los valores espirituales. Hay que formar para erradicar la violencia verbal y física y llevar la paz a una dimensión práctica y cotidiana, «donde las faltas y las ofensas pueden ser reconocidas con verdad para avanzar juntos hacia la reconciliación», manifestó el Papa.
Benedicto XVI también recordó, en su análisis de los fundamentos de la solución a los conflictos y la violencia, la verdadera naturaleza del mal. «Debemos ser muy conscientes de que el mal no es una fuerza anónima que actúa en el mundo de modo impersonal o determinista», recordó el Santo Padre. «El mal, el demonio, pasa por la libertad humana (…) Busca un aliado, el hombre,(…)necesita de él para desarrollarse. Así, habiendo trasgredido el primer mandamiento, el amor de Dios, trata de pervertir el segundo, el amor al prójimo. Con él, el amor al prójimo desaparece en beneficio de la mentira y la envidia, del odio y la muerte».
Por este motivo, Su Santidad exhortó a emplear la libertad en no dejarse vencer por el mal, sino derrotarlo haciendo el bien. Para esto es necesaria una conversión profunda que permita cambiar, reconocer el error y superarlo. «Pero es particularmente exigente» advirtió el Papa: «hay que decir no a la venganza, hay que reconocer las propias culpas, aceptar las disculpas sin exigirlas y, en fin, perdonar. Puesto que sólo el perdón ofrecido y recibido pone los fundamentos estables de la reconciliación y la paz para todos».
Benedicto XVI puso un especial acento en la libertad religiosa y la convivencia pacífica entre los pueblos que profesan credos distintos. El Papa recordó que en Líbano hay familias donde algunos miembros son de religiones distintas y pueden convivir en armonía. Invitó entonces a toda la sociedad a conseguir un respeto similar. «No olvidemos que la libertad religiosa es el derecho fundamental del que dependen muchos otros» expresó el Santo Padre. «Profesar y vivir libremente la propia religión, sin poner en peligro su vida y su libertad, ha de ser posible para cualquiera. La pérdida o el debilitamiento de esta libertad priva a la persona del derecho sagrado a una vida íntegra en el plano espiritual».
«La libertad religiosa tiene una dimensión social y política indispensable para la paz» continuó el Papa. «Ella promueve una coexistencia y una vida armoniosa a causa del compromiso común al servicio de causas nobles y de la búsqueda de la verdad que no se impone por la violencia sino por ‘la fuerza de la misma verdad’ , la Verdad que está en Dios». Por este motivo, la fe no puede llevar a la violencia, sino dar testimonio de la paz que viene de Dios y se da en todas los aspectos de la vida. «No se puede consentir que el mal triunfe por la pasividad de los hombres de bien. Sería peor que no hacer nada».
El Santo Pade concluyó su declaración pidiendo a Líbano ser ejemplo en la aplicación práctica de estas ideas. «Políticos, diplomáticos, religiosos, hombres y mujeres del mundo de la cultura, os invito, pues, a dar testimonio con valor en vuestro entorno, a tiempo y a destiempo, de que Dios quiere la paz, que Dios nos confía la paz».
Con información de Vatican Information Service.
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