Nueva York (Martes, 18-09-20012, Gaudium Press) El Cardenal Timothy Dolan es famoso por su buen humor. Con plena naturalidad sonríe abiertamente, ríe a carcajadas, y expone sin atenuar las verdades de fe y la doctrina de la Iglesia en los asuntos más sensibles. Su notable carisma desafía la imagen negativa promovida contra la Iglesia y atrae multitudes. Por este motivo no es extraño que haya sido invitado el pasado 14 de septiembre al evento «Humor, Alegría y Vida Espiritual», al cual asistieron unos tres mil estudiantes de la Universidad de Fordham. En su intervención, expuso su secreto: «Aquí está mi razón de la alegría: La Cruz. Me escucharon bien: ¡La Cruz de Cristo!».
La alegría cristiana es fruto de la fe en la Cruz de Cristo y la esperanza en la Resurreción, afirmó el Card. Timothy Dolan, Arzobispo de Nueva York. |
El prelado explicó el trasfondo teológico de la alegría cristiana y por qué «un creyente amargado es una contradicción». El Card. Dolan describió el panorama de la crucifixión como el momento más oscuro desde la perspectiva humana, cuando hasta la luz del sol se ocultó: «Jesús, la bondad pura, pareció derrotado hasta la muerte por el mal puro; el Amor, pateado por el odio; la Misericordia encarnada, sofocada por la venganza; la Vida misma, aplastada por la muerte. Parecía que nunca podríamos volver a sonreír».
En el punto más alto del dolor, «el sol salió y el Hijo resucitó de entre los muertos. ¿Quién tuvo la última palabra?», cuestionó el Cardenal. «¡Dios! La Esperanza, no el desánimo; la Fe, no la duda; el Amor, no el desprecio; la Luz, no un eclipse de sol; la Vida, no el abismo de la muerte». Ante esta nueva realidad, se cumple plenamente el adagio popular: «El que ríe de último, ríe mejor… ¡y nosotros los creyentes nunca hemos parado de reír desde la Resurrección!», afirmó.
Por este motivo, explicó el prelado, los católicos pueden descubrir la alegría y la esperanza en medio de los dolores más fuertes. «Lo vi en Haití, cuando viajé con Catholic Relief Services después del devastador terremoto hace dos años y medio», recordó. En medio del llanto, la muerte y la angustia, observó «una tolerancia y una esperanza en la gente que se aferraba a la fe».
«La veo cada vez que visito el departamento pediátrico de oncología (tratamiento de cáncer) en Sloan», continuó. «Niños pequeños, hermosos, inocentes, calvos, demacrados por la quimioterapia, pero ellos y sus allegados todavía irradiando una confianza interior y una calma tan grande que pueden sonreír mientras yo tengo un nudo en la garganta».
El Cardenal y Arzobispo de Nueva York también describió esa misma alegría en la vida mortificada, silenciosa y anónima de las religiosas de clausura, quienes son en su opinión «su mejor público», que ríe de corazón y disfruta con sinceridad sus comentarios graciosos.
Cuando era párroco, recordó finalmente, un joven se acercó a él para pedirle su admisión en la Iglesia. Su motivo fue un testimonio de alegría cristiana durante el funeral de un amigo suyo, también joven y de vida admirable. «Su familia, viviendo su duelo profundamente, podía todavía reír, como si supieran que todo estaría bien».
¿De dónde surgen esas misteriosas manifestaciones de alegría? «La fe en la Cruz de Cristo y la esperanza en la Resurrección hacen eso», concluyó el Cardenal Dolan, «lo cual hace providencial que hablemos de la alegría en este día del calendario católico, cuando celebramos El Triunfo de la Cruz».
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