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Yaundé (Martes, 18-09-2012, Gaudium Press) Un pequeño juguete era nuestra alegría, de niño. Era un cilindro con un orificio en una de las extremidades, que se abría a una ventana transportándonos a un mundo de maravillas, donde las formas jugaban con los colores: el caleidoscopio.
Cada movimiento en el tubo, revestido de un bello papel o terciopelo, hacía aparecer nuevas figuras y coloridos. El nombre tiene como origen tres palabras griegas bello=καλ?ς(kalos), imagen=ε?δος (eidos) mirar u observar=σκοπ?ω (scopeο). Observar la belleza a través de la imagen plena de colorido y luz. Esa sensación se tiene cuando se deja el sur del África en dirección al centro de ese Continente.
Se realiza un sueño de niño: vivir en un mundo de colores y formas, que tiene vida y movimientos propios. Infantil puede parecer, al principio, ese deseo. Pero cuando nos deparamos con el ambiente y costumbres de la ciudad de Yaundé, capital de Camerún, donde se realizó el primer Congreso Panafricano promovido por el Pontificio Consejo para los Laicos, se vive como en un gran caleidoscopio.
La vegetación tropical exuberante, una vida repleta de centenas y centenas de personas que caminan por las calles, con sus ropas ya en tintas orientales, músicas, tristezas, problemas y mucha fe. Nos trae la impresión de un universo, que a cada momento diseña figuras multicolores.
El Congreso fue realizado en la Universidad Católica de Yaundé con representantes de centenas de países africanos. Entre los objetivos de ese encuentro, los laicos y también movimientos nuevos y órdenes religiosas, allí, presentes estaban para estudiar importantes documentos de papas, sobre los desafíos del continente africano. Entre ellos: El África hoy; escenarios sociales, geopolíticos, económicos y culturales por la Profesora Marie-Thérèse Mengue. Jesucristo en tierras africanas, por Mons. Barthélemy Adoukonou. La vocación y la misión de los laicos sobre la luz de la Exhortación Apostólica Sinodal Christifideles Laici, por Mons. Joseph Clemens. La formación de los fieles laicos en África, por el Card. Roberto Sarah. Los fieles laicos, sal de la tierra de África y luz del mundo, por el Card. Peter K.A. Turkson…
Con el lema: Ser testigo de Jesucristo en África hoy, se abrió el evento con la Santa Misa celebrada por el Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, el Cardenal Stanislaw Rylko. En su homilía el purpurado afirmó la excelencia de la Iglesia misionera, que es el amor de Cristo, el anuncio del Evangelio. El laico es llamado a acompañar a cada bautizado durante su caminata, en ese tercer milenio. La Iglesia tiene necesidad de ese apostolado, en vista de los desafíos del mundo actual: nuevos métodos, nuevas formas de comunicación, de expresión.
El mensaje enviado especialmente para el evento por el Papa Benedicto XVI, leído por el Nuncio Apostólico en Camerún, Mons. Piero Pioppo, lanzó una luz sobre los estudios realizados durante esos días, en el Campus de Nkolbisson.
En él el Santo Padre presenta como modelo de esperanza a la santa sudanesa Joséphine. Dice el Pontífice que «esto es el por qué, que en la Encíclica Spe salvi, yo quise presentar a la santa sudanesa Joséphine Bakita como testigo de la esperanza (cf.n.3), para mostrar cómo el reencuentro con el Dios de Jesucristo es capaz de transformar profundamente todo el ser humano, incluso en condiciones pobres – Bakita era una esclava – para que Él dé la suprema felicidad de hija de Dios. Precisamente, en «el conocimiento de esa esperanza, ella estaba ‘redimida’, ya no se sentía más una esclava, sino hija de Dios». (ibd) Y el descubrimiento de esa esperanza cristiana suscitó un nuevo e irreprimible deseo: «la liberación que ella obtuvo con el encuentro a través del Dios de Jesucristo, ella sentía el deseo de extenderlo, debía también dar a otros [esa experiencia], al mayor número posible de personas.» (…) [1]
Benedicto XVI compara la Santa sudanesa con la juventud católica africana. También nosotros que estuvimos presentes en Yaundé, en los días del congreso. Podríamos comparar el África de nuestros días con la vida de la pequeña Bakita: robada de sus padres muy joven, torturada por sus verdugos, perseguida, vendida, sufrida, esclava, pobre, pero que con la fuerza del Espíritu Santo todo supo soportar hasta encontrar a Dios, que ya vivía en su interior, en las aguas del bautismo. Ella caminó por la vía de la santidad, donde el ejemplo de su vida será reconocido por todos los cristianos, hasta el fin del mundo.
El beato Juan Pablo II afirma en el documento Ecclesia in Africa:
«El Señor, por tanto, se considera enviado a aliviar la miseria de los hombres y a combatir toda forma de marginalización. Vino a liberar al hombre; vino a asumir nuestras enfermedades y cargar nuestros males: de hecho, todo el ministerio de Jesús está ligado a la atención a todos los que, a su vuelta, eran afectados por el sufrimiento: personas en luto, paralíticos, leprosos, ciegos, sordos, mudos…(cf. Mt 8,17). Es imposible aceptar que la obra de evangelización pueda o deba descuidar los problemas extremamente graves, debatidos sobremanera hoy en día, relativos a la justicia, la liberación, el desarrollo y la paz en el mundo: la liberación, que la evangelización anuncia, «no puede ser limitada a simple y restricta dimensión económica, política, social y cultural; sino debe tener en vista a todo el hombre, integralmente, con todas sus dimensiones, incluyendo su apertura para lo absoluto, el propio Absoluto de Dios». [2]
Es de esa santidad, de ese Absoluto de Dios, que África católica tiene necesidad. Pléyades de santos que florezcan en ese Continente, que es el de la Esperanza. Así ella será, para todo el Occidente, la luz del mundo y la sal de la tierra.
Gaudium Press / Lucas Miguel Lihue
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[1]http://www.laici.va/content/laici/es/eventi/seminari-e-congressi/essere-testimoni-di-gesu-cristo-in-africa-oggi/il-messaggio-del-papa-al-congresso-panafricano.html
[2]http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_exhortations/documents/hf_jp-ii_exh_14091995_ecclesia-in-africa_po.html
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