Getafe (Lunes, 24-09-2012, Gaudium Press) En una emocionante y concurrida ceremonia en la Basílica del Cerro de los Ángeles el viernes pasado, fue ordenado Obispo auxiliar de Getafe D. José Rico Pavés. Nacido en Granada en 1966 era sacerdote del presbiterio diocesano de Toledo.
El nuevo obispo auxiliar de Getafe fue secretario de la Comisión Episcopal española de doctrina de la fe |
Fue ordenante principal en la Ceremonia el Obispo diocesano D. Joaquín María López de Andújar y Cánovas del Castillo, y co-consagrantes el Arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Card. Antonio María Rouco Varela y el Arzobispo de Toledo y Primado de España, D. Braulio Rodríguez Plaza. Concelebraron además del Cardenal Arzobispo emérito de Toledo, D. Francisco Alvarez Martínez, los arzobispos de Santiago de Compostela, Sevilla, Oviedo, Burgos, Granada, emérito de Zaragoza y Castrense, los obispos de Alcalá de Henares, Bilbao, San Sebastián, Córdoba, Siguenza-Guadalajara, Mondoñedo-Ferrol, Castellón, Cuenca, Teruel-Albarracín, Coria-Cáceres, Albacete, Tarazona, Tortosa, Málaga, Segovia, Lugo, Guadix, Osma-Soria, Jerez de la Frontera, Cadiz-Ceuta, los auxiliares de Madrid, Barcelona, Valencia y Pamplona-Tudela y varios otros prelados de España y Africa, así como numerosos sacerdotes de Getafe, Toledo, Madrid y Granada y sus compañeros de los diversos secretariados de las Comisiones de la CEE en donde Mons. Rico era secretario de la Comisión Episcopal de Doctrina de la Fe.
Don José Rico ha escogido como lema episcopal «Ut gaudium meum in vobis».
En la ceremonia, las palabras del titular de Getafe fueron muy sentidas y de profundo significado. Siguen algunos apartes:
«Nuestra diócesis se llena de alegría y da gracias a Dios por el regalo de un obispo auxiliar que pueda compartir conmigo la carga y el gozo del ministerio apostólico, en comunión plena con el sucesor de Pedro y con la colaboración fecunda del presbiterio diocesano, para el servicio de todo el Pueblo Santo de Dios, con el que compartimos el sagrado mandato del Señor de anunciar el evangelio a todas las gentes. El evangelio de forma concisa nos describe la vocación del apóstol S. Mateo. «Vio Jesús a un hombre llamado Mateo (…) y le dijo: sígueme. Él se levantó y lo siguió» (Mt 9,9). Así de sencilla es la vocación: una mirada del Señor, una invitación a seguirle y una respuesta inmediata. Mirada, invitación y respuesta que se van repitiendo y actualizando a lo largo de toda la vida, según las diversas responsabilidades que el Señor nos va confiando, y que hoy en la vida del nuevo obispo auxiliar van a resonar de forma especial».
«El Santo Cura de Ars decía: ‘El sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús’. Querido José [el nuevo obispo auxiliar], hermano desde hoy en el ministerio episcopal, que todos vean en nosotros el amor del Corazón de Jesús. Que el Corazón de Jesús dé forma a nuestro ser sacerdotal. Que todos los días de nuestra vida, especialmente en la Eucaristía, contemplando a Aquél, que fue traspasado por nuestros pecados, digamos desde lo más hondo de nuestro ser ‘me amó y se entregó por mí’. Que nuestro corazón de pastores, sea como el corazón de Cristo: un corazón siempre dispuesto a ir al encuentro del hijo pródigo, siempre atento a las necesidades de los hombres, siempre disponible para curar y perdonar». (…)
«Muchos hombres, por desgracia, siguen rechazando esa paternidad; y rechazando esta paternidad [la paternidad divina] están destruyendo sus vidas. Nuestra misión es mostrarles el amor del corazón de Cristo y llevarlos a Dios. Nuestra misión, es una misión de reparación: reparar con Cristo en la cruz, entregando nuestra vida por amor, el daño causado en el hombre por el pecado».
Palabras del nuevo obispo
En sus palabras de saludo Mons Rico señaló la alegría de que su consagración estuviese siendo realizada en el Santuario de los Ángeles:
«Acudir a este Santuario es renovar la confianza en el Amor de Cristo que todo lo puede. A los pies de esta emblemática imagen del Sagrado Corazón de Jesús, celebrando la fiesta del apóstol san Mateo, la Iglesia diocesana de Getafe recibe en mi persona a un nuevo obispo auxiliar».
«Como estrecho colaborador del obispo diocesano, la Iglesia me encomienda ser, de forma plena, amor del Corazón de Cristo para todos. Permitidme, pues, que mis primeras palabras como obispo sean una oración confiada a Jesucristo, Principio y Fin, Señor de todos, cuyo Corazón traspasado por nuestra salvación es el símbolo del amor infinito que Él tiene al Padre y a cada uno de nosotros».
«Queridos don Joaquín, Sres. Cardenales y obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, personas consagradas, fieles laicos; muy dignas autoridades civiles y militares: representantes de la Comunidad de Madrid, alcaldes y miembros de las corporaciones municipales de la diócesis de Getafe y de Toledo, autoridades del Ejército, de la Guardia Civil y de la Policía Nacional, autoridades académicas de las Universidades que tenéis sedes en esta diócesis, hermanos todos en el Señor:
Sepan todos que nuestro Dios es Amor. Cuando la Iglesia se dispone a entrar en el Año de la fe, convocado por Benedicto XVI, las palabras de san Juan de Ávila que han inspirado el mensaje de los obispos españoles con motivo de su próxima declaración como Doctor de la Iglesia, deseo que inspiren también mis palabras de agradecimiento en esta tarde. En el conocimiento de esta Verdad está la vida; para proclamar esta Verdad hemos sido enviados. Pero, ¿cómo conseguir que todos, creyentes y no creyentes, lleguen a saber que Dios es Amor? Dejadme que os proponga tres caminos, a través de los cuales expresar mi gratitud en este día: primero, mirar el momento presente con esperanza; segundo, descubrir en el encuentro con Cristo la fuente de la alegría plena; y tercero, no olvidar la fuerza de las lágrimas».
La fuerza de las lágrimas
Sobre este tercer tema, el nuevo prelado expresó:
«El tercer camino, finalmente, que os propongo -el poder de las lágrimas- pasa por recordar una experiencia personal. Como bien sabéis, hoy empieza para mí el colegio, episcopal, sí, pero colegio. Cuenta mi madre que mi primer día de colegio no me quejé, me separé de ella dejándome llevar hasta el aula; no dije nada, pero por mi mejilla corrió una lágrima. Desde aquella lágrima ha pasado ya mucho tiempo. Ahora mi madre la Iglesia me introduce en otro colegio, el de los obispos, sucesores de los apóstoles. En esta tarde me rodean con su afecto y oración, los presentes y los ausentes, mis nuevos hermanos, ‘maestros y compañeros de clase’, a quienes dirijo de forma muy especial más gratitud de la que sé expresar. Permitidme que recuerde en esta tarde al muy querido Don Eugenio Romero Pose, cuyo amor alegre a la Iglesia quiero tener siempre como referente».
«Durante los años de trabajo en la Conferencia Episcopal he sido objeto de vuestras continuas atenciones y de bondadosa paciencia. Os ruego en esta tarde que sigáis teniendo paciencia conmigo, que me acojáis en vuestro colegio y que me ayudéis a compartir las cargas. De aquella lágrima del primer día de colegio, pido al Señor con vosotros que me conceda lágrimas en favor de las almas. En un hermoso texto que el Obispo de La Calzada – Logroño me ha regalado con su felicitación, leo el consejo de san Juan de Ávila a un nuevo obispo antes de ocupar su sede: «Aprenda vuestra señoría a ser mendigo delante del Señor y a importunarle mucho, presentándole su peligro y el de sus ovejas; y, si verdaderamente se supiere llorar a sí y a ellas, el Señor, que es piadoso -No llores (Lc 7, 13)-, le resucitará su hijo muerto, porque, como a Cristo costaron sangre las almas, han de costar al prelado lágrimas» (Carta 177, Obras Completas IV, 589). Dichoso el obispo que al final de sus días puede hacer suyas las palabras de san Gregorio Nacianceno: «Me recogeré todo en Dios. Ya no me afectarán las lenguas humanas más que ráfagas de viento. Estoy cansado de las voces del que me denigra o del que me enaltece más de lo debido. Busco la soledad, un lugar inaccesible al mal, donde con una mente unificada busque a mi Dios y aliviar mi senectud con la dulce esperanza del cielo. ¿Qué le dejaré a la Iglesia? ¡Le dejaré mis lágrimas! Dirijo mis pensamientos a la morada que no conoce el ocaso, a mi amada Trinidad, única luz, de la cual la sola sombra oscura ahora me conmueve» (San Gregorio Nacianceno, Poemata de se ipso, XI: PG 37, 1154-1155)».
Finalmente, el nuevo obispo confió el ministerio episcopal que ahora inicia a la protección de la Virgen: «Confío el inicio de mi ministerio episcopal a la poderosa intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Nuestra Señora de los Ángeles, de quien quiero ser su esclavo, y al auxilio de Santa Maravillas de Jesús, de San Benito Menni y de los Beatos Mª. Ángeles de san José, Faustino Míguez y Jacinto Hoyuelos».
Gaudium Press / José Alberto Rugeles
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