domingo, 24 de noviembre de 2024
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"La pretensión de ofrecerle a la persona sólo bienes materiales para que se sienta satisfecha es una pretensión equivocada", dijo Arzobispo de Santiago de Chile

Santiago de Chile (Martes, 25-09-2012, Gaudium Press) A una semana del Te Deum de Fiestas Patrias, el Arzobispo de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati, sostuvo una extenso diálogo con el diario de circulación nacional El Mercurio, en donde se refirió a diversos aspectos de su homilía pronunciada durante el rito de Acción de Gracias, especialmente su llamado a fortalecer la confianza, y que hasta la fecha ha generado diversas reacciones a nivel local.

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Mons. Ezzati, durante su homilía en el Te Deum

Damos a conocer parte de la entrevista que fue publicada en la edición del pasado domingo 23 de septiembre:

– ¿Por qué se genera este clima de desconfianza?

Nuestra sociedad del bienestar, que ha avanzado mucho en los ámbitos de los bienes económicos, de la tecnología, no ha avanzado a igual paso en la profundización de la relación con el otro. Uno ve cada vez más divisiones. Cuando uno ve rejas entre vecinos, uno piensa que se ha perdido la relación humana. La desconfianza excluye, la confianza es inclusiva.

– Usted menciona la sociedad primera, la familia, por su importancia en el crecimiento de la confianza…

Si el niño encuentra ese clima de confianza en sus padres, los valores de ellos podrán ser transmitidos a sus hijos. Si los papás tienen confianza en sus hijos, los hijos acogerán el patrimonio que los padres transmiten.

– Sobre la familia y su importancia, temas como el Acuerdo de Vida en Común y otros proyectos que cambian el modelo habitual de familia, ¿cómo afectarían en la confianza de la sociedad?

Parto con una reflexión de un diario francés. La tesis del periodista era que mil indicativos no hacían un imperativo. En el fondo, lo que es el `deber ser´ no se cambia porque haya situaciones de hecho que dicen lo contrario. Por eso, la doctrina de la Iglesia es muy clara. Nosotros no condenamos a nadie que viva de una manera u otra, vamos al concepto fundamental que constituye un bien para la sociedad. Y eso es que la familia sea un santuario de vida, de comunión y muy unida.

– ¿Cómo conseguir esa «noble movilización nacional» que mencionó en su homilía?

La cultura actual no puede olvidar que tiene un fundamento que es Dios. Hay que reencantarse con el valor de la política y la participación como una tarea común y que supone poner al servicio de ese bien común lo que son mis visiones y a través del diálogo solucionar los problemas que se plantean.

– ¿Cómo ve en su análisis de confianza al mundo político?

Qué lástima para el país que la valoración de los políticos sea tan baja, no es un bien. Ojalá los políticos tuvieran una muy alta aceptación de reconocimiento de parte de la sociedad, porque eso naturalmente hace ver que el servicio al bien común es lo que están prestando con su actividad. Qué lástima que frente a proyectos de bien común primen visiones parciales, ideológicas.

– ¿Cómo se entiende esa actitud de diálogo en la Iglesia?

La Iglesia cree que Dios es la Suprema Verdad y que el hombre es participación de esa Verdad. La Iglesia cree en Dios y cree en la persona humana y en su potencialidad de desarrollar lo más grande y bello que Dios puso en su corazón: su capacidad de razonar, su capacidad de amar, de compartir la vida con los demás. La fe católica no es fundamentalista.

– ¿Le preocupa la crisis de confianza en el mundo político?

Me preocupa la crisis de confianza en el mundo político. Chile puede crecer mucho más, mucho más en equidad, en solidaridad, de superación de la extrema pobreza y pobreza, en una distribución justa de los bienes. Esto, en la medida en que el arte de gobernar encuentre confianzas en los diversos proyectos y haya una colaboración para buscar el bien común.

– ¿Qué le preocupa en particular?

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Al Arzobispo de Santiago le preocupan las rupturas que impiden el bien común

Preocupa que al interior de la misma coalición de gobierno haya rupturas y diferencias muy notables. Tienen que existir, pero no cuando la diferencia incide en parar la realización de un bien común. Llama la atención la belicosidad que existe en nuestra esfera política. Por su puesto que me llama la atención la división dentro de la oposición. Basta con seguir los medios de comunicación para darse cuenta; uno se encuentra con una desconfianza mutua.

– Usted habló del clima de insatisfacción, ¿cómo se entiende cuando la sociedad actual tiene más acceso a bienes materiales, educacionales e informativos que antes?

La persona no se sacia sólo con pan o cosas. Vale más que eso. La pretensión de ofrecerle a la persona sólo bienes materiales para que se sienta satisfecha es una pretensión equivocada.

Pasa lo mismo que en la educación. Si creemos que la educación son sólo conocimientos, nos equivocamos. La persona no es solamente cabeza, es también corazón, dimensión espiritual, societaria. ¿Por qué teniendo colegios hermosos con acceso a internet hay una insatisfacción tan grande con la educación? Porque hay elementos humanos que han sido descuidados. Cuando los jóvenes se revelan contra el lucro tienen razón. En la educación se ha descuidado una dimensión fundamental que es la gratuidad, y no sólo la gratuidad económica, sino que la gratuidad del hecho educativo, de la entrega educativa. Tienen razón de protestar porque la educación se ha vuelto para muchos una pelea de ganar puntajes, espacio, y la educación debiera ser un lugar de mucha libertad y donde el diálogo de educador y educado hacen crecer la integridad de la persona.

– ¿Cómo se podría revertir una situación así?

Es necesario un diálogo muy profundo. En los movimientos sociales, hay que reconocer que hay muchos elementos de verdad y justicia, más allá del fenómeno metodológico de la violencia que es inaceptable. Por eso dije en la homilía que se hace necesario un diálogo entre los movimientos sociales y la política establecida. Y eso exige repensar lo que es la política. No se puede pensar una política que no tenga en cuenta esta experiencia de la vida contemporánea. Mi fundador decía que no hay ningún joven malo, pero que hay que saber tocar la tecla de ese elemento de bondad que tiene la persona.

 

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