domingo, 22 de diciembre de 2024
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Mons. Arancedo: Jesucristo mismo actúa a través del sacerdocio

Santa Fe (Lunes, 01-010-2012, Gaudium Press) El Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina, Mons. José María Arancedo, destacó en su predicación el pasado 30 de septiembre el verdadero valor del ministerio sacerdotal. «No estamos ante un ministerio que la Iglesia ha creado para cubrir una necesidad», explicó el prelado, «sino ante un hecho a través del cual el mismo Jesucristo, de un modo sacramental, único y personal ha querido, diría, seguir ejerciendo su ministerio».

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Mons. José María Arancedo, Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz.

Esta participación de Cristo a través de sus sacerdotes permite entender el carácter sobrenatural del ministerio y no reducirlo a términos humanos. «No se trata de una carrera que yo elijo para orientar mi futuro», advirtió el Arzobispo, quien recordó las palabras del Evangelio: «Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes».

«Este envío no es como un mandato exterior que recibe el sacerdote de Jesucristo, sino un asociarlo a su misma persona y ministerio», continuó Mons. Arancedo. «Cuando el sacerdote dice en la misa: ‘Esto es mi cuerpo’, se refiere al Cuerpo de Cristo. El actúa, ‘in persona Christi'». La razón de esta verdad es simple, así lo determinó el Señor. Acostumbro a decir que Él se creó un sacramento para seguir actuando, a través de los hombres, en nuestra historia».

Según el Arzobispo, la misión de los sacerdotes es una expresión de la teología de la encarnación y de la forma como Dios actúa en el mundo. » El Hijo de Dios se encarnó, asumió la fragilidad de lo humano. Esto es propio de la fe cristiana», comentó. También destacó que este uso de lo humano conlleva nuestras limitaciones y defectos y marca una exigencia alta para el sacerdote, como quien lleva un tesoro en recipientes de barro, según la expresión de San Pablo.

«El ministerio sacerdotal tiene su fuente en Jesucristo y se expresa sacramentalmente en la Iglesia. Su fuerza no proviene de un mandato recibido del pueblo, sino del poder de Dios», recordó Mons. Arancedo. «El primero que debe vivir con fe y humildad este misterio es el mismo sacerdote, pero también es un desafío a la fe de los cristianos, que deben descubrir y valorar este camino que Jesucristo ha elegido para comunicarnos la riqueza de la vida de Dios».

El prelado concluyó su predicación motivando en los fieles el agradecimiento por el don divino del sacerdocio y la oración por las nuevas vocaciones.

Con información de AICA.

 

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