domingo, 22 de diciembre de 2024
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La Beata Laura Montoya: Prototipo de la colombiana según el Plan de Dios

Bogotá (Lunes, 01-10-2012, Gaudium Press) El profesor brasileño Plinio Corrêa de Oliveira (1908-1995), -inspirador de Mons. João Scognamilio Clá Días, fundador de los Heraldos del Evangelio-, en una reunión con colombianos hizo gala de su aguzado don de sabiduría, que incluía un impresionante discernimiento de las almas y de los pueblos, y habló de la «luz primordial» de Colombia.

4.jpegComo «luz primordial» él se refería a la ventana del alma que se abría a ese conjunto de virtudes divinas, que éste pueblo está llamado a contemplar y a imitar, «luz primordial» que es propia de ellos y de nadie más. Cada persona y país está llamado a reflejar una cierta luz y virtud del Creador y el conjunto de los hombres y pueblos llegarían a reflejar el conjunto de Dios.
En ese orden de ideas el Prof. Plinio les habló de la Virgen de Las Lajas como modelo perfecto de lo que deberían ser las virtudes base del colombiano: Reflexión, estabilidad, decisión, bondad y firmeza. Quien estas líneas escribe, al leer con admiración la vida de esta Santa Teresa Latinoamericana que fue la madre Laura Montoya, bien se palpa esos rasgos. Veamos pues.

La Beata Madre Laura junto con 10 señoritas de familias acomodadas de Medellín y Antioquia decide lanzarse a misionar con los indios del noroccidente del país en 1914. No eran religiosas, no tenían votos, ni dinero, ni conocidos en las zonas donde se habían propuesto ir, en ese agreste occidente Antioqueño. El pueblo pudo contemplar maravillado como cierta mañana partió de la ciudad un cortejo de bestias con un conjunto de damas, cargadas de ilusiones y con la certeza de que estaban llamados a una vocación y misión toda especial. El Obispo de Medellín, Mons. Crespo, las protegió desde un comienzo y les ayudó a vencer las incomprensiones de algunos de sus familiares y conocidos que consideraban una temeridad y una locura. El hombre virtuoso y santo es un loco de Dios y el mundo difícilmente lo comprende.

Después de una buena cabalgata llegan a Frontino y posteriormente arriban a Dabeiba, un pueblo pobre, donde duermen en cuartos rudimentarios, en medio de un calor tremendo y con una apatía de los que serían beneficiados; entretanto nada nada las detiene.

En una de sus primeras excursiones apostólicas, las Hermanas trasportaron a su casa a unas indias enfermas para curarlas. Durante el recorrido las Hermanas subieron a las indias en las bestias y ellas mismas cargaban a los niños en sus hombros y portaban a las bestias del cabestro, para darles seguridad a quienes montaban sin experiencia. Caminaban trabajosamente, pero alegrísimas porque comenzaba la cristianización y por ende la salvación de las almas, ya que en breve esas mujeres serían bautizadas.

El amor de Dios las impulsaba

Las propias hermanas construyeron su austera casita, haciendo de peones, con las manos que se les despedazaban y sin queja alguna. Ante ese admirable espectáculo algunos indios permanecían impasibles, las veían indiferentes trabajar de ese modo, y no se tomaban el trabajo de mover una paja. El Sr Alvarez, amigo de las religiosas que fue conocido en Frontino comentaba: «Esto es admirable… ¡pero inexplicable! ¿Cómo estas señoritas delicadas y acomodadas lo han dejado todo, hasta sus padres, para venir a esto? De dónde sacan fuerza para tanto? Confórmese doctor -contestó la Madre Laura, no es preciso que Ud. ni nadie las entienda. Sepa sí, que hay muchas cosas que los mundanos, aunque sean los más sabios, no entienden, ¡porque son fruto de un amor oculto a los ojos de la carne! A un primo que las acusaba de locas, la Beata respondió con energía: «Sí, locas, pero de una locura desconocida para ti y para cuantos ignoran lo que es el amor de Dios».

Bien se percibe en estos episodios ese rasgo que el Profesor Plinio tan acertadamente resaltaba de una buen alma colombiana: decisión y firmeza. Nada, ni nadie las hizo volver para atrás. Más adelante sufrieron la incomprensión de autoridades civiles y religiosas. El Señor Arteaga, Prefecto de Urabá y algunas comunidades religiosas buscaron hacerles la vida imposible, de una forma inexplicable, al punto que tuvieron que abandonar esas fundaciones. Entretanto lo hicieron sin una gota de resentimiento, que es un mal presente en nuestros pueblos latinoamericanos y también manifiesto en ésta bendecida tierra colombiana.

Resentimiento cuántos crímenes se cometen en tu nombre se podría afirmar. Pero delante de la indiferencia de los habitantes de Dabeiba, de los indígenas, de sus hermanos religiosos, La Beata Laura Montoya nunca perdió su estabilidad, ni se llenó de resentimiento; confió en Dios, con mucha oración y reflexión a los pies del Santísimo y de Cristo Crucificado. Por eso es admirable y ejemplar su vida y es modelo para la Iglesia universal.

Por Gustavo Ponce

(Fuente Beata Laura Montoya Upegui, Autobiografía. Cuarta edición. Congregación de Misioneras de María Inmaculada y Santa catalina de Siena. Medellín, febrero de 2008.)

 

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