Redacción (Lunes, 08-10-2012, Gaudium Press) Por especial designio de la infinita misericordia de Dios, María Santísima reveló al gran Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Dominicos, un medio fácil y seguro de salvación: el santo Rosario.
Siempre que los hombres lo utilizan todo florece en la Iglesia: en la tierra empieza a reinar la paz, las familias viven en concordia y los corazones se encienden de amor a Dios y al prójimo. Cuando lo olvidan las desgracias se multiplican, se implanta la discordia en los hogares, el caos se establece en el mundo…
El Avemaría, base del Nuevo Testamento
Santo Domingo vivió en una época de grandes tribulaciones para la Iglesia.
La terrible herejía de los albigenses se había esparcido por el sur de Francia y amenazaba a toda Europa. La profunda corrupción moral que de ella provenía atentaba contra los fundamentos de la propia sociedad temporal.
Por medio de ardorosas predicaciones, Santo Domingo intentó durante años traer de vuelta al seno de la Iglesia a aquellos infelices que se habían desviado de la verdad. Pero sus elocuentes e inflamadas palabras no lograban llegar a esos corazones empedernidos y entregados a los vicios.
El Santo intensificó sus oraciones…
Aumentó sus penitencias… Fundó un instituto religioso para acoger a los convertidos… Poco y nada le valieron sus esfuerzos. Las conversiones eran pocas y de efímera duración.
¿Qué hacer? Un día, decidido a arrancarle a Dios las gracias superabundantes para mover esas almas a la conversión, Fray Domingo se internó en un bosque cercano a Toulouse y se entregó a la oración y la penitencia, dispuesto a no salir de ahí sin obtener del Cielo una respuesta favorable.
Luego de tres días y tres noches de incesantes súplicas, cuando las fuerzas físicas ya casi lo abandonaban, se le apareció la Virgen María diciendo con inefable suavidad: – Mi querido Domingo, ¿sabes de qué medio se sirvió la Santísima Trinidad para reformar el mundo? – Señora, lo sabes mejor que yo, porque después de tu Hijo Jesucristo, fuiste tú misma el principal instrumento de nuestra salvación.
– Yo te digo, entonces, que el instrumento más importante fue la Salutación Angélica, el Avemaría, que es el fundamento del Nuevo Testamento. Y por lo tanto, si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, reza mi Rosario.
Rayos y truenos para reforzar la predicación
Con ánimo renovado, el ferviente fundador de los Dominicos se dirigió de inmediato a la Catedral de Toulouse, para hacer una prédica. No bien cruzó el umbral del templo, las campanas empezaron a repicar por obra de los ángeles, para reunir a los habitantes de la ciudad.
Tan luego comenzó a hablar, nubes espesas cubrieron el cielo y se desató una terrible tempestad, con truenos y relámpagos, agravada por un pavoroso temblor de tierra.
El temor de los asistentes aumentó cuando una imagen de la Virgen, situada en un vistoso lugar, levantó los brazos tres veces para pedir la venganza de Dios contra ellos, si no se convertían e imploraban su protección.
El santo Predicador rogó la misericordia de Dios y la tempestad cesó, permitiéndole hablar con toda calma sobre las maravillas del Rosario.
Los habitantes de Toulouse se arrepintieron de sus pecados, abandonaron el error y comenzaron a rezarlo. En consecuencia, grande fue el cambio en las costumbres de esa ciudad.
A partir de entonces, Santo Domingo se dedicó a predicar esta devoción, invitando a sus oyentes a rezarlo con fervor todos los días. Así, obtuvo que la misericordia de la Santísima Virgen cubriera las almas y las transformara profundamente.
María fue así la verdadera vencedora de los errores de los albigenses.
Un sermón escrito por la Santísima Virgen
El Beato Alano describe una aparición de Santo Domingo, de la cual relata el siguiente episodio: Él se encontraba rezando el Rosario en la Catedral de Notre Dame de París, preparándose para hacer un sermón sobre San Juan Evangelista. Entonces se le apareció la Santísima Virgen y le entregó un pergamino, diciéndole: «Domingo, por bueno que sea el sermón que decidiste predicar, aquí traigo otro mejor».
Muy contento leyó el pergamino, agradeció de todo corazón a María y se dirigió al púlpito para comenzar la prédica. Tenía frente a sí a los profesores y alumnos de la Universidad de París, además de un gran número de personas de importancia.
Sobre el Apóstol San Juan afirmó únicamente que había merecido ser elegido como guardián de la Reina del Cielo. Enseguida añadió: «Señores y maestros ilustres, están ustedes acostumbrados a escuchar sermones elegantes y sabios, pero no quiero yo dirigirles las doctas palabras de la sabiduría humana, sino mostrarles el Espíritu de Dios y su virtud».
Y entonces Santo Domingo se puso a explicar el Avemaría, tal como le había enseñado la Virgen, conmoviendo profundamente aquel auditorio de hombres cultos.
El Beato Alano de la Roche
Las mismas gracias concedidas por Dios a través de la recitación del Rosario se encargaron de propagarlo por todas partes, haciendo más querida esta devoción para los fieles cristianos. Mientras fue practicada, la piedad florecía en las Órdenes religiosas y en el mundo católico.
Pero cien años después de haber sido divulgada por Santo Domingo, casi había caído ya en el olvido. Como consecuencia, se multiplicaron los males sobre la Cristiandad: la peste negra devastó Europa, diezmando un tercio de la población, surgieron nuevas herejías, la Guerra de los Cien Años esparció desórdenes por todos lados, y el Gran Cisma de Occidente dividió a la Iglesia por un largo período.
Para contener el mal y, sobre todo, preparar a la Iglesia para enfrentar los embates futuros, suscitó Dios al Beato Alano de la Roche O.P., con la misión de restaurar el antiguo fervor por el Rosario.
Un día en que celebraba Misa, en 1460, le preguntó Nuestro Señor: «¿Por qué me crucificas de nuevo? Y no sólo me crucificas por tus culpas, sino también porque sabes cuán necesario es predicar el Rosario y así desviar a muchas almas del pecado. Si no lo haces, eres el culpable de las faltas que cometan».
A partir de entonces, el Beato Alano se volvió un infatigable difusor de esta devoción, con la que convirtió a un gran número de almas.
Factor decisivo de grandes victorias
Sobre todo cuando llegaron momentos de grandes peligros y pruebas para la Iglesia, el Rosario tuvo un papel decisivo, propició la perseverancia de los católicos en la fe y levantó una barrera contra el mal.
Al ver a Europa amenazada por los ejércitos del imperio otomano, que avanzaban por mar y tierra, devastando todo y persiguiendo a los cristianos, el Papa San Pío V mandó rezar el Rosario en toda la Cristiandad, implorando la protección de la Santísima Virgen. Al mismo tiempo, con el auxilio de España y de Venecia, reunió una escuadra en el Mar Mediterráneo para defender a los países católicos.
El 7 de octubre de 1571, la flota católica encontró a la poderosa escuadra otomana en el golfo de Lepanto. Y a pesar de la superioridad numérica del adversario, los cristianos salieron triunfantes, apartando definitivamente el riesgo de una invasión. Antes de trabar el combate, todos los soldados y marineros católicos rezaron el Rosario con gran devoción.
La victoria, que parecía casi imposible, se debió a la protección de la Virgen Santísima, que según el testimonio de los propios musulmanes, se apareció durante la batalla infundiéndoles un gran terror.
Para conmemorar la victoria del Príncipe Eugenio de Saboya sobre el ejército otomano, debida también a la eficacia del Rosario, el Papa Clemente XI ordenó que la fiesta de Nuestra Señora del Rosario se celebrara universalmente.
San Luis Grignion de Monfort |
San Luis Grignion de Montfort
La Iglesia aún sería sacudida por grandes tempestades. Queriendo fortalecer a sus hijos y prepararlos para soportar las grandes pruebas futuras, Dios suscitó un alma de fuego con la misión de volver a encender la llama de la devoción al Rosario, que una vez más había caído en el olvido. San Luis Grignion de Montfort, el gran doctor de la devoción a la Madre de Dios, ejerció su misión profética un siglo antes de la Revolución Francesa. Las regiones que dieron oídos a su predicación fueron las que mejor resistieron los errores de su época y conservaron íntegra la fe.
Fátima, 1917: «Soy la Señora del Rosario»
Ya en el siglo XX, cuando la Primera Guerra Mundial estaba en pleno auge, la Santísima Virgen vino en persona para recordar a los hombres que la solución a sus males estaba al alcance de sus manos, en las cuentas del Rosario: «Recen el Rosario todos los días para alcanzar la paz y el fin de la guerra» , les repitió maternalmente a los tres pastorcitos en Fátima. En la última aparición, octubre de 1917, la Virgen María dijo quién era: «Soy la Señora del Rosario» . Y para corroborar la autenticidad de las apariciones y la importancia del Rosario, obró un milagro de grandeza nunca vista, presenciado por la multitud de 70.000 personas que estaban en el lugar: al mediodía, el sol giró en el cielo pareciendo precipitarse sobre la tierra, retomando después su posición habitual en el firmamento.
Milagros de tamaña magnitud los encontramos sólo en el Antiguo Testamento. Pero ni siquiera así el mundo prestó oídos a la Madre de Dios. Y nunca se abatieron sobre la Tierra tantas desgracias, nunca hubo tantas guerras, nunca la descomposición moral llegó tan bajo.
No obstante, el medio de obtener la paz para el mundo, para las familias, para los corazones, sigue al alcance de nuestras manos en las cuentas benditas del Rosario, que María Santísima llevaba pendiente de su brazo cuando se apareció en Fátima.
Se salvó porque llevaba el Rosario a la cintura
No es posible expresar cuánto estima la Virgen al Rosario por encima de todas las otras devociones, y cuán generosa es para recompensar a los que trabajan por difundirlo.
San Luis de Montfort cuenta el caso de Alfonso XI, Rey de León, al que la Virgen protegió particularmente, por el simple hecho de llevar ostensivamente el Rosario a la cintura, como forma de incentivar esta devoción entre sus cortesanos.
Algún tiempo después el rey estaba a las puertas de la muerte, acometido por una grave enfermedad. Fue transportado en espíritu al tribunal de Dios, donde los demonios lo acusaron de todos sus crímenes. Y cuando iba a ser condenado a las penas eternas, se presentó en su defensa la Santísima Virgen frente a Jesús.
En uno de los platillos de la balanza fueron puestos los pecados del Rey. En el otro, Ella colocó el gran Rosario que él llevaba en su honor, junto a los rosarios que, gracias a su ejemplo, habían rezado otras personas. Y juntos pesaban más que todas las faltas que había cometido.
Después, María mirando con misericordia al Rey, le dijo: «Conseguí de mi Hijo, como recompensa al pequeño servicio que me hiciste llevando el Rosario a la cintura, que tu vida se prolongue unos años más. Empléalos bien y haz penitencia».
Volviendo en sí, el rey exclamó: «¡Oh, Bendito Rosario de la Santísima Virgen, gracias al cual me vi libre de la condenación eterna!» Y recobrando la salud, lo rezó todos los días hasta el fin de su vida.
La Palabra del Papa, portavoz de Jesús
«El Rosario nos transporta místicamente al lado de María (…) para que Ella nos eduque y nos moldee hasta que Cristo esté plenamente formado en nosotros» – enseña el Papa Juan Pablo II. Y añade: «Nunca como en el Rosario, el camino de Cristo y el de María se muestran tan profundamente unidos. María sólo vive en Cristo y en función de Cristo».
Recordemos sus inspiradas palabras en la Carta Apostólica «Rosarium Virginis Mariæ»: «¡El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación.
A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo. «Hago mías con gusto las palabras conmovedoras del Beato Bartolomé Longo, apóstol del Rosario, con las que termina la célebre Súplica a la Reina del Santo Rosario:
Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás! » Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del Rosario de Pompeya, oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los tristes. Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo Amén.»
¡No deje nunca de rezarlo!
Acatando fielmente esa exhortación del Papa, nunca deje de rezar el Rosario con el pretexto de tener muchas distracciones involuntarias, o falta de interés por rezarlo, o mucho cansancio, o falta de tiempo, o cualquier otro motivo. Para rezarlo bien no es necesario tener consolaciones ni lograr una aplicación continua de la imaginación, o un simple gusto. Bastan la fe pura y la buena intención.
¡Mire cuántos beneficios nos proporciona la recitación del Rosario!
• Nos eleva al conocimiento perfecto de Jesucristo.
• Purifica nuestras almas del pecado.
• Nos lleva a la victoria sobre todos nuestros enemigos.
• Nos facilita la práctica de las virtudes.
• Nos inflama el amor de Jesucristo.
• Nos enriquece de gracias y méritos.
• Nos proporciona los medios para pagar todas nuestras deudas con Dios y con los hombres.
A todo lo cual agrega San Luis de Montfort: «Aunque te encuentres al borde del abismo o con un pie en el infierno, aunque estés endurecido y obstinado como un demonio, tarde o temprano te convertirás y te salvarás con tal que reces devotamente todos los días el santo Rosario, para conocer la verdad y obtener la contrición y el perdón de tus pecados».
Gracias obtenidas mediante la oración del Rosario
Libre de la esclavitud del juego
Hace unos años estaba atravesando una situación económica muy difícil, problemas con los hijos, depresión, en fin, todas las consecuencias de este terrible vicio.
Todo servía de disculpa para jugar más, hasta que un día, después de jugar mucho, iba pasando al lado de la iglesia y un joven me ofreció la oración a la Virgen de Fátima. Entré a la iglesia, me arrodillé e imploré: «Madre mía, ¡ayúdame! Soy mujer, soy madre y padre al mismo tiempo, ya no puedo vivir esta vida». En casa ingresé a este sitio [web], pedí oraciones, empecé a rezar el rosario; no todos los días, pero lo rezaba siempre. Fui sintiendo repugnancia y vergüenza de jugar, pero siempre había algo que me hacía ir.
Estaba en la ruina. Todo mi salario se iba en pagar deudas. Apenas llegaba mi jubilación el banco lo descontaba todo.
Yo me iba a jugar para tener algo con que pasar el mes. Llegué a jugar dos días seguidos. Ya no aguantaba más, pero, para gloria de la Santísima Virgen, recibí la cuantía de una acción que no recordaba, lo que fue suficiente para cubrir las deudas con el banco y otras en el comercio.
Todavía estoy en éxtasis. No creo merecer semejante misericordia, incluso después de haber pecado tanto. No me canso de agradecer.
¡¡¡Gracias Virgen mía, gracias Jesús, mil veces gracias!!! Para honrar este gran favor, prometí no jugar más y propagar la devoción a la Virgen de Fátima. (Sueli, São Paulo – Brasil).
Es fácil dejar de fumar…
Comencé a fumar con 16 años y no podía dejar este vicio.
Pesaba siempre 52 kilos. En octubre del 2004 mi esposa trajo un folleto para pedir el rosario (me estaba volviendo ateo), y decidí llamar para solicitar uno.
Cuando llegó el rosario empecé a rezarlo todos los días, pidiendo ayuda para dejar el cigarrillo. Comencé a notar que el gusto no me agradaba más, pero fumaba igual.
El 10 de enero del 2005 decidí dejar de fumar. Por increíble que parezca, desde ese día no fumo más. Ha pasado un año. Ahora tengo 28 años y peso 62 kilos. Me hice radiografías de pulmón, y ambos están volviendo a la normalidad. Hoy el olor del cigarrillo me incomoda.
Y por el amor con que me apegué a la Virgen, prometí no fumar nunca más. Agradezco a Jesús de Nazaret y a la Santísima Virgen por escuchar mis oraciones, y también a la Asociación Cultural Nuestra Señora de Fátima. (Alexandre, São Paulo)
Encontró la paz
Mi vida mejoró mucho después de recibir el rosario, que he venido rezando. La relación con mis hijos y mi marido ha cambiado mucho, para
mejor. Es que yo era una persona que vivía con rabia, riñendo con ellos, y no había paz en mi vida.
Ahora sí, encontré la paz y el amor de mi familia. (A.S.C.S., Vigia)
Antes no creía…
Me gustaría recibir otro rosario de la Asociación, ya que perdí el que me enviaron.
Conseguí muchas gracias por su intermedio. La primera fue tener
paz en mi familia. La segunda, llegar a cursar lo que tanto soñé: fisioterapia.
A partir de eso, vi que quien tiene fe y reza siempre el rosario, logra lo que desea.
Antes no creía en rosarios, fe ni oraciones, pero a partir del momento
en que todo empieza a cambiar, a realizarse, uno empieza a esmerarse en ayudar a los demás, en tener fe, en rezar más y en creer. (Janara Ribeiro, Teresina)
Compré el diario, como de costumbre…
Desde pequeña fui devota de la Virgen de Fátima, porque en la ciudad donde vivía hay una linda iglesia llamada Santuario Nuestra Señora de Fátima, con una hermosa imagen suya. Mi mensaje es de agradecimiento por las gracias obtenidas en el curso de mi vida.
Durante más de 20 años fui portadora de una deficiencia auditiva a la que los médicos dieron diagnóstico de irreversible. Un día, como de costumbre, compré el «Diario de São Paulo». Adentro encontré un inserto de Nuestra Señora de Fátima con la siguiente frase: «¿Quiere la paz? Rece el rosario todos los días».
Cuando tomé esta propaganda me puse a llorar porque estaba muy deprimida. Muchas veces las personas tenían que hablarme muy fuerte para poderlas oír. Y también llevaba 3 años sin empleo, con lo que mi vida se hacía muy difícil.
Entonces me puse a rezar el rosario todos los días y las gracias comenzaron a ocurrir. Me inscribí en un concurso público, pero en la condición de portadora de deficiencia, y sucedió la primera gracia: fui clasificada en primer lugar. Las gracias continuaron.
Consulté a un médico otorrino con el cual nunca había estado antes. De inmediato me dijo: «Su sordera no es irreversible, podemos someterla a una cirugía y hay un 99% de posibilidades de que vuelva a oír».
En aquel momento no pude creerlo, porque ningún médico me había dicho algo así. Me hicieron una cirugía, y gracias a Dios y la Virgen ahora puedo oír normalmente. Ya no tengo necesidad de aparatos, y mi vida es alabar a Jesús y a María. (Isabel de Fátima do Espírito, São Paulo)
¡No hay obstáculo imposible de vencer!
Después que empecé a rezar el rosario junto a mis hijos nuestras vidas
cambiaron para mejor. Mi esposo abandonó el vicio del alcoholismo hacen ya ocho meses. Ha renacido, hoy se lo ve fuerte y saludable, tiene trabajo.
No sale de casa sin llevar el librito de oraciones y el rosario. Por eso y por mucho más les quiero dar las gracias. Que Dios bendiga a todos en esa Asociación maravillosa, porque ustedes nos hacen levantar la cabeza y decir: «¡No hay obstáculo que no se pueda vencer, porque tenemos un gran Dios!» (M.H.S., Caetanos)
Su hijo ya no tiene nada
Hace 17 años que soy catequista, tengo dos hijos, uno de siete y otro de dos años. Cuando estaba embarazada de mi segundo hijo, un examen de ultrasonido detectó una hidronefrosis biliar en los dos riñones del bebé.
Me quedé preocupada porque el médico dijo que sería necesaria una cirugía.
Llegando a la iglesia, pedí con mucha fe a la Virgen la curación de mi bebé. Rezaba el rosario todos los días, hasta el día de su nacimiento. Nunca me cansé, y hoy puedo contar mi victoria. Durante un año y medio acompañé a mi hijo en los exámenes y las sesiones de ultrasonido. La semana del 14 de junio del 2004 me sentía muy angustiada, porque no lograba marcar la cita con el médico en el hospital.
Justamente ese día me llegó a casa la fotografía más linda que haya recibido: el póster del Inmaculado Corazón de María. Lloré de emoción y dije: «¡Mi hijo está curado!» Al día siguiente fui a hacer la ultrasonografía, en Nueva Londrina.
«El Rosario, cuando es rezado de manera autentica, no es un mecanismo superficial, por el contrario, si es profundo, trae paz y reconciliación» (Papa Benedicto XVI, 3/5/2008) |
Iba feliz y animada. Llevé el póster conmigo para dejarlo en una vidriería donde le pusieron un bonito marco.
Tras el examen, el médico preguntó si el niño había tomado algún medicamento. Respondí que no, sólo los controles médicos y mucha oración. Me dijo: «Su hijo ya no tiene nada, los riñones están perfectamente sanos». Salí feliz del consultorio, besando a mi hijo.
Con el cuadro de la Virgen hice un rinconcito de oración en mi cuarto, donde rezo todas las noches junto a mis hijos. (Lucinéia Barbosa da Silva, Rosana)
Me había alejado de la Iglesia
Hace ya algún tiempo que sentía un vacío enorme en mi interior, como un hombre sin fe. Un hecho triste cambió radicalmente mi visión de las cosas, que fue la muerte de nuestro muy amado Papa Juan Pablo II.
Yo me había alejado de la Iglesia, pero siempre sentí una inmensa admiración
por el Santo Padre. Sus últimos días de vida me llegaron al corazón, y se encendió dentro de mí la llama del catolicismo. Nuestro querido Papa murió un sábado, y el domingo fui a misa. Dos o tres semanas más tarde encontré el folleto «El Rosario, la Oración de la Paz». Los llamé, pedí el libro, ¡y qué fácil fue! Desde que recibí el librito y el rosario lo he rezado casi todos los días, pero mi objetivo es rezarlo todos los días.
Aquel vacío que sentía fue ocupado por el amor de María.
Por Tiago Santos Guerrero, San Bernardo del Campo y Revista Heraldos del Evangelio, Oct/2004, n. 15, p. 34 a 38
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