Ciudad del Vaticano (Martes, 09-10-2012, Gaudium Press) «Espero que el pequeño libro, a pesar de sus límites, pueda ayudar a muchas personas en su camino para y con Jesús». Es el deseo de Benedicto XVI expresado en el tercer volumen de «Jesús de Nazaret» sobre «La Infancia de Jesús», que el propio Papa llama de «sala de ingreso» a los dos precedentes volúmenes. Hoy la Rizzoli, que junto a la Librería Editrice Vaticana, anticipó dos trechos del libro y la tapa de la edición italiana que corresponderá a las precedentes ediciones.
El volumen sobre «La Infancia de Jesús» saldrá en Italia antes de la Navidad, contemporáneamente al original alemán. |
El volumen sobre «La Infancia de Jesús» saldrá en Italia antes de la Navidad, contemporáneamente al original alemán. Saldrán también ediciones en español, portugués, francés, inglés y polaco. Además, están en andamiento tratativas con editores de 32 países para la traducción en 20 lenguas.
El punto de partida para los análisis exegéticos de los textos de los Evangelios son las preguntas incluidas por el Santo Padre en la premisa: «¿Es verdad eso que fue dicho? ¿Dice respecto a mí? ¿Y si me dice respecto, de qué modo lo hace?».
Benedicto XVI propone una elucidación, partiendo de la exegesis histórica a la relación del pasado con el presente, admitiendo que «toda interpretación queda atrás en relación a la grandeza del texto bíblico».
Al inicio del libro afirma la historicidad de Jesús porque «nació en una época determinable con precisión», ofrecida por San Lucas con «una datación detallada y precisa de aquel momento histórico».
«Él pertenece a un tiempo exactamente datable -observa el Papa- y a un ambiente geográfico exactamente indicado: lo universal y lo concreto se tocan recíprocamente. En Él, el ‘Logos’, la Razón creadora de todas las cosas, entró al mundo. El ‘Logos’ eterno se hizo hombre, y de esto forma parte el contexto de lugar y tiempo. La fe está ligada a esta realidad concreta, si también después, en virtud de la Resurrección, el espacio temporal y geográfico es superado, y el ‘precedente en Galilea’, por parte del Señor, introduce en la inmensidad abierta a toda la humanidad».
En el segundo trecho anticipado de la página 30 del manuscrito, el Papa habla sobre la tradición iconográfica de la natividad. «La tradición de los íconos, con base en la teología de los Padres, interpretó el pesebre y los tejidos también teológicamente. El niño envuelto en los paños aparece como un recuerdo anticipado de la hora de su muerte: Él es desde el inicio el Inmolado, como veremos aún más detalladamente, reflexionando sobre la palabra sobre el primogénito. Así el pesebre era representado como una especie de altar».
«Agustín interpretó el significado del pesebre con un pensamiento que, en un primer momento, parece casi inconveniente, pero que examinado más atentamente, contiene, al contrario, una profunda verdad. El pesebre es el lugar donde los animales encuentran su alimento. Ahora, sin embargo, duerme en el pesebre Aquel que indicó a sí mismo como el verdadero pan descendido del cielo -como el verdadero alimento que el hombre necesita para ser persona humana. Es el alimento que concede al hombre la vida verdadera, la vida eterna. De este modo, el pesebre se convierte en una referencia a la mesa de Dios para la cual el hombre es invitado, para recibir el pan de Dios. En la pobreza del nacimiento de Jesús se delinea la gran realidad, en la cual actúa de modo misterioso la redención de los hombres», escribe el Papa.
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