Roma (Martes, 30-10-2012, Gaudium Press) El mundo vuelca hoy sus ojos hacia Siria, lugar de terribles confrontaciones donde se mezclan intereses no sólo locales sino de diversas potencias orbitales. En este caldeado ambiente, y como un fulguroso oasis mariano, se encuentra un Monasterio femenino Cisterciense de la Estricta Observancia, de 5 monjas trapenses italianas -convento que es un ‘hijo’ nacido de la Casa Madre de las trapenses de Valserena, en la provincia italiana de Pisa. Allí, en plena zona caliente de Oriente Medio, las cinco religiosas (en otro tiempo también una monja belga y su capellán francés) realizan la ‘locura’ de llevar el suave olor de Cristo y de su Madre Santísima a comunidades de mayoría musulmanas, aunque algunas también cristianas. Evidentemente sus vidas corren peligro. Pero ellas no temen, e incluso encuentran inspiración en los siete monjes mártires del monasterio de Tibhirine, en Argelia, asesinados por fundamentalistas islámicos en 1996.
Las religiosas delante del monasterio aún en construcción |
«Después de la masacre en 1996 de los siete monjes de Tibhirine, en Argelia, pensamos en fundar esta casa», declaraba una de las monjas, sor Marta, a Giorgio Paolucci de la revista Huellas de Comunión y Liberación, en el verano del año pasado. «Su martirio dejó una huellas indelebles en nuestro corazón». Incomprensible para el mundo los criterios de estas religiosas; comprensibles para Dios. Dos objetos que pertenecían a los monjes martirizados en el Magreb les sirven de constante inspiración: el cáliz y la patena por ellos utilizados, y que les fueron remitidos como signo de fuerza espiritual.
Todo comenzó en el 2005, cuando cuatro de las religiosas se instalaron en un apartamento de Aleppo. De allí partieron a Azeir, una colina entre las ciudades de Homs y Tartous, donde iniciaron la construcción de su monasterio.
La vida de las monjas – Manifestando la belleza de Dios
Su vida es regulada por la Regla del Patriarca de Occidente San Benito, bajo la modalidad trapense. Levantada a las tres y media, rezo de los Maitines a las 4 madrugadas, Laudes a las 6, misa, reunión en la sala del capítulo y los demás momentos de oración del Oficio Divino. Todo ello combinado con las labores manuales necesarias, como cocina, arreglo de la despensa, etc., y más recientemente fabricación de estatuillas, y hechura de rosarios para la veneración a la Madre de Dios. Uno de sus proyectos es la construcción de un taller que trabaje el vidrio, material de gran aprecio en Siria que es un pueblo también ‘maravillable’, como todo Oriente.
No faltan las labores agrícolas, pero estas como las demás están inspiradas por el camino de la belleza que conduce a la Belleza Divina. Al cultivar y cosechar olivos, al plantar la huerta y cuidar el jardín, las religiosas también piensan en «no sólo obtener lo que hace falta para la mesa, sino también ofrecer un lugar de belleza a quien nos visita, que favorezca la oración y la meditación», narraba sor Marta a Paolucci.
Es claro, la paz, la vida pura y laboriosa de las monjas, y el olor de la gracia que extravasa los muros del claustro, tenían que atraer las miradas y la atención de muchos, incluso musulmanes. «Suceden cosas inesperadas. Nuestra pequeña experiencia de fe despierta el sentido religioso de la gente, vuelve a despertar sus preguntas existenciales. Nos buscan sobre todo los jóvenes: nos preguntan quiénes somos, por qué vivimos juntas. No hacen falta demasiadas palabras para explicarlo, nuestra respuesta se encuentra en el testimonio de la amistad con Jesús que vivimos juntas en este lugar». Sor Marita, es la experta en árabe, ella trabaja en las oraciones y en la parte de la liturgia adaptable a la lengua local: labor indispensable para entablar una comunicación eficaz, que entretanto no necesita ser perfecta, pues aún con fallas sus palabras encantan a los frecuentadores del monasterio, que son en número creciente. Tanto, que está en sus proyectos la construcción de una hospedería para visitantes y peregrinos.
Pero, evidentemente, los sangrientos acontecimientos actuales las preocupan, las afectan, llegan a tocar sus puertas…
Ellas no quieren partir, aunque haya voces que se los hayan insinuado, no sin razones de supuesto fundamento.
En el site del italiano Monasterio madre de Valserena están publicados algunos de los pungentes testimonios de las religiosas ‘sirias’. «Nuestros vecinos están desanimados», dice una de las cartas publicadas. «Aún en nuestra pequeña ciudad [de Azeir], civiles y jóvenes conscriptos ha sido muertos». «El país se ha convertido en un campo de batalla para adversarios que son mayores que Siria, personas que vienen a luchar en esta tierra y en este pueblo para arreglar sus propios conflictos», dice otro escrito.
«Algunos jóvenes se dirigen a nosotros porque necesitan alguien que los ayude a pensar, crecer y reflexionar», afirma una religiosa. Su forma de vida es el gran testimonio que dan a muchos descarriados, aunque no falten las pequeñas ayudas materiales, fruto de su significativo pequeño esfuerzo.
«Nuestra confianza en el hombre viene de la esperanza Cristiana y es más fuerte que todos los horrores», dice la ‘siria’ hermana Mónica, en declaraciones recogidas en días pasados por Asia News. «Los cristianos son llamados a dar testimonio de esa esperanza en el mundo. Ya que fuimos llamadas a Siria, ¿por qué partir?».
Ellas no quieren abandonar suelo árabe, aun en el mayor de los peligros. El mundo estará atento, a ver si una violencia despiadada y muchas veces dirigida, intentará el marchitar de esa flor bendita puesta por Cristo en el lugar simbólico de las primeras evangelizaciones en la era cristiana.
Gaudium Press / Saúl Castiblanco
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