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Debemos aprovechar bien el tiempo – San Alfonso María de Ligorio

Redacción (Miércoles, 31-10-2012, Gaudium Press)

Sumario: Con razón el Espíritu Santo nos exhorta a que conservemos el tiempo, porque el tiempo es no solamente precioso, sino también de muy corta duración. Recuerda cómo pasaron deprisa los doce meses de este año que hoy termina. Dime, hermano mío, ¿cómo es que hasta hoy has empleado el tiempo? Esfuérzate, al menos, en rescatar el tiempo perdido, empleándolo mejor para el futuro, ¿Quién sabe? ¡Tal vez el año que termina, sea el último de tu vida!

6.jpgI. El tiempo, es la cosa más preciosa, porque es un tesoro que solo en este mundo se encuentra, es también de muy corta duración. ‘Ecce breves anni transeunt’. ¡Recuerda cómo pasaron deprisa los doce meses del año que hoy termina! Es, por tanto, con razón que el Espíritu Santo nos exhorta a conservar el tiempo, y no dejar perder un solo momento sin aprovecharlo bien. ¡Pero, ay de nosotros! ¡Cuán diversamente van las cosas! Oh tiempo despreciado, tú serás la cosa que los mundanos más desearán en la hora de la muerte, cuando escuchen decir que para ellos no habrá más tiempo: ‘Tempus non erit amplius’.

Y tú, hermano mío, ¿en qué empleas tu tiempo? Dios te concedió la gracia de haber llegado hasta el día de hoy, con preferencia a tantos millares y millones de personas, tal vez de tu edad, o incluso más jóvenes, tal vez fuertes como tú o todavía más robustos, con la misma complexión que tú, o tal vez más sanos. ¡Ellas murieron y tú estás vivo! ¡Ellas están reducidas a la putrefacción y cenizas en la tumba y tú estás aquí meditando! ¡Ellas en la eternidad – y muchas infelizmente en el infierno – y tú aún en el tiempo! ¿Pero cómo es que pasas el tiempo? ¿En qué cosas lo empleaste hasta hoy?

Haz aquí, a los pies de Jesucristo, un examen general de tu vida. Pondera, por un lado, las innúmeras gracias que Dios te ha acumulado especialmente en el transcurso de este año; por otro, recuerda las faltas, las imperfecciones, quizá los pecados, con que continuamente, desde el primer día del año hasta este último, has ofendido al Señor, retribuyéndole su liberalidad infinita con ingratitud. ¡Ah! ¡Si no rescatas desde ya el tiempo inútilmente perdido, o quizá mal empleado, él te causará remordimientos amargos, cuando, en el lecho de la muerte, te encuentres próximo a aquel gran momento del cual depende la eternidad!

II. Mi hermano, si, por desgracia, tuvieres que reconocer que pasaste en la tibieza el tiempo del año que terminó, busca pasar en el fervor al menos este último día. Agradece muchas veces a Dios el haberte conservado en vida hasta el día de hoy y pídele perdón por las negligencias pasadas en su servicio. Visto que no sabes si vivirás hasta el día de mañana y si entrarás todavía al año nuevo, pon hoy mismo en orden las cosas de tu consciencia y purifica tu alma por medio de una confesión anual. Al final, haz un propósito firme y eficaz de servir a Dios para el futuro con más celo, y de emplear mejor el año venidero. Es así que, en el decir del Apóstol, andarás en el camino de la Salvación con circunspección, y recobrarás el tiempo: ‘Videte quomodo caute ambuletis… redimentes tempus’ [1]: Ved como andáis prudentemente… aprovechando bien el tiempo.

Oh Señor, cuya misericordia no tiene límites, cuya bondad es un tesoro inagotable, doy gracias a Vuestra Majestad piadosísima por todos los beneficios que me habéis hecho, y en particular, por el tiempo que me concedéis para llorar mis culpas, y reparar mis desórdenes. ¿Quién sabe si el año que hoy acaba, no será tal vez el último entero de mi vida? No, no quiero más resistir a vuestras invitaciones tan amorosas. Pésame, oh mi Bien supremo, de haberos ofendido y propongo hacer de hoy en adelante continuos actos de amor, a fin de compensar el tiempo perdido.

Como, sin embargo, las ocupaciones de la vida no me permiten dirigir mis pensamientos sin interrupción para Vos, hago hoy el siguiente ajuste, que será válido durante todo el año que viene y todo el tiempo de mi vida. Cada vez que levante los ojos para contemplar el cielo, tengo intención de glorificar vuestras perfecciones infinitas. Cuantas veces respire, quiero ofreceros la Pasión y la Sangre de mi divino Redentor, así como los merecimientos de todos los Santos, para la Salvación del mundo entero y en satisfacción de los pecados que se cometieron. Toda vez que me golpee en el pecho, quiero maldecir y detestar cada uno de los pecados cometidos desde el principio del mundo, y quisiera poder repararlos con mi sangre. Finalmente, a cada movimiento de las manos, o de los pies, o de cualquier otra parte del cuerpo, tengo la intención de someterme a vuestra santísima voluntad, deseando que de conformidad con ésta, se hagan todas las cosas. Para que este mi ajuste nunca más sea violado, lo confirmo y lo sello con las cinco Llagas de Jesucristo, y lo deposito en Vuestras manos, oh Madre de la perseverancia, María [2].

Fuente: Pe. Thiago Maria Cristini, Meditações para todos os dias do ano tiradas das obras de Santo Afonso Maria de Ligório, Bispo e Doutor da Igreja, Herder e Cia., tomo I, págs.101-104, Friburgo em Brisgau, Alemanha, 1921.

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[1] Efésios, 5, 15.

[2] Esta fórmula de recta intención fue compuesta por San Clemente María Hoffbauer, C.SS.R. Para los que siguen la devoción enseñada por San Luis María G.de Montfort, podrá ser toda hecha como esclavo de María, ofreciendo todo em unión em Ella y por las manos de Ella.

 

 

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