domingo, 24 de noviembre de 2024
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El día de difuntos es día de confesión de fe en la vida eterna, en el cielo, en el futuro, en la resurrección y en la esperanza, afirma arzobispo de Londrina, Brasil

Londrina (Jueves, 01-11-2012, Gaudium Press) Con el título «Día de Finados y la Fe», Mons. Orlando Brandes, arzobispo de Londrina, en el Estado de Paraná, afirma en su más reciente artículo que el Año de la Fe, que estamos viviendo, es la luz que ilumina el Día de los Finados, celebrado el viernes, día 2 de noviembre. Para él, la celebración del día de los muertos es una oportunidad impar para una catequesis sobre la fe, pues todo lo que se realiza en este día tiene su fuente en la fe.

El prelado explica que antes que cualquier cosa tenemos que tener fe en la resurrección, pues nuestra muerte es nuestra pascua. «Para el cristiano no existe solo la muerte. Somos testigos de la fe en la resurrección. Así, el día de los muertos es día de confesión de fe en la vida eterna, en el cielo, en el futuro, en la resurrección, en la esperanza. Creemos un día estar con Cristo en el cielo», resalta el arzobispo.

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Mons. Orlando Brandes

Mons. Orlando también destaca que en segundo lugar tenemos que tener fe en la comunión de los santos, pues nuestra fe no permite creencia en la reencarnación. «Creemos que los muertos, los santos, son nuestros abogados, intercesores, nuestros buenos ángeles. Rezamos por ellos y ellos por nosotros. Qué belleza, qué prodigio. La fe une la Iglesia peregrina sufridora y triunfante, o sea, la Iglesia en la tierra, en el purgatorio y en el cielo», afirma.

En tercer lugar, según el prelado, es preciso tener fe en la remisión de los pecados. Para el arzobispo, Dios quiere salvar a todos y concede a todos la gracia suficiente, haciendo que la Iglesia abra todas las puertas del perdón en la hora de la muerte, porque es hora de la decisión definitiva. «Nuestras tumbas son escuelas de reflexión sobre nuestra fragilidad y santuarios que preservan la dignidad humana. Los muertos nos dicen: ‘Yo era lo que tú eres, tú serás lo que soy’. Recordemos que el bien, el amor, la Palabra permanecen y que Dios no pasa», completa el prelado.

El arzobispo resalta también que debemos creer que el cielo es preparado en la tierra por las buenas obras, por la recta consciencia y recta intención, por el amor fraterno especialmente a los pobres y sufridores. «En la tierra preparamos el cielo.

Todo tiene sentido y valor, bajo la luz de la fe». De acuerdo con él, en quinto lugar debemos tener fe en la vida, pues la muerte no tiene dominio, no tiene la victoria, el poder final. «Ella es relativizada por la fe en la resurrección. Nuestra vida no es sacada, sino, transformada. La vida no acaba, entra a otra dimensión», agrega.

En sexto lugar, según Mons. Orlando, viene la fe en las promesas de Dios, pues sabemos que Dios no miente, no engaña, ni se engaña, y que en Jesucristo, Él cumplió todas sus promesas. «Él nos adoptó como hijos y quiere que tengamos comunión, amistad, convivencia con Él. Él es el Dios de los vivos. Luchemos contra la cultura de la muerte. Evitemos la peor muerte que es el pecado grave y pidamos la muerte mística que es la superación del egoísmo, el vaciamiento de nuestro ego».

Por último, en séptimo lugar, el arzobispo enfatiza la importancia de tener fe en las Sagradas Escrituras. «Todo lo que decimos sobre la vida después de la muerte, tiene su fundamento en las Escrituras, en la Palabra de Dios. El propio Jesús se refería a las Escrituras para hablar de su resurrección. Las cosas últimas, muerte, juicio, purgatorio, infierno y cielo son realidades reveladas o fundamentadas en las Escrituras», evalúa él.

El prelado recuerda también que San Agustín rezó delante de la tumba: «Nosotros vivimos en este mundo, tú ahora vives en el mundo del Creador, el cielo. El hilo entre nosotros no fue cortado. Estoy solo fuera de vuestras vistas, pero estamos en comunión».

«¿Qué frase a usted le gustaría colocar en su sepultura? He aquí una sugerencia: Pasé haciendo el bien», concluye Mons. Orlando.

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