La Habana (Viernes, 02-11-2012, Gaudium Press) Expulsado de Cuba por la revolución comunista en 1961, Mons. Eduardo Boza Masvidal, en la época Obispo Auxiliar de La Habana, está camino a los altares.
El prelado formó parte del grupo de 131 sacerdotes y religiosos que el 17 de septiembre de 1961 fueron expulsados de Cuba en una embarcación que los llevó hasta España. El plan formaba parte de la política comunista que visaba acabar con la Iglesia Católica en la isla.
Posteriormente viajó a Venezuela, donde trabajó por más de cuatro décadas, especialmente como Vicario General de Los Teques. Fundó movimientos para ayudar y mantener unidos a los cubanos de la diáspora, a los que visitó en diversos países de América y Europa. Falleció en la diócesis de Los Teques, Venezuela, el 16 de marzo de 2003 a los 87 años.
«La fama de santidad de este siervo de Dios está viva entre los fieles de la Diócesis de Los Teques (Venezuela) y en otras partes del mundo, especialmente entre sus conterráneos, los cubanos de la diáspora, para los cuales fue un verdadero padre y pastor, consuelo y aliento en la amargura del exilio», expresa la proclamación de la causa abierta este año en la Diócesis de Los Teques.
Uno de los que acompañó a Mons. Boza en su viaje a España fue el entonces Padre Agustín Román, posteriormente nombrado Obispo Auxiliar de Miami, Estados Unidos.
El 15 de mayo de 2010, Mons. Agustín Román recordó el caso en un artículo publicado por el «Diario Las Américas» por ocasión de los cincuenta años de la ordenación episcopal de Mons. Boza Masvidal.
«En esa época la persecución contra la Iglesia fue dura de parte del gobierno. Teníamos 700 sacerdotes para atender a seis millones de fieles. Desde los años 60 las expulsiones de sacerdotes comenzaron con la disculpa de que eran extranjeros. El plan era limitar el clero a 200 sacerdotes con los cuales, según ellos pensaban, se debilitaría la Iglesia hasta extinguirse».
Según el prelado, los sacerdotes eran agarrados durante las noches sin pasaporte y ningún objeto, solo con la ropa puesta en el momento.
Cuando la embarcación española zarpó, «retiramos la cobertura que nos impedía ver el panorama y allí conseguimos mirar a Cuba en el horizonte que de a poco iba desapareciendo, así como nuestra esperanza de un regreso rápido».
En medio de las molestias, «el Obispo a cada día rezaba la Misa, y al comentar las lecturas descubríamos la visión de Fe del ‘hombre de Dios’ que con su palabra nos fortalecía (…). Allí conocí mejor al Obispo cubano» que nos invitaba a «servir en cualquier lugar en que nos recibiesen, sin olvidarnos de Cuba».
El 27 de septiembre, la Covadonga llegó a España. «Al salir del barco la prensa esperaba a Mons. Boza. Un periodista, asombrado al ver entre tantos pasajeros los 131 sacerdotes expulsados, dijo al Obispo: ‘Parece que Dios se olvidó de la Iglesia en Cuba’ y el Obispo respondió: ‘No, parece que Dios quiere que la Iglesia en Cuba sea misionera'».
«Después de tantos años, al recordar esta frase, creo que en el corazón del Obispo había una respuesta al mandato del Señor: ‘Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos'», concluyó Mons. Román.
Con informaciones de ACI.
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