Ciudad del Vaticano (Martes, 06-11-2012, Gaudium Press) El Papa Benedicto XVI condujo este domingo, delante de millares de fieles y peregrinos, en la Plaza de San Pedro la Oración del Ángelus. En la ocasión el Papa, recordando la Fiesta de Todos los Santos, destacó la enseñanza de Jesús sobre el mandamiento del amor, que es doble: amar a Dios y amar al prójimo.
«Los Santos, que celebramos recientemente juntos en una única fiesta solemne, son aquellos que confiando en la gracia de Dios, buscan vivir según esa ley fundamental. En verdad, el mandamiento del amor puede ser colocado en práctica plenamente solamente por quien vive una relación profunda con Dios, así como el niño se torna capaz de amar a partir de un buen relacionamiento con su madre y su padre» – subrayó el Papa.
«San Juan de Ávila, que recientemente proclamé Doctor de la Iglesia, así escribe al inicio de su Tratado de Amor de Dios: ‘La causa que más impulsa nuestro corazón al amor de Dios es considerar profundamente el amor que Él tuvo por nosotros. Esto, más que los beneficios, impulsa el corazón a amar, porque quien hace al otro un beneficio, le da algo que pose; pero aquel que ama, se dona con lo que tiene, sin que le sobre algo para ofrecer. Antes de ser un mandamiento, el amor es un don, una realidad que Dios nos revela y nos hace experimentar, para que como una semilla pueda germinar también dentro de nosotros y desarrollarse en nuestra vida’ » – recalcó también Benedicto XVI.
El verdadero amor llega incluso hasta a quien no merece
«Si el amor de Dios profundizó sus raíces en una persona, ella se torna capaz de amar hasta incluso a quien no merece, como Dios hace con nosotros. El padre y la madre no aman a los hijos solamente cuando ellos lo merecen: los aman siempre, hasta cuando hacen que ellos entiendan que están equivocados. De Dios aprendemos a querer siempre y solamente el bien y nunca el mal. Aprendemos a mirar al otro no solamente con nuestros ojos, sino con los ojos de Dios, que es la mirada de Jesucristo.
Una mirada que viene del corazón y no para en la superficie, sino va más allá de las apariencias y consigue captar los anhelos profundos del otro: de ser oído, de una atención; en una palabra: de amor. Pero se verifica también el sentido inverso: abriéndome al otro así como él es, yendo a su encuentro, tornándome disponible, yo me abro también para conocer a Dios, para sentir que Él existe y es bueno» – destacó el Pontífice.
El Papa explicó que el «amor a Dios y amor al prójimo son inseparables y están en relación recíproca. Jesús no inventó ni uno ni otro, sino reveló que ellos son un único mandamiento, y lo hizo no solo con palabras, sino, sobre todo, con su testimonio: la Persona de Jesús y todo su misterio encarnan la unidad del amor a Dios y al prójimo, como los dos brazos de la Cruz, vertical y horizontal. En la Eucaristía, Él nos dona ese duplo amor, donándonos a Sí mismo, para que, alimentados por ese Pan, nos amemos unos a otros como Él nos amó».
Benedicto XVI concluyó su discurso, pidiendo la intercesión de la Virgen María a fin de que «todo cristiano sepa mostrar su fe en el único Dios verdadero con un testimonio claro de amor al prójimo».
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