Valencia (Lunes, 19-11-2012, Gaudium Press) Mons. Carlos Osoro, Arzobispo de Valencia, dedicó su Carta Semanal a los cientos de jóvenes que asumieron el compromiso de ser «Misioneros de la Fe» en un acto llevado a cabo el pasado 02 de noviembre. En el documento explicó la misión que deben desempeñar y el método para lograrlo: Ante un mundo alejado de Dios, «hemos de regresar a ver cómo lo hicieron los primeros cristianos», afirmó.
El Arzobispo Osoro habla a los jóvenes «misioneros de la fe». Foto: Paraula. |
El Arzobispo explicó que ser misionero de la fe significa que, independientemente de la parroquia, grupo o comunidad donde se aprendió a vivir la fe católica, quienes «tienen y conocen al Señor propongan a Jesucristo a otros jóvenes, en los lugares donde habitualmente se encuentran con ellos». De esta forma se lleva la evangelización a los demás jóvenes que «desconocen al Señor, o que se alejaron de Él y de la Iglesia, o que, siendo practicantes en momentos muy determinados de su vida, viven la fe sin la intensidad y la fuerza que tiene que tener».
«La urgencia del anuncio es grande», exhortó Mons. Osoro. «Hay que dar a los hombres fundamentos para vivir, para tener esperanza, para salir de todos los atolladeros en los que nuestros egoísmos y nuestro encapsulamiento nos meten». El prelado señaló que los jóvenes católicos deben dar a conocer el «humanismo verdad» que enseña Jesucristo, y que ofrece una salida cierta a los problemas de la existencia humana.
Sobre cómo llevar a cabo esta misión, «la respuesta es sencilla», afirmó el Arzobispo: «como los primeros cristianos». El primer anuncio debe hacerse «de una manera directa, sencilla, entregando la noticia de Jesucristo de primera mano, desde lo que cada uno de nosotros estamos viviendo y desde lo que supone en nuestra vida el haberlo conocido». El testimonio surge de la propia experiencia del bautismo y la consciencia de lo que significa: «tenemos la vida de Jesucristo en nosotros y no la podemos guardar para nosotros, hemos de comunicársela a otros», enseñó el prelado.
La situación de esa primera evangelización es similar a los desafíos actuales. A muchos jóvenes no ha llegado el Evangelio a través de su familia, ni en la educación escolar. La cultura es contraria al mensaje de Cristo en muchos ambientes y se hacen necesarios «otros cauces» para llegar a los jóvenes. Ante esta realidad, el Arzobispo destaca de nuevo el ejemplo de la Iglesia primitiva: «El método que tuvieron los primeros cristianos fue el de tú a tú, es decir, el darse noticia unos a otros. Y nos dice la Escritura que esto daba resultados, «se agregaban a la comunidad»».
Para alimentar este testimonio, los jóvenes «misioneros de la fe» adquieren varios deberes: Uno de ellos es asistir al «envío», que se realiza los primeros viernes de mes en un encuentro de oración en la Basílica de la Catedral y los segundos viernes en parroquias de la Arquidiócesis. Otro compromiso es recibir en imposición la Cruz Misionera, que se convierte en signo de la misión recibida. Un tercer deber es «una vez al mes, hablar a otro joven de Jesucristo, naturalmente con palabras que nacen del encuentro con el Señor, que es quien me las da y me impulsa a hablar de Él», explicó Mons. Osoro.
El Arzobispo motivó a los jóvenes a profundizar en la oración y la presencia de Dios para poder hacer vida la Nueva evangelización. «¡Qué maravilla poder confesar la fe y vivir en el amor! Las dos columnas o ejes de la «nueva evangelización» tienen que ser los de siempre: la confesión de la fe y el amor». El amor, según el prelado, será el «fuego» que atraiga a los jóvenes y el misionero, arraigado en Jesús, será «fuego de presencia, de novedad que se hace visible, y de fuerza».
Mons. Osoro destacó la importancia que tiene esta iniciativa y el entusiasmo de los jóvenes para hacer descubrir la alegría de creer y entregar la vida a Jesucristo. La misión de los jóvenes debe ser profunda, no superficial, e impactar las raíces de la persona. La necesidad de llevar a cabo esta obra es imperativa, concluyó el Arzobispo: «Peregrinar confesando y amando como Jesucristo a todos los desiertos que surgen cuando falta Dios en la vida de los hombres y, muy especialmente, en los jóvenes es una tarea urgente».
Con información de AVAN.
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