viernes, 22 de noviembre de 2024
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Joven catequista de Roma: "Sacerdotes, os pido el coraje de ser vosotros mismos"

Roma (Sábado, 24-11-2012, Gaudium Press) Reproducimos a continuación la intervención de Tomaso Spinelli, catequista de jóvenes catecúmenos en la oficina de catequesis de Roma, Italia, realizada en la XVII Congregación general del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, el pasado 19 de octubre.

La corta intervención de Spinelli fue una de las más aplaudidas en la Asamblea por su lenguaje claro y espontáneo, al mismo tiempo que reflexivo y profundo, en la que toca temas trascendentales como la liturgia, la proposición de la fe en el mundo actual, e incluso la formación sacerdotal, entre otros:

«Mi reflexión quiere ser simplemente una ayuda para entender qué espera un joven de la nueva evangelización.

Vosotros sacerdotes habéis hablado sobre el papel de los laicos, yo que soy laico, quiero hablar a ustedes del papel de los sacerdotes

Nosotros los jóvenes tenemos necesidad de guías fuertes, sólidos en su vocación y en su identidad. Es de vosotros, sacerdotes, de quien nosotros aprendemos a ser cristianos, y ahora que las familias están más desunidas, vuestro papel es todavía más importante para nosotros.

4.jpgVosotros nos testimoniáis la fidelidad a una vocación, nos enseñáis la solidez en la vida y la posibilidad de elegir un modo alternativo de vivir, siendo éste más bello que el que nos propone la sociedad actual.

Mi experiencia testimonia que allí donde hay un sacerdote apasionado la comunidad, en poco tiempo florece. La fe no ha perdido atractivo, pero es necesario que existan personas que la muestren como una elección seria, sensata y creíble.

Lo que me preocupa es que estos modelos se han convertido en una minoría. El sacerdote ha perdido confianza en la importancia de su propio ministerio, ha perdido carisma y cultura. Veo sacerdotes que interpretan «dedicarse a los jóvenes» con «travestirse de joven», o peor aún, vivir el estilo de vida de los jóvenes. Y lo mismo en la liturgia, que en el intento de hacerse originales, se convierten en insignificantes.

Os pido el coraje de ser vosotros mismos. No temáis, porque allí donde seáis auténticamente sacerdotes, allí donde propongáis sin miedo la verdad de la fe, allí donde no tengáis miedo de enseñarnos a rezar… nosotros los jóvenes os seguiremos. Hacemos nuestras las palabras de Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Solo Tú tienes palabras de vida eterna». Nosotros tenemos hambre de lo eterno, de lo verdadero.

Por tanto, propongo:

1) Aumentar la formación, no sólo espiritual, sino también cultural, de los sacerdotes. Con demasiada frecuencia vemos a sacerdotes que han perdido el papel de maestros de cultura que les hacía importantes para toda la sociedad. Hoy, si queremos ser creíbles y útiles, debemos volver a tener buenas herramientas culturales.

2) Redescubrir el Catecismo de la Iglesia Católica en su carácter conciliar: en concreto la primera parte de cada sección, donde los documentos del Concilio iluminan los temas tradicionales. De hecho, el Catecismo pone con sabiduría como premisa a la explicación del Credo una parte inspirada en la Dei Verbum, en la que se explica la visión personalista de la revelación; a los sacramentos, la Sacrosantum Concilium, y a los mandamientos, la Lumen Gentium, que muestra al hombre creado a imagen de Dios. La primera parte de cada sección del Catecismo es fundamental para que el hombre de hoy sienta la fe como algo que le afecta de cerca y sea capaz de dar respuestas a sus preguntas más profundas.

3) Por último, la liturgia se olvida y se desacraliza con demasiada frecuencia: hay que volver a ponerla con dignidad en el centro de la comunidad parroquial.

Concluyo con las palabras que dieron inicio al nacimiento de la Europa Medieval: «Nosotros os queremos, dad prueba de vuestra santidad, del lenguaje correcto y de vuestra instrucción; de tal modo que cualquiera que vaya a vosotros se edifique con vuestro testimonio de vida y vuestra sabiduría (…) y regrese alegre dando gracias al Señor omnipotente.» (De la carta Letteris Colendis de Carlo Magno al monasterio de Fulda, año 780).

Gracias.»

 

 

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