Ciudad del Vaticano (Sábado, 24-11-2012, Gaudium Press) El Papa Benedicto XVI presidió el Consistorio ordinario público en el cual creó seis nuevos Cardenales, quienes deben estar «preparados para comportarse con fortaleza, hasta el derramamiento de sangre, por el incremento de la fe cristiana, por la paz y la tranquilidad del Pueblo de Dios», según afirma el rito de creación.
El Santo Padre creó seis nuevos Cardenales. En la imagen, el Card. Luis Antonio Tagle, de Filipinas, recibe del Papa el birrete cardenalicio. |
Los nuevos Cardenales son: Mons. James Michael Harvey, Su Beatitud Béchara Boutros Raï O.M.M, Su Beatitud Baselios Cleemis Thottunkal, Mons. John Olorunfemi Onaiyekan, Mons. Luis Antonio G. Tagle y Mons. Rubén Salazar Gómez, Arzobispo de Bogotá, Colombia, y único latinoamericano . Los prelados se acercaron al Santo Padre para recibir el birrete cardenalicio, escuchar las palabras que definen su misión (ya mencionada).
El Papa también les entregó un anillo, mientras les decía: «Has de saber que con el amor al Príncipe de los Apóstoles, se refuerza tu amor a la Iglesia». Cada uno de los Cardenales recibió la Diaconía, o Título sobre una de las iglesias de Roma, tras lo cual intercambiaron el abrazo de paz con el Santo Padre y entre ellos. El rito finalizó con una oración de los fieles, el Padrenuestro y la bendición papal.
La Iglesia de todos los pueblos
En su predicación con ocasión del Consistorio, el Papa Benedicto XVI destacó el carácter universal, católico, de la Iglesia. «La Iglesia es católica porque Cristo abraza en su misión de salvación a toda la humanidad», explicó el Pontífice. Aunque Cristo predicó en Israel en su vida terrena, su misión estaba dirigida a todos las personas de todo tiempo y lugar.
Su Santidad Benedicto XVI bendice a los fieles a su llegada al Consistorio. |
Jesucristo se presentó a sí mismo «no sólo como «Hijo de David», sino también como «Hijo del hombre»», comentó el Papa, «para manifestar el verdadero carácter de su mesianismo, como misión hacia todo el hombre y todos los hombres, superando todo particularismo étnico, nacional y religioso». La Iglesia participa de esa vocación a vencer «la fragmentación y la dispersión» para llevar a la humanidad a la comunión con Dios.
«Jesús no envía su Iglesia a un grupo, sino a la totalidad del género humano», continuó el Santo Padre. En Pentecostés, el Espíritu Santo imprime a la Iglesia su presencia para llegar a todas las naciones y pueblos. » La misión universal de la Iglesia no sube desde abajo, sino que desciende de lo alto, del Espíritu Santo, y está orientada desde el primer instante a expresarse en toda cultura para formar así el único Pueblo de Dios», describió. «No es tanto una comunidad local que crece y se expande lentamente, sino que es como levadura destinada a lo universal, a la totalidad, y que lleva en sí misma la universalidad».
Atendiendo la orden y confiando en las promesas de Jesús, «los Apóstoles y los discípulos se ponen en marcha sin ninguna seguridad humana, sino con la sola fuerza del Espíritu Santo, del Evangelio y de la fe», expresó. «En torno a los Apóstoles florecen las comunidades cristianas, pero éstas son la Iglesia, que tanto en Jerusalén como en Antioquía o Roma, es siempre la misma, una y universal».
Su Santidad Benedicto XVI finalizó su predicación afirmando que esta es la misma naturaleza del Colegio Cardenalicio, muestra de la unidad y universalidad de la Iglesia: «A través de este Consistorio, deseo destacar de manera particular que la Iglesia es la Iglesia de todos los pueblos, y se expresa por tanto en las diversas culturas de los distintos continentes. Es la Iglesia de Pentecostés, que en la polifonía de las voces eleva un canto único y armonioso al Dios vivo», concluyó.
Con información de Vatican Information Service.
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