Ciudad del Vaticano (Miércoles, 28-11-2012, Gaudium Press) El pasado 23 de noviembre delegados pastorales de comunicaciones de América Latina, junto a algunos directores de medios de comunicación digitales católicos, participaron de la Reunión Continental de la Red Informática de la Iglesia en América Latina – RIIAL, organizada por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales y el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), además de la RIIAL.
La Reunión tuvo la particularidad de haber sido realizada de manera virtual, usando la plataforma ‘episcopo.net’, creada para este tipo de encuentros.
En la apertura del evento, que duró varias horas, Mons. Claudio Maria Celli -presidente Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales- pronunció una importante conferencia, donde trata entre otros temas, del perfil del comunicador católico en estos tiempos de Nueva Evangelización.
A continuación el texto de la intervención de Mons. Celli:
Estimados amigos y amigas de la RIIAL,
Episcopo.net está dando los resultados que esperábamos; no se trata sólo de una conectividad que ya es significativa para nosotros, sino más bien de un gran camino de comunión eclesial. Damos gracias al Señor que nos permite promover un camino de comunión a través de los medios y de las nuevas tecnologías.
Mons. Celli, en los preparativos de la reunión |
Este encuentro virtual es posible gracias a este instrumento que facilita la conectividad de una manera profesional; es indudable que la riqueza de nuestro encuentro es la profunda comunión que vivimos después de tantos años. «Somos amigos», para usar las palabras de Jesús (cf. Jn 15,15).
Así pues, deseo compartir con ustedes una reflexión que nos ayude a comprender los desafíos que se presentan para el próximo año.
El Papa Benedicto XVI nos ha señalado la necesidad de una Nueva Evangelización, por lo que les invito a que focalicemos nuestra atención en este camino de evangelización dentro del contexto de los nuevos instrumentos de comunicación.
Jesucristo, el verdadero y perenne protagonista de la Evangelización
La primera reflexión la tomo de una reciente intervención del Papa Benedicto XVI , que nos recuerda que Jesucristo, consagrado por el Padre en el Espíritu Santo, es el verdadero y perenne protagonista de la evangelización. Dios, por medio de Jesucristo, es el principal artífice de la evangelización del mundo; pero Cristo mismo ha querido transmitir a la Iglesia su misión, y lo ha hecho y lo sigue haciendo hasta el final de los tiempos infundiendo el Espíritu Santo en los discípulos, a fin de que estén capacitados para desarrollar la misión que Jesús les confía.
Así pues, no se trata de una acción propia, aunque ciertamente requerirá de un compromiso y entrega personal; pero la idea principal es recordar que el verdadero y perenne protagonista de la Evangelización es Jesús, así como lo encontramos en el Evangelio: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres» (Lc 4,18).
Esta misión de Cristo, este dinamismo suyo continúa en el espacio y en el tiempo, atraviesa los siglos y los continentes. Es un movimiento que parte del Padre y, con la fuerza del Espíritu, lleva la buena noticia a los pobres en sentido material y espiritual. La Iglesia es el instrumento principal y necesario de esta obra de Cristo, porque está unida a Él como el cuerpo a la cabeza. «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21). Así dice el Resucitado a los discípulos, y soplando sobre ellos, añade: «Recibid el Espíritu Santo» (v. 22).
Debemos tener presente constantemente esta dimensión que constituye la raíz y la esencia de nuestra misión evangelizadora.
Como ya he subrayado en varias ocasiones, la Iglesia es comunicación y si no comunica no es Iglesia. Es Dios quien nos precede, nos ama, nos consuela y nos enriquece y por esta razón nos da su Espíritu.
Que esta primera reflexión nos ayude a comprender nuestra misión evangelizadora y comunicadora.
La verdad y la belleza de la fe son inmutables
En la segunda reflexión comparto la inquietud de comprender mejor nuestra presencia y nuestro rol en el mundo de Internet y concretamente en las redes sociales.
De hecho, nuestra tarea de comunicadores es la de hacer resplandecer la verdad y la belleza de la fe en nuestro tiempo; este es un desafío continuo ante la tentación de sacrificar la belleza y la verdad de la fe a las exigencias del presente.
Ante muchas situaciones y realidades, algunas personas preguntan provocatoriamente «¿cuándo va a cambiar la Iglesia?». Mi respuesta es que no es necesario cambiar, porque el Evangelio es el mismo de siempre: «Jesús ayer, hoy y siempre» (cf. Hb. 13, 8). Por otro lado también existe la tentación de volver al pasado porque también existen sectores con gran nostalgia del pasado. En este sentido, el Papa Benedicto XVI nos ayuda a entender esta situación de una manera sencilla pero al mismo tiempo iluminante, afirmando que la verdad y la belleza de la fe no pueden ser encadenadas al pasado: «En la fe resuena el presente eterno de Dios que trasciende el tiempo y que, sin embargo, solamente puede ser acogido por nosotros en el hoy irrepetible».
Esa tensión profunda dentro de la Iglesia es positiva porque surge del anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo.
Recordemos que cuando el Papa Beato Juan XXIII abrió el Concilio Vaticano II, en su hermoso discurso de inauguración dejó claro que no se debían buscar nuevas definiciones dogmáticas, sino que la intención era que Jesucristo y la verdad perenne del Evangelio fuesen anunciados al hombre contemporáneo. Desafío que continúa siendo válido hoy.
Les invito a preguntarse ¿en qué manera anunciamos a Jesús al hombre contemporáneo?; como ya mencionaba, ante estas «nostalgias anacrónicas o de huidas hacia adelante» – para usar las palabras del Santo Padre – a veces podemos pensar que el pasado nos ofrecerá tranquilidad o seguridad; sin embargo nuestra tarea de evangelizadores y comunicadores ha de llevarnos a ser como «peregrinos que caminan en el mundo».
Hace poco participaba de un ciclo de conferencias sobre el Concilio Vaticano II, y escuché a un teólogo que utilizó la metáfora de que las verdades están conservadas en tiendas de viajeros del desierto; una alegoría hermosa porque en efecto la verdad no se puede solidificar. Ciertamente, las referencias dogmáticas son importantes para nosotros, porque nos recuerdan la verdad perenne que no podemos cambiar, alterar o disminuir según nuestras necesidades.
El anuncio del Evangelio es un anuncio totalizante; pero paralelamente tenemos el desafío de hablar con el hombre contemporáneo: con sus culturas, sus angustias, sus deseos, sus luchas y defectos. ¡Es hermoso pensar que Dios nos ama así como somos!
El comunicador católico, un viajero sabio que aprendió el arte de vivir
En mi tercera reflexión, expreso un idea con el deseo que permanezca presente en nuestro camino de comunicación.
El Papa Benedicto XVI constata el aumento de una «desertificación espiritual», nos dice: «Se ha difundido el vacío. Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa». Este mensaje también se dirige a los comunicadores: «… en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra prometida». Así pues, me pregunto qué significa ser hombre y mujeres de fe para nosotros los comunicadores, que no vemos a la comunicación solamente como una profesión, sino sobre todo como una vocación y una misión.
El Papa recientemente ha usado una expresión que me ha fascinado porque es una respuesta a la misión del comunicador católico: «El viaje es metáfora de la vida, y el viajero sabio es aquel que ha aprendido el arte de vivir y lo comparte con los hermanos» (cf. Sir 34,9-13).
Así, la misión del comunicador en la Iglesia es la de ser un viajero sabio que ha aprendido el arte de vivir y que desea compartir su experiencia a través de los medios; por ejemplo en las redes sociales. ¿Qué significa compartir un camino, mantener viva la esperanza, compartir con los demás la belleza y la verdad de la fe?
En este año de la fe, invito a usar esta metáfora para los comunicadores y comunicadoras católicos: «un viajero sabio que sepa unir estos dos elementos: sabiduría y audacia ; atento y cuidadoso para que también los alejados encuentren a ese «Alguien» que da sentido a sus vidas».
Es un gran desafío que puede provocar sentimientos de miedo, incapacidad, limitación o pobreza… pero precisamente se trata del desafío de ser testigos alegres tal cual exhortó Jesús a sus discípulos en la última cena. «Os hablo así para que os alegréis conmigo y vuestra alegría sea completa» (cf. Jn. 15, 11)
Tal vez encontremos dificultades en experimentar esa alegría en nuestros corazones, pero no perdamos la confianza de que Él está cerca de nosotros repitiéndonos: «No tengan miedo, yo estoy con ustedes»; y para reforzar aún más, Jesús continúa diciendo: «todos los días» (cf. Mt. 28, 20).
Subrayo una vez más la imagen de ser viajeros sabios que han aprendido el arte de vivir y lo comunican a quienes los rodean, a los que encuentran en su camino de comunicadores. Debemos estar presentes en la cultural digital; debemos estar presentes allí donde se encuentran los hombres y las mujeres de hoy; llevando consuelo y alegría a pesar de las dificultades.
Tendremos que aprender también a confesar humildemente y con sencillez nuestros limites para que los hombres que están a nuestro lado nos sientan sus hermanos; mostrando una gran simpatía, que es la simpatía misma de Dios.
Deje su Comentario