Brasilia (Lunes, 03-12-2012, Gaudium Press) El presidente de la Comisión Episcopal Pastoral para la Juventud, Mons. Eduardo Pinheiro, está escribiendo, cada mes, una carta a todos los párrocos del Brasil para incentivarlos en la evangelización de los jóvenes, a la luz de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Río 2013.
El mensaje para el mes de diciembre ya fue divulgado. En él el prelado afirma que fin de año es tiempo de agradecer a Dios. Además Mons. Eduardo recuerda con nostalgia las innúmeras reuniones de preparación para el Adviento y la Santa Navidad que tuvo con su familia durante su juventud.
Abajo publicamos la carta íntegra.
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Brasilia, 01 de diciembre de 2012
Queridos hermanos Párrocos y Administradores Parroquiales, Vicarios Parroquiales y demás Presbíteros.
¡Un año más se despide de nosotros! Cuántas cosas bonitas vividas, cuántos desafíos enfrentados, cuántas preguntas no respondidas, cuántas respuestas nos fortalecieron. Por encima de todo, es tiempo de dar gracias, porque en Dios tenemos condiciones de ‘gerenciar’ todo lo que aparece, incluso los contratiempos.
¡Todos los días son regalo de Dios, pero el mes de diciembre es especial! Él nos ofrece una fuerte carga de alegrías, sorpresas, experiencias de fe y fraternidad. El ritmo es acelerado; queremos colocar todo en orden, preparar las celebraciones y las fiestas; algunas veces hasta hacer viajes.
¡Es tiempo de Navidad! ¡Pero es mucho más que un simple día 25 en el último mes del año! Es un momento rico de situaciones que nos envuelven, interna y externamente, auxiliándonos en la autoestima, fortaleciendo nuestra fe, corresponsabilizándonos en las actividades, madurando nuestros lazos de solidaridad. Cuando bien motivados y acompañados, los niños y jóvenes presentes en nuestros ambientes se sienten valorados por la implicación en las diversas actividades propias de este tiempo.
¡Cómo es bueno recordar las innúmeras reuniones de preparación para el Adviento y la Santa Navidad! Normalmente los deberes escolares ya habían llegado al final y a esta alegría del descanso se unía la satisfacción de los encuentros con los otros jóvenes para que cada detalle no faltase a la Fiesta. Todo comenzaba con la búsqueda de aquellas cajas que guardaban el material utilizado en el año anterior y con la compra de lo que faltaba para materializar las nuevas ideas brotadas, muchas veces, de la creatividad juvenil. Era gente por todos lados. ¡Niños ensayando presentaciones navideñas, adolescentes y jóvenes recortando letras para los murales! El montaje del pesebre – siempre bien cuidado, todavía más cuando el padre entendía del asunto – envolvía muchos y atraía curiosos que no dejaban de dar sus opiniones; ¡aserrín, piedras y luces no podían faltar! ¡Los días y las horas pasando, y la Navidad llegando! La carpeta de cantos era renovada y el grupo de jóvenes no medía esfuerzos para preparar bien la liturgia, principalmente las músicas; ¡cuánto ensayo! En general sucedían también confraternizaciones y «amigo secreto» con recuerditos y comidas compartidas. Recaudaciones y cestas básicas eran organizadas en vista de la Navidad de los más pobres, aliviándolos de la dureza de tantos momentos pasados en el año que terminaba. Conversaciones, historias, noticias y novedades no faltaban entre los jóvenes. La comunión y la participación fortalecían nuestra vocación de discípulos.
¡Los párrocos que pasaron en mi vida en el tiempo de la infancia y juventud intuían que aquella agitación toda, incluyendo a niños y jóvenes, era fundamental para su vida personal y su fe, sus relaciones con los hermanos, su amor a la Iglesia, su compromiso con los más pobres! ¡Me acuerdo de la intensidad de las actividades y los empeños! Nos sentíamos parte de la Iglesia! ¡Más que esto! Nos sentíamos las propias piezas del pesebre, las notas de los instrumentos musicales, las letras de los cantos, los regalos entregados, la alegría de los encuentros, el alimento de los necesitados, el sonido de la campana, el calor de los abrazos y aprietos de mano.
¡Me emociono solo de recordar ese espíritu de fiesta vivido en clima juvenil a fin de año! Poco sabía yo que esos millares de detalles estaban interfiriendo profundamente en mi existencia, fortaleciendo mi fe y mi adhesión radical a Jesucristo y a la Iglesia, comprometiéndome, todavía más, con el Evangelio del amor, de la paz y de la unidad.
¡Gracias, P. Pascoal Forin y P. Valério Utel! ¡En la persona de ustedes dos, que marcaron mi vida y vocación en la comunidad de origen, agradezco a tantos párrocos, vicarios parroquiales, religiosos y religiosas, laicos adultos que, esparcidos por nuestro Brasil, saben, con el corazón de pastor, potenciar este momento con la participación de los niños, adolescentes y jóvenes! Al final, no podría ser diferente: ¡Jesús nace de manera tan simple y desconcertante; es el nuevo que carga consigo la novedad de un mundo mejor! ¡Qué sabiduría incluir a las nuevas generaciones en esta dinámica navideña!
Al pedir que Dios bendiga a todos aquellos que en la espiritualidad de la Navidad se comprometen con la evangelización de la juventud, rezo para que no falten en nuestras comunidades espacios, oportunidades y personas que apuesten en la fuerza de los jóvenes y los mantengan a lado de Jesús, en el calor del pesebre, en el regazo de María y de José.
Que la felicidad de su Navidad, querido hermano, sea la señal visible de su adhesión incondicional a Jesucristo y de su pastoreo junto a su pueblo, principalmente a nuestra linda juventud.
Continuemos acompañando a nuestra Cruz Peregrina y el Ícono de Nuestra Señora que, en este mes, visitarán a nuestros hermanos uruguayos y paraguayos. Sean ellos bendecidos, como está sucediendo con nuestros jóvenes brasileños, al celebrar la vida y la fe alrededor de los preciosos símbolos de la JMJ.
Mons. Eduardo Pinheiro da Silva, sdb
Presidente de la Comisión Episcopal Pastoral para la Juventud de la CNBB
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