Ciudad del Vaticano (Viernes, 07-12-2012, Gaudium Press) El Padre Raniero Cantalamessa, Predicador Oficial de la Casa Pontificia, trató en su primera predicación de Adviento del 07 de diciembre el tema del Año de la Fe y el Catecismo de la Iglesia Católica. El sacerdote hizo una serie de comparaciones entre el arte musical y la vida cristiana para invitar a llevar a la práctica las verdades de la fe contenidas en el depósito de la Iglesia Católica.
El Catecismo debe ser vivido de la misma forma como una partitura debe ser ejecutada para pasar «de la página muda a algo vivo que sacuda el alma». |
«La Pasión de San Mateo de Bach, permaneció durante un siglo como una partitura escrita, conservada en los archivos de la música», narró el P. Cantalamessa, «hasta que en 1829 Felix Mendelssohn en Berlín hizo de ella una ejecución magistral, y desde ese día el mundo se enteró de qué melodías y coros sublimes, estaban contenidos en aquellas páginas que hasta entonces permanecían mudas». El sacerdote advierte que, aunque son realidades diferentes, «algo así pasa con cada libro que habla de la fe, como es el Catecismo: se debe pasar de la partitura a la ejecución, de la página muda a algo vivo que sacuda el alma».
El predicador citó el texto del profeta Ezequiel, a quien en una visión se le dio a comer un rollo de escritos con las palabras de Dios, para explicar la asimilación total que el cristiano debe hacer de las verdades de la fe. «No es solo estudiarlo, analizarlo, memorizarlo, sino hacerlo carne de la propia carne y sangre de la propia sangre», insistió. «Transformarlo de fe estudiada, a fe vivida».
El centro de la fe es la persona de Jesucristo
El P. Cantalamessa explicó que esto no se realiza de una manera simplemente analítica o intelectual, porque el corazón del Catecismo no es un conocimiento. «No es un dogma, o una verdad, una doctrina o un principio ético; es una persona: ¡Jesucristo!». Citando las palabras de Benedicto XVI, el sacerdote explicó: «Página tras página resulta que lo que se presenta no es una teoría, sino un encuentro con una persona que vive en la Iglesia».
De la misma forma como toda la Sagrada Escritura habla de Cristo, está llena de Cristo y en Él se resume, sostuvo el predicador, «¿podría ser de otro modo para el Catecismo, que, de las Escrituras mismas, quiere ser una exposición sistemática, elaborada a partir de la Tradición, bajo la guía del Magisterio?». En este sentido, el Catecismo muestra ese camino desde el anuncio y primer conocimiento de Dios hacia la vivencia de la fe en todos los aspecto de la vida, en una experiencia del encuentro con Dios.
El Año de la Fe es para la Iglesia un año de anuncio, de Kerigma, según la explicación del P. Cantalamessa. «Nuestra situación ha vuelto a ser la misma que en el tiempo de los apóstoles. Ellos tenían ante sí un mundo precristiano para predicar el evangelio; nosotros tenemos ante nosotros, al menos en cierta medida y en algunos sectores, un mundo poscristiano para reevangelizar». El Catecismo es una ayuda invaluable para dar forma al anuncio, mostrar el contenido de la fe, sus implicaciones en la vida moral y su práctica.
La «unción de la fe»
Padre Raniero Cantalamessa. |
«En una ópera, para retomar la metáfora musical, está el recitado y el cantado; y en el cantado están los «agudos» que conmueven a la audiencia y provocan emociones fuertes, a veces incluso escalofríos», continuó el P. Cantalamessa, quien explicó que ese «agudo» que llama la atención y produce efecto en la audiencia es ese primer anuncio. «Pero para producir este agudo no es suficiente levantar el tono de la voz, se necesita más». En ese momento se requiere la intervención del Espíritu Santo, la «unción de la fe».
El predicador citó a San Agustín, que reflexionó sobre este tema: «El sonido de nuestras palabras golpea el oído, pero el verdadero maestro está dentro (…) Yo he hablado a todos, pero aquellos a los que no habla esa unción, a aquellos que el Espíritu no instruye internamente, se van sin haber aprendido nada (…) Por tanto, es el maestro interior el que realmente enseña; es Cristo, es su inspiración la que enseña».
«La unción de la fe se da generalmente cuando, sobre una palabra de Dios o sobre una declaración de fe, cae repentinamente la iluminación del Espíritu Santo, por lo general acompañado por una fuerte emoción», describió el P. Cantalamessa, quien relató además su experiencia personal, acontecida en una eucaristía en la que se proclamó la profecía de Daniel sobre el Hijo del Hombre.
«Yo sabía, por mis estudios, todo esto, pero en ese momento era otra cosa» relató. «Era como si la escena tuviera lugar allí, ante mis ojos. Sí, el Hijo del hombre que avanzaba era él, Jesús. Todas las dudas y las explicaciones alternativas de los eruditos, que también conocía, me parecían, en ese momento, excusas para no creer. Experimentaba, sin saberlo, la unción de la fe». Esta «unción de la fe» ayuda de manera notable al acto de creer, explicó, sino que «hace experimentar la alegría de anunciar a Cristo y su Evangelio». De allí en adelante, la evangelización pasa de ser un deber a «un honor y un motivo de gozo».
Finalmente, el P. Cantalamessa puso como ejemplo de la verdadera interiorización de la fe y su transformación en vida a la Santísima Virgen María. «La visión de Ezequiel del rollo que se come ha sucedido una vez en la historia en el sentido literal y no solo metafóricamente», explicó. «Fue cuando el libro de la palabra de Dios se ha resumido en una sola Palabra, el Verbo. El Padre lo ha portado a María; María lo ha acogido, ha llenado de él, incluso físicamente, su vientre, y luego se lo dio al mundo. Ella es el modelo de todo evangelizador y de todo catequista. Nos enseña a llenarnos con Jesús para darlo a los otros. María concibió a Jesús «por obra del Espíritu Santo», y así debe ser en cada predicador». A ella encomendó el Papa el Año de la Fe, recordó, y con este mismo motivo concluyó: «Virgen creyente, ruega por nosotros».
Miguel Farías – Gaudium Press.
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