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Via Pulchritudinis: camino privilegiado

Redacción (Lunes, 10-12-2012, Gaudium Press) Santo Tomás no compuso ningún tratado específico sobre la belleza, y tampoco la abordó de modo esquemático.

Por otro lado, el Aquinate interpreta el termino de graduación para remitir a un máximo siempre en el concepto de los transcendentales, [1] «facetas» del ser, por así decir. Los ejemplos que él nos ofrece en la cuarta vía [para llegar a Dios] son ‘bonum’, ‘verum’ y ‘nobile’. Bonum y verum él siempre enumeró entre los transcendentales, [2]pero ¿y nobile? ¿Sería también un transcendental?

No es posible decir con absoluta certeza lo que el Angélico quiso decir exactamente con ‘nobile’, pues hay diversas interpretaciones. Una de ellas es el concepto filosófico de valor que también puede ser interpretado como propiedad transcendental. [3]

1.jpgEntretanto, podemos bien creer que él quiso referirse a la belleza cuando habla de nobleza en la cuarta vía. En otras obras relaciona la nobleza con la belleza: «Quia est nobilis, sive pulcher» [4] o «nobilitas enim seu pulchritudo» [5] o «nam ipse invenit res omnes secundum diversos gradus pulchritudinis et nobilitatis esse dispositas».[6] Por tanto, él los toma en esas partes prácticamente como sinónimos.

Independientemente del significado implícito de la palabra ‘nobile’, podemos relacionar la belleza como una de las perfecciones absolutas aplicables a la cuarta vía.

La aprehensión de lo bello es más misteriosa y matizada de lo que parece. La belleza -este «transcendental olvidado» según expresión de E. Gilson- no es apenas una cualidad sensorial (quae visa placent) [7], sino una verdadera «epifanía del ser» donde Dios manifiesta Su acción embellecedora [8] en las criaturas según un más y un menos.

Cuando entendemos lo bello según los axiomas: «splendor veritatis» (el esplendor de la verdad), [9] «splendor bonitatis» (el esplendor del bien) o «splendor ordinis» (el esplendor del orden), [10] contemplamos el esplendor de la creación en sus diversos grados en los transcendentales. [11] Así, lo bello como transcendental en la línea del ‘bonum’,[12] posee propiedades fundamentales de integritas (perfección), proportio (equilibrio entre las partes) y claritas (clareza) del objeto conocido. De esta forma, aquello que es apetecible (bonum), inteligible (verum) y agradable se torna como en una síntesis, admirable.

Delante de eso, el alma humana al admirar lo bello se eleva de tal manera sobre sí misma que podríamos glosar a San Pablo: no soy en quien vivo, sino es la propia Belleza que vive en mí. Nos volvemos verdaderamente reflejos de Aquel que admiramos. Por eso, bajo influjo de atracción a lo sublime, llegamos a tener un conocimiento de Dios superior todavía a las vías de la verdad, al punto que lo conocido esté en el conocedor y lo deseado esté en quien lo desea [13]. En este ámbito afirma el documento Via Pulchritudinis (La Via de la Belleza):

«¿Ese apelo a los filósofos puede sorprender, pero la ‘Via Pulchritudinis’ no es, tal vez, una Via Veritatis en la cual el hombre se empeña por descubrir la ‘bonitas’ del Dios de Amor, fuente de toda belleza, de toda verdad y de toda bondad? Lo bello, como también la verdad o el bien, nos conduce a Dios, Verdad primera, Bien supremo y Belleza. Pero lo bello habla más que la verdad o el bien. Decir de un ser que es bello no significa apenas reconocer en él una inteligibilidad que lo torna amable. Es decir, al mismo tiempo, que especificando nuestro conocimiento él nos atrae, también nos cautiva a través de un influjo capaz de despertar un maravillarse. Si él expresa cierto poder de atracción, aún más, tal vez, lo bello expresa la propia realidad en la perfección de su forma. Eso es la epifanía. Él la manifiesta expresando su íntima clareza. Si el bien expresa lo deseable, lo bello expresa todavía más el esplendor y la luz de una perfección que se manifiesta» (ASAMBLEA PLENARIA DE LOS OBISPOS, 2007, p. 17).

Con mucho propósito fue la ‘Via Pulchritudinis’ calificada como «camino regio para conducir a Dios». Casi se podría decir que ésta sería la única vía para llegar a Dios por el hombre hodierno.

Ahora, si utilizamos esta gran fuerza de atracción que es la belleza, ella podrá verdaderamente salvar al mundo.[14] Caso contrario, esta tierra solo podrá tender a una auténtica antinomia del designio divino en las criaturas.

Por el Diác. Felipe Ramos, EP
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[1] Ver lo bello como transcendental: LOBATO, Abelardo apud PICKAVE?, Martin, & AERTSEN Jan A.. Die Logik des Transzendentalen. Berlin: de Gruyter, 2003.
[2] En ‘De Veritate’ I, 1 enumera él seis: ens, res, unum, aliquid, verum, bonum. Ya en I Sent., dist. 8, q. 1, a. 3. enumera apenas tres: unum, verum, bonum.
[3] Ver MONDIN, Battista. Dizionario enciclopedico del pensiero di San Tommaso d’Aquino. Bologna: Ed. Studio Domenicano, 2000, p. 709-714.
[4] Super Epistolam B. Pauli ad Galatas lectura, cap. 2, lect. 2.
[5] Idem.
[6] In Symbolum Apostolorum, a. 1.
[7] S. Theol. Ia., q. 5 a. 4, ad 1.
[8] (Pulchrifica) Cf. In Div. Nom., IV, lect. 5, n. 340.
[9] Según Platón.
[10] Según San Agustín.
[11] Lo bello es llamado por Maritain: «Splendeur de l’être et de tous les transcendantaux réunis».MARITAIN, Jacques ; MARITAIN, Rai?ssa. Oeuvres comple?tes 1, [1906 – 1920]. Fribourg, Suisse: Ed. Univ, 1986, p. 663.
[12] (Sola ratione differens). S. Theol. q. 27, a. 1, ad tertium.
[13] Cf. S. Theol. Ia., q. 8, a. 3, co.
[14] Cf. DOSTOIEVSKI, Fiodor Mikhailovitch, O idiota. (trad. José Geraldo Vieira) Sa?o Paulo: Martin Claret, 2006, p. 422-423

 

 

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