Ciudad del Vaticano (Martes, 11-12-2012, Gaudium Press) En la Plaza de San Pedro repleta de peregrinos, el Papa Benedicto XVI rezó el sábado pasado la oración del Ángelus en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción.
El Santo Padre inició sus palabras saludando a los peregrinos: «¡A todos ustedes, buena fiesta de María Inmaculada! Y, en seguida, continuó diciendo: «en este Año de la Fe quiero destacar que María es Inmaculada por un don gratuito de la gracia de Dios, que encontró, sin embargo en ella la perfecta disponibilidad y colaboración. En este sentido ella es bienaventurada porque creyó, porque tuvo una fe sólida en Dios. María representa aquel resto de Israel, aquella raíz santa que los profetas anunciaron».
El Soberano Pontífice resaltó que en María «encuentran acogida las promesas de la Antigua Alianza. En María la Palabra de Dios encuentra escucha, recepción, respuesta, encuentra aquel sí que le permite tomar carne y venir a habitar en nuestro medio. En María la humanidad y la historia se abren realmente a Dios, acogen su gracia, están dispuestas a hacer su voluntad. María es la expresión genuina de la Gracia. Ella representa al nuevo Israel, que las Escrituras del Antiguo Testamento describen como el símbolo de la esposa».
De la Iglesia Virgen-Madre a María
Benedicto XVI dijo también que «el Apóstol Pablo retoma este lenguaje en la Carta a los Efesios donde habla del matrimonio y dice que Cristo amó la Iglesia y se entregó por Ella, para tornarla santa, purificándola con el baño del agua mediante la palabra, y para presentar a sí mismo una Iglesia toda gloriosa, sin mancha ni arruga o cualquier otro defecto, sino santa e inmaculada. Los Padres de la Iglesia desarrollaron esta imagen y así la doctrina de la Inmaculada nació primeramente en referencia a la Iglesia virgen-madre, y sucesivamente a María».
Así escribe poéticamente Efrén, el Sirio: «Como los cuerpos pecaron y murieron, y la tierra, su madre, es maldita, así por causa de este cuerpo que es la Iglesia incorruptible, su tierra es bendita desde el inicio. Esta tierra es el cuerpo de María, templo en el cual una semilla fue colocada», recordó el Santo Padre.
«La luz que emana de la figura de María nos ayuda también a comprender el verdadero sentido del pecado original. En María, de hecho, está plenamente viva y operante aquella relación con Dios que el pecado rompe. En ella no existe ninguna oposición entre Dios y su ser: existe plena comunión, pleno entendimiento. Es un sí recíproco, de Dios a ella y de ella a Dios. María es libre del pecado porque es toda de Dios, totalmente entregada a Él. Es llena de su Gracia, de su Amor» – subrayó Benedicto XVI.
Según el Pontífice, «la doctrina de la Inmaculada Concepción de María, expresa la certeza de la fe que las promesas de Dios son realizadas: que su alianza no termina, sino produjo una raíz santa, de la cual germinó el Fruto bendito de todo el universo, Jesús, el Salvador. La Inmaculada demuestra que la Gracia es capaz de suscitar una respuesta, que la fidelidad de Dios sabe generar una fe verdadera y buena». (JS)
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