Roma (Martes, 18-12-2012, Gaudium Press) Tradicionalmente en el tercer domingo de Adviento, conocido como «Gaudete», el Santo Padre hace una visita a una parroquia romana. En ese domingo él visitó San Patricio, en la Colina Prenestina. En su homilía, Benedicto XVI recordó que «Dios no exige nada de extraordinario» de nosotros, solamente que «vivamos según el criterio de solidaridad y de justicia». Él «no es un Dios distante», sino «un Dios que está entre nosotros, un Dios bueno y próximo». El tiempo de Adviento es una invitación a la alegría y a la conversión.
Dos veces al año el Papa, como obispo de Roma, va a una de las parroquias romanas. Al inicio de su pontificado, él decidió visitar las parroquias más distantes del centro histórico, localizadas en los barrios más modernos de la ciudad. El Papa escoge siempre dos domingos especiales del año: el tercer domingo de Adviento y el tercer domingo de Cuaresma, que tratan de la alegría y cuando los paramentos utilizados son de color rosado.
En su llegada, el Papa fue acogido calurosamente por el público. Saludó en seguida a todos los sacerdotes de la parroquia y algunas familias con niños pequeños y niños deficientes. Entre las familias había una señora que presentó a sus tres hijos. «Este es Antonio, Francisco y Benito». «Francisco, ¿cómo estás?», preguntó el Papa al niño un poco tímido de cuatro años. Con una sonrisa especial, bendijo al pequeño Benito y de modo muy cariñoso bendijo a los niños con deficiencia.
Homilía
En la homilía, el Papa se detuvo en el tema de la alegría y la conversión para preparar la venida del Señor, los temas tratados por el Adviento. Notó que es necesario cambiar la conducta de vida a través de la solidaridad y la justicia para acoger el amor de Dios, que nos invita a la conversión «no por miedo», sino para ayudarnos a acoger su amor.
«El Adviento -recordó- es un tiempo de empeño y de conversión para preparar la venida del Señor, pero la Iglesia hoy nos hace aprovechar con antecedencia la alegría de la Navidad que ya está muy próxima. En verdad, el Adviento es también un tiempo de alegría, porque en él se despierta en los corazones de los fieles la espera por el Salvador, y aguardar la venida de una persona amada es siempre motivo de alegría. Esa espera alegre está presente en las dos Lecturas Bíblicas de este domingo. El Evangelio, al contrario, corresponde a otra dimensión característica del Adviento, que es la de la conversión en vista de la manifestación del Salvador, anunciado por Juan Bautista».
Un Dios próximo
El Santo Padre en la homilía volvió al tema de la proximidad de Dios a nosotros, de la cual tratan también las lecturas de hoy. Dios «no es un Dios distante», sino «un Dios que está entre nosotros, Dios bueno y próximo» que «se alegra en relación a nosotros». Él encontró su morada en el vientre de María, la «Hija de Sión». Así, la verdadera alegría encuentra su cumplimiento en Jesús, que nos trae la salvación, y «una nueva relación con el Señor».
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